Las relaciones económicas y las expresiones relacionadas con la
política nacional, más parecen reflejo del control del crimen
organizado, el narcotráfico o simplemente de los “brutos con pisto”. Lo
de tener injerencia en la manufactura de leyes y reglamentos ya no es
exclusivo de fuerzas políticas conservadoras y recalcitrantes, no es la
arena ideológica donde se libra la batalla del poder. La miseria, el
hambre y la explotación ahora también son aprovechadas por los capos.
No lo digo yo, lo dice la Cicig en su informe sobre financiamiento
de partidos políticos.
de partidos políticos.
De lo anterior, podemos inferir el interés de los Estados Unidos y su
embajada en nuestro país, por la cosa pública y los derroteros del
Estado guatemalteco. La amenaza que se cernía detrás de la cortina de
hierro fue vencida ampliamente en su patio trasero, y desde entonces
“América ha sido para los americanos”. Ahora el desafío a la seguridad
nacional es el narcotráfico y los gobiernos cómplices del crimen
organizado.
Washington no quiere ser la comparsa de funcionarios y políticos
corruptos que se hacen millonarios con los recursos de la población y se
soban las manos en espera de los dólares de la “Alianza para la
Prosperidad”. De momento, el Estado ha servido para justificar
privilegios a través de la política para “tirios y troyanos” y no
derechos y obligaciones para todos.
Una manera de desmarcarse de las sospechas de avaricia, tanto de los
ciudadanos como del Gobierno del país del norte, sería que los partidos
políticos presentaran programas económico-políticos, en los cuales se
refleje su apuesta ideológica, además de compartirla y luchar porque
avance permanentemente y no solo en época de elecciones; ante la
ausencia de lo anterior solo tenemos merolicos, pero no estadistas.
El reformismo al que ahora vemos como única salida posible, es
resultado de ese gran vacío ideológico y programático de los partidos,
ojalá las reformas no sean aprovechadas para engañar, apaciguar y
adormecer a la ciudadanía.
La entelequia de la clase política nos arrastra a una grave crisis de
gobernabilidad, y ellos no se dan cuenta, o no les importa. Ya basta de
capos: necesitamos estadistas.
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