Hacerse escuchar en este país no es tarea fácil. Ustedes se imaginan un país con verdadero
acceso a la salud y la educación, con niños nutridos y sin razones para
desertar de la escuela, un lugar donde no se usara la ignorancia de los pobres
para reelegirse una y otra vez como alcalde o diputado. Una tierra de indígenas vistos como la raíz
de la patria, campesinos respetados y apoyados para desarrollar al país desde
el campo y así progresar juntos. Seguramente las marchas tendrían otras
razones, pero hoy es necesario alzar la voz y hacerse escuchar por el agua y la
tierra.
El agua es un botín que han explotado a placer y sin ninguna
regulación aquellos que contaminan y tienen la capacidad de desviar ríos, sin importar
el daño que causan al ambiente y a las familias que necesitan de nacimientos,
ríos, lagos, lagunas y costas marinas.
El acceso tierra es un problema sin resolver y sin visos de
soluciones verdaderas, año con año se atenúa comprando tres o cuatro fincas,
sin que sean las mejores o las más baratas, se “soluciona” la problemática para
decenas de familias por año, pero la demanda es realmente de miles y el monto
para resolver definitivamente este problema estructural suma miles de millones
de quetzales, los cuales no existen en la planificación de los gobiernos porque
el problema realmente no interesa. Esto
sin mencionar todo lo relacionado con la regularización de tierras; CICIG y MP
apenas han rascado la superficie…
El modelo de desarrollo rural y el acceso a la tierra deben
ser replanteados, no es solo una cuestión de propiedad, sino de desarrollo y
progreso. La Ley para el Desarrollo
Rural Integral lleva años discutiéndose y ahora es el Ejecutivo el que discrepa
con su contenido, mientras tanto, la vida en el agro guatemalteco sigue siendo
muy dura, inhumana e irresponsablemente conveniente para los que gustan de
“mano de obra barata”.
La marcha por el Agua y la Madre Tierra es un grito más de
la Guatemala profunda, la clase política no debería desoír sus planteamientos,
la coyuntura es perfecta para transformar realidades o transformar
instituciones donde no tengan cabida los que no escuchan.
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