miércoles, 21 de junio de 2017

The Gossip Project



I

El disparo perforó limpiamente el cráneo y destruyó el tejido blando del cerebro antes de salir rompiendo en pedazos hueso y carne del otro lado, la masa encefálica siguió la trayectoria de la bala y se derramaba profusamente por un gran agujero en la sien izquierda. Estaba muerto. Sus ojos abiertos ya no miraban nada, la boca entreabierta tampoco decía nada. En su mano derecha una nueve milímetros, en la izquierda un ejemplar de… un momento, qué pasa, por qué me veo ahí tirado, estar muerto es estar muerto, me veo, que mal me veo, qué pasa, qué pasó.

Transcurrieron unos segundos y todo permanecía en silencio, el estruendo del disparo se había ido con la vida de aquel hombre, él flotaba ahora sobre sí mismo o sobre lo que quedó de su cuerpo, al fin me liberé entendió. Durante años pasó pensando en quitarse la vida, como último acto de rebeldía y libre albedrio; por qué carajo no puedo yo decidir cuándo morir pensaba, por qué cualquiera puede venir y quitarme la vida y yo mismo no puedo hacerlo. El asunto de la muerte no era una cuestión de dolor o decepción, era incluso una rara forma de un último placer, egoísta, solitario, morboso. Por supuesto estaba todo aquello de no encajar en el mundo y las consabidas etiquetas de oveja negra y demás, pero después de cuarenta años ya se había acostumbrado a ir contracorriente en todo.

De niño se sumergía durante mucho tiempo bajo el agua, esperando ahogarse, pero lo único que lograba era aumentar cada vez más su capacidad para bucear aguantando la respiración, en su imaginación infantil incluso llegó a creer que era capaz de respirar en el suelo de la laguna en la que se metía; se ponía de espaldas y veía la luz del sol difuminarse al paso de los peces, ponía las manos entrelazadas detrás de la cabeza y cruzaba las piernas, como si estuviera echado en la orilla tomando el sol, permanecía así, según él, mucho rato, fingía quedarse dormido. Cuando lo hacía en el mar, nadaba y nadaba hacía abajo hasta que sentía que los oídos le iban a reventar, quería llegar hasta lo más profundo, pensaba que tenía que haber algo distinto, un lugar para vivir; sin aire y con dolor en los tímpanos emprendía el ascenso desesperado, luego de tragarse una bocanada grande, flotaba por largo rato enojado consigo mismo por no poder llegar más lejos en lo profundo.

Esta vez lo había logrado, había ido más lejos, un clic fue seguido por una detonación y fue todo. Al fin podía despreocuparse de respirar, del dolor en los oídos, su cuerpo ya no lo ataba a nada. Y se marchó. En su mano izquierda un ejemplar de Dolphin Oji.






II

Las flores aún conservaban su rocío y el cuerpo inerte de aquel desventurado, también, la piel se le tornó grisácea, los labios palidecieron y sus pies eran ya de color púrpura. Frente a él, un perro lo veía fijamente, sin moverse. De cuando en cuando daba vueltas y escrutaba el aire alrededor, como buscando el alma del que yacía mirando cielo matutino sin mirar ya nada. Lloriqueaba y volvía a sentarse. Había pasado la noche entera en esa acción, no se atrevió a lamerlo o lamer la herida, sabía que algo había pasado y estaba asustado. Se sacudió la humedad acumulada durante la noche y volvió a sentarse, como esperando que su dueño se levantará y le arrojara un limón que le acercaba con la nariz.

El día transcurría de manera normal, el país se había acostumbrado a la barbarie y en las noticias de las siete de la mañana ya se podían contar los muertos por docenas, los asesinatos eran tan comunes como el catarro; por dinero, por cólera, porque si, la muerte llegaba sin avisar y casi en cualquier lugar para cualquier paisano. Yendo por la carretera, todos los días se podía observar por lo menos un cuerpo cubierto por una sábana blanca a un costado del camino acompañado de una veladora y un vasito de agua, o tapando sobre la espalda a algún chofer embrocado sobre el timón, o un carro empotrado en un poste luego de que el piloto perdiera el control tras haber sido atacado por sicarios en motocicleta. La vida valía poco o casi nada ya, igual se moría en la emergencia de un hospital público esperando ser atendido o en los cerros más olvidados, de indolencia o hambre. Eso no es un suicidio colectivo, se preguntaba el ánima de aquel que siempre refunfuñaba por todo esto. Flotaba ya un poco más alto, sobre la copa de los árboles, cada vez más lejos de sí mismo, cada vez más cerca de quien sabe qué.

Paradójicamente, viéndolo todo desde allá arriba, los colores eran más vivos, aunque no escuchaba nada, el silencio parecía era lo que le sostenía suspendido, abajo el perro ladraba, lo sabía porque veía el gesto del animal, el viento silbaba entre los encinos y los pinos, el movimiento de ramas y hojas lo atestiguaba. Imaginaba el ruido de los pájaros despertando porque les veía dejar las ramas más altas.

Estaré soñando se preguntó, será como aquel sueño recurrente donde huyendo de la lava corro y los ojos no me alcanzan para ver todo aquello, el mar que se acerca y las montañas. En ese sueño siempre se repetía la misma historia; como podía subía a su hijo a una tarima que flotaba, de un tirón subía también a la madre del pequeño. Entre fuego y agua, remando con las manos, llegaba a una saliente de tierra, ponía a salvo a su familia, su madre y su abuela (muerta hace mucho) lo esperaban. Mayor era su sorpresa cuando su padre (ya muerto también) subía a la tarima que él acababa de dejar, a dónde va papá, su padre estiro el brazo hasta terminar con el dedo índice señalando el fulgor de la lava, pero papá a qué va, allí están tus hermanos dijo el padre, no viejo, no hay nada, voy por ellos dijo, y desaparecía para siempre.

O aquel otro donde presenciaba la conversación de un Saraguate y una Guacamaya. ¿Señor Saraguate, ya resolvió cómo pasar al otro lado? Si doña Guacamaya, cuando pase el próximo cargamento de mariguana me cuelo en la lancha. ¿Y si lo agarran? Si me quedo de este lado igual me muero.

También había uno que lo atormentaba, sobre un pez ya sin agua que se había secado bajo el sol, un perro sarnoso y hambriento lo engullía completo: el perro moría apuñalado en las entrañas por el pez muerto.

Y el más inquietante, el de un hombre que se desnudaba en el umbral de su casa, temprano, apenas despuntaba el sol entre los cipreses viejos de una gran alameda. Su mujer salía a recibirlo y al verlo no entendía aquel cuadro. De lejos notaba que no estaba borracho. Qué explicación tenía aquel acto nudista en plena banqueta, miraba la mujer para todos lados, los vecinos ya salían a sus labores; una señora mayor que salió por el pan observó al hombre de pies a cabeza, moviendo la suya en señal de reprobación, y se fue mascullando palabras con su paso cansino.

Ya apenada, la esposa se acercaba a su marido, de golpe sintió un olor nauseabundo que se le metía hasta el centro mismo de la vida, echó para atrás y espetó al tipo que yacía en la entrada a pellejo pelado, y vos qué, de dónde venís, dónde te metiste; tráeme una bolsa para tirar toda la ropa, dejá que me bañe y luego te explico.

Aquel tipo se tallaba y tallaba, limpio ya estaba, pero el olor penetrante a muerte y descomposición se le habían quedado tatuados en la cabeza, seguía con el jabón y el pashte votando capas de dermis. Era bombero voluntario y la noche anterior le tocó acompañar a un asesino confeso custodiado por la policía, al lugar donde enterró a sus víctimas. Eran las nueve de la noche cuando llegaron a un lote sencillo con cerco de caña de milpa, llamaron a la puerta de lámina y salió una señora con mucha desconfianza, más al ver policía, que no es seña de nada bueno y menos a esas horas. Un agente explicó a la dueña del lugar la razón de su visita, ella explicó que no sabía nada que tenía tres meses de alquilar el lugar, tiempo exacto que había transcurrido desde el asesinato. A regañadientes permitió que entrara aquel desfile compuesto de policías, bomberos y asesino.

Caminaron hasta el fondo y dos manos unidas por grilletes se levantaron frente a sí, el dedo índice de la mano derecha señalo choyudamente el lugar, es ahí dijo con la boca hinchada el malhechor. Los policías voltearon hacía los bomberos, como diciendo –qué esperan, a trabajar-. En turnos fueron cavando los del casco rojo, un metro, dos, y al tercer metro sonó algo en el fondo, un sonido guango, luego empezó a salir olor a vida extinguida y entregada a la tierra completamente.

Ya la excavación fue con más cuidado, habían pasado tres horas, siguieron por los lados de donde habían descubierto el primer tope, poco a poco fueron apareciendo dedos de manos, torsos, pies, eran tres personas, una encima de la otra: llovía y la mezcla de lodo y jugos mortecinos hizo un coctel fétido que se pegaba en las paredes mismas del gusto.

Terminaron de batir lodo y muerte a las 4 de la mañana, a las 5 en punto estaba parado frente a su casa huyendo de la macabra realidad que forjó el hombre que mató a esas tres personas. Pero por qué, mientras aparecían los dedos de una niña, se preguntaba por qué, era la segunda niña que le tocaba ver sin vida, la anterior la llevo cargada todo el trayecto del lugar donde murió a la morgue, porque el Papá no quería entregarla, se aferraba a su pequeña de cuatro años babeando dolor, destrozado y llorando rabia, solo acepto entregarla si la llevaban cargada, como si estuviera dormida, con la cabecita apoyada en el hombro, como cargamos a nuestros hijos cuando se desploman de cansancio y nos toca llevarlos anidados en nuestro pecho hasta su cama. Así fue, aquel pequeño cuerpo, frío ya, reposaba en el pecho y el hombro derecho de aquel bombero, en su mente de padre pensaba que talvez si le practicaba respiración artificial, si masajeaba su pecho, volvería a vivir, a latir su corazoncito. Por qué se preguntaba mientras subían los cuerpos hechos piltrafa, hediondos, indignamente descompuestos.

Salió al fin de la ducha y se bañó nuevamente en menjurjes sanitarios, alcohol, desinfectante con olor, y finalmente, loción, una que no volvió a usar porque el olor le recordaba el olor a muerte.

Se sentó a la mesa, con su esposa y su hijo, los tres hacían cada quien su parte, él no pudo probar bocado, su hijo de cuatro años devoró su cereal y la esposa lo observaba callada. El niño dio las gracias, fue por su bolsón, les dio un beso y se fue. No se dio cuenta de que su padre lloraba, solo notó que le costó zafarse del abrazo de despedida.

Cuando quedaron solos, él conto a su mujer la historia de aquel asesino confeso que les señalo el lugar donde había enterrado a una familia entera y que le costó toda la noche desenterrar. No pudo responderse ni explicar el porqué. Desde aquel día que se desnudó en el portal de su casa, el olor de su hijo dormido, de su esposa tibiamente acurrucada a su lado y el de su casa al entrar, le devuelven la vida todos los días.

Definitivamente estoy soñando se dijo, y se dispuso a despertar.






III

Vinicio despertó abruptamente, gritando, el operador del dron TGP1 o “la chismosa 1” como preferían llamarlo en la unidad especial de vigilancia del Ministerio de Gobernación, había desarrollado una insufrible costumbre de mezclar las imágenes observadas durante su turno y con sus crisis existenciales. La nomenclatura TGP1 correspondía al nombre del proyecto conjunto Guatemala / Estados Unidos, “The Gossip Project” y el número del dron, 13 en total, distribuidos en todo el país, principalmente en puntos de la frontera sur mexicana y las fronteras con Honduras y El Salvador, el objetivo era vigilar tres actividades: narcotráfico, migración ilegal y delincuencia organizada. El último turno le tocó a Vinicio vigilar a un sospechoso de ser correo entre un prófugo muy importante y pieza clave en un caso de defraudación aduanera, la mayoría lo daba por muerto, pero el dron número uno lo había ubicado en uno de sus traslados por los vericuetos de las carreteras en el departamento de Sacatepéquez, hasta desembarcar descaradamente en un hotel de la Antigua Guatemala; el correo iba y venía dos veces por semana, su pantalla para entrar hasta la habitación donde se encontraba aquel pez “gordo”, era ir vestido de enfermero, anunciarse en la recepción como la persona que administraría el tratamiento al señor “Racún” nombre falso y en clave con el que estaba registrado la persona que ocupaba la habitación número 13. A los del hotel les sonaba a nombre en inglés, así que lo dieron por bueno.



El enfermero moreno y de pelo lacio fue seguido atentamente por Vinicio al salir del número 54 de la calle poniente, el vehículo color anaranjado facilitaba la labor del dron, además de la perfecta cuadrícula de la ciudad, salió hacia Santa Lucía, Milpas Altas, el recorrido era corto, veinte minutos y llegaba a una casa de seguridad, luego de salir de la Ruta Nacional a altura del parque ecológico Florencia, seguía por una carretera de terracería hasta llegar a una casa sencilla en medio de sembrados de milpa, cerca de “La Embaulada”. Detrás de la casa se subía hasta un bosquecito de pinos y cipreses, en un claro, yacía el cuerpo de aquel hombre moreno vestido de enfermero, no había sido un suicidio lo que observó Vinicio, pero mezclo la muerte del mensajero con sus propios deseos e inseguridades, al impostor de enfermero lo había matado una mujer menuda que sentada a su lado en un claro antes de llegar al pie del bosque, luego de hablar largo rato sacó un revólver calibre 22, se lo apoyó rápidamente en la sien al condenado y halo el gatillo, no fue la 9 milímetros de su sueño. Cien mil quetzales fueron el motivo...

"Indios comunistas"

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Por primera vez el futuro político de quienes tradicionalmente han ostentado el poder en Guatemala no está en sus manos, no depende de los espacios copados en el sector justicia, el Legislativo, el Ejecutivo y las decisiones que se tomen desde quienes manejan la economía: están francamente asustados y se les nota.

El espectáculo en el palco del Congreso de la República da cuenta del miedo que sienten, resumido en la frase “no queremos ser como Venezuela”. De paso, este pavor a la incertidumbre de sus privilegios ganados a fuerza de violencia, despojo, abuso y corrupción; urge nuevos liderazgos que puedan “defender” a “su” Guatemala y frenar el avance de las conquistas de los pueblos indígenas, mujeres y colectivos organizados que abrogan por una sociedad amplia e incluyente. De allí que “las dos erres” se antojan como la fórmula perfecta para una opción política electoral que ofrecerá, ya se sabe: pena de muerte, nacionalismo y dogmatismo.

Sirve entonces el viejo discurso anticomunista y poner de escudo a Dios, frenar a los izquierdistas y de paso poner en su lugar a los “indios lamidos y vividores”. El enfrentamiento ideológico y el racismo son latentes en sus consignas, actitudes y su abyecta mirada. El odio que encierra la expresión “indio comunista” solo puede venir de mentes sumamente frívolas o enajenadas por casi doscientos años de alienación con un falso nacionalismo y una supuesta superioridad intelectual y racial.

Se inventan amenazas que no existen, en Guatemala no hay tales fuerzas de izquierda conspirando por un Estado Socialista y las reformas al sector justicia no formarán un cuarto poder. Lo que se pretende con las reformas es combatir la corrupción eliminando las Comisiones de Postulación, que el proceso de selección de jueces y magistrados no sea un botín político y que exista un apoyo administrativo para la Corte Suprema de Justicia que le permita dedicarse a lo jurídico específicamente. Claro, todo lo anterior atenta contra el poder fáctico que han ejercido las castas, las cofradías, las juntitas. La salida más conveniente que han encontrado es asustar a la población con apocalípticos escenarios donde ellos son los “salvadores”.

La sociedad guatemalteca va encontrando en el Ministerio Público y la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala la protección y apoyo que no ha encontrado en los gobiernos que han administrado los que ahora se oponen a las reformas del sector justicia y a cualquier reforma que nos ayude a construir un futuro distinto en el país.

Casi podría asegurar que la mayoría de guatemaltecos, sin importar nuestro posicionamiento ideológico, no estamos de acuerdo con la corrupción, la violencia, la pobreza y la poca capacidad del Estado para resolver los grandes problemas del país. Son tiempos de participación, inclusión y progreso; no importa cuánto pataleen los dinosaurios, les sorprenderá ver a gente de izquierda y derecha en un mismo proyecto, tolerándose y avanzando, superando taras y mezquindades.

Para ser esa sociedad que queremos, en paz, con salud y trabajo, es necesario decidir nuevas maneras de lograrlo; las reformas constitucionales al sector justicia son un paso, la reforma profunda de la Ley Electoral y de Partidos Políticos puede ser otro, y habrá que dar muchos más. Pero la paz y el progreso no llegarán siendo conservadores, dejando todo como está y dejando que sean los de siempre quienes decidan, eduquen y gobiernen a una sociedad enferma de odio, muerte y pobreza.

Hilvanar sueños


Despertar y a pesar de ojos miopes hilvanar sueños hasta que se puedan tejer hermosas realidades, de eso se trata la cotidianidad.

Kaibil está vivo

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Llegar con boina de Kaibil al hemiciclo parlamentario para celebrar el Día de la Constitución Política de la República es una burla y hasta una ofensa, simboliza el triunfo de quienes hipócritamente dicen defender a la patria. Kaibil Balam jamás hubiera combatido a su lado. Y si está vivo es en la gente que sigue olvidada por los diputados distritales, como el susodicho Galdámez, porque no la han podido derrotar y mucho menos exterminar con la negación o desidia estatal.

La Constitución debe ser reformada porque no es perfecta y porque por omisión, falta de valentía o simple ignorancia, se excluyó de golpe a más de la mitad de la población de lo que se ha dado por llamar Guatemala desde que Pedro de Alvarado así la nombrara en sus cartas. Este país, aún está en formación, no está acabado, no es y no será más el feudo o el cuartel de nadie. Nos hace falta mucho, empezando por la propia ciudadanía, que también está en construcción, y hace falta más en el desarrollo de nuestra manera de convivir y decidir esa convivencia.

Ya lo he escrito anteriormente, y seré reiterativo todo lo que haga falta, la Reforma Constitucional es para integrar e incluir a quienes más difícil tienen la vida en este “bello y horrendo país”, INDÍGENAS Y MUJERES. Exhibir símbolos militares en el Congreso de la República, es un indicador de la necesidad de dichas reformas. No es miedo y violencia lo que los diputados deben representar en el lugar donde se discuten los intereses de toda la población, los que así lo hagan solo demuestran su falta de recursos y la carencia de empatía con la realidad nacional.

No sé a qué puerto llegarán las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Lo que se está proponiendo, nuevamente es un avance, lo que incomoda y hace desconfiar hasta caer en la desesperanza, es que la mayoría de los diputados han demostrado no tener voluntad para reformar nada, mucho menos reformar en vía contraria a sus intereses electoreros: Han demostrado que la patria les importa un carajo.

En el ambiente reina el envalentonamiento de los que han hecho de la CICIG y el MP los emblemas del “socialismo” en Guatemala, pobre razonamiento que ha calado y que ha logrado infundir nuevamente el miedo del fantasma comunista en la desinformada población. Pregunto, acaso estamos tan bien como para defender que no haya cambios en cómo se elige a la clase política; el país está tan entregado a su “nacionalidad”, cultura y denominadores comunes, que nadie puede ser o sentirse excluido. Preguntémonos cómo está el país, ¿hay hambre, corrupción, abusos, violencia, crimen?, ¿la gente común vive en paz y sin miedo?, si esto está bien tal como está, no es necesario reformar nada y sigamos viviendo en esta ficticia Shangri-La guatemalteca.

Kaibil está vivo, sí, el Kaibil Balam de Xinabajul, de Chuimekena, de K´iche´; porque los dueños del país a través de sus ejércitos y sus vulgares victorias, no han logrado capturar la rebeldía de los pueblos que solo quieren integración, paz y dignidad.

Cabalgando delfines



Esto de cabalgar delfines siempre viene en medio de la noche y con el agua acallando la predecible y monótona normalidad,
cuando sucede
dejo de preguntarme a qué vine
me sumerjo en esas hermosas profundidades de lo mágico
y navego sin fronteras ni prisas
en estos mares y los de otros mundos.

Rayos amarrados



Un manojo de rayos amarrados con cibaque sacado de las entrañas,
se impacientan:
quieren gritar su trueno
y escuchar crujidos al llegar a su destino.

"País finca"


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La Ley de Tierras recientemente propuesta en el Congreso de la República nos hace pensar en los cambios estructurales fundamentales para contrarrestar siglos de despojo, explotación, subdesarrollo y prejuicios contra la población indígena y campesina en Guatemala.

Según Julio Castellanos Cambranes, en Café y Campesinos, al hablar de “El nuevo carácter del latifundio” nos dice: “Uno de los principales aspectos del carácter rural de la sociedad guatemalteca lo ha constituido, hasta hoy, la permanencia del latifundismo, la base del poder de la clase dominante”.

El artículo 32 de la propuesta presentada por los diputados Leocadio Juracán, Edwin Lux y la diputada Sandra Morán, me parece el más osado y necesario para intentar nuevamente una reforma agraria; la expropiación de tierras que no estén cultivadas, y claro, una vez expropiadas se otorguen en propiedad privada a trabajadores agrícolas, mozos colonos o campesinos sin tierra o con muy poca tierra.

El objeto de esto y lo demás que contiene la iniciativa de ley, es garantizar el acceso a la tierra y medios de producción para la equitativa distribución de la riqueza, así como el fortalecimiento del Estado, la reactivación económica local, combatir el hambre (situación por demás grave en la ruralidad guatemalteca), la pobreza y extrema pobreza, eliminar la reconcentración de la tierra, y resolver la conflictividad agraria, además de preparar el camino para la industrialización de Guatemala.

La Ley de Reforma Agraria promulgada en 1952 tenía como propósito eliminar todo tipo de propiedad feudal en el campo, abolir las relaciones de explotación como las encomiendas, entregar tierras a los campesinos que no la tenían o tenían muy poca, facilitar ayuda técnica y aumentar el crédito agrícola en beneficio de todos los que trabajaban la tierra. La ley afectaba únicamente a aquellas grandes fincas que tenían tierras ociosas, no afectaba a las tierras productivas y menos aún (al igual que la actual propuesta en el Legislativo) amenazaba el principio de propiedad privada. Es sabido que dicha ley fue una de las principales causas de la contrarrevolución puesto que a quien sí afectaba era a la principal terrateniente del país en ese entonces, la United Fruit Company.

Ni la Ley de 1952 ni esta propuesta en 2017 son Comunistas, solo intentan sacar al país del atraso que provocan los latifundios en la población indígena y campesina, esto, dentro del sistema capitalista y la economía de mercado. No se trata de estatizar la tierra, sino de democratizarla.

Desde la conquista española el aplastamiento de la población indígena a través de la violencia, pasó a ser un hecho que se volvió norma en las relaciones de poder que trascendieron la independencia de los terratenientes criollos y el posterior advenimiento de hacendados y finqueros respectivamente. Así se despojó de sus tierras a la población originaria y así se fundó la República de Guatemala. Vayamos a los números y lugares donde existe pobreza en el país y se podrá constatar esta historia. Rehacer Guatemala o terminar de construirla, pero con base en la equidad y la justicia, es un imperativo para la paz y el progreso.

Sin embargo, a la luz de lo actuado por la actual legislatura y su entrega al conservadurismo y la gendarmería de este “país finca”, dudo mucho que la iniciativa de ley obtenga el apoyo necesario; a menos que la propuesta liderada por el diputado Leocadio Juracán sea apoyada desde la Guatemala profunda y que ésta pare en seco de una vez por todas a quienes se erigieron como dueños ilegítimos, utilizando a guardianes leguleyos y capataces armados.

Temblando por tus amores



Acostumbrados a callar por miedo, a veces no somos capaces de decir te amo. Pues te confieso, muero de miedo, he visto lo que hacen a los que dicen lo que piensan, así que mujer color de barro, ojos de serpiente y boca sabor a rebeldía: te amo. Dicho esto, soy el miedoso más valiente que ha temblado por tus amores.

Injusticia y desorden en Petén



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Hace algunos días cientos de familias fueron desalojadas de Laguna Larga en el departamento de Petén, hoy se encuentran en la línea fronteriza con México en albergues improvisados y sobreviviendo con la ayuda humanitaria que se les brinda en mayor medida desde el vecino país.

Si nos ceñimos a la expresión “dura lex sed lex” pues se puede entender la acción del desalojo de las familias campesinas, sin embargo, estamos hablando de comunidades que no llegaron ayer a ocupar las tierras donde se habían asentado. Si la resolución judicial de desalojo era una cuestión que se sabía iba a suceder, el Gobierno debió prever planes de contingencia. No sé si alguien le ha informado al Gobierno de Guatemala, pero existe un marco de garantías del debido proceso establecido en los estándares internacionales de derechos humanos, donde no se puede simplemente echar a su suerte a mujeres, niños, ancianos y en suma, guatemaltecos que conforman familias que la Constitución Política de la República manda a proteger.

La dura realidad de hoy es que cientos de personas viven desde hace dos semanas en carpas improvisadas sin ninguna certeza de nada. No tienen trabajo, no tienen a dónde ir y tampoco tienen una respuesta concreta sobre su presente, no digamos sobre su futuro.

Se ha instaurado una mesa de diálogo, lo cual se aplaude, pero no se ve que se conforme una mesa de asistencia humanitaria y acompañamiento gubernamental hasta que se resuelva la situación de las familias. Más preocupante aún, es que existe el temor de muchas otras comunidades de sufrir el mismo destino que las familias de Laguna Larga. Nuevamente, el Gobierno, si diligentemente acató las resoluciones judiciales (las cuales han sido procuradas por una de sus instituciones), debería también diligentemente estar preparado para lo que dichos desalojos significarán para otros cientos de guatemaltecos.

El abandono del Estado y la aplicación antojadiza de políticas que favorecen a finqueros y empresas, pero castigan a campesinos; son la verdadera causa del desorden y las injusticias en el departamento de Petén.

Las “agarradas” como les llaman los peteneros, fueron la ley desde los tiempos que relata Virgilio Rodríguez Macal en sus novelas, luego vino el abuso del poder de los que se apropiaban de extensas porciones de tierra amparados en sus uniformes y fusiles. En 1969 apenas el 1% del área total estaba registrado a favor de fincas privadas alrededor del lago Petén Itzá, el resto del departamento era baldío sin registrar. En esos años, el propio Estado promovió la colonización del departamento a través del FYDEP y esta institución distribuyó tierras inequitativamente hasta 1986, los efectos se ven ahora. Años más tarde la violencia desplazó a cientos de familias hacia esas tierras, y por último, seguramente el narcotráfico atrapó a otras cuantas.

Petén es un vasto territorio sin certeza jurídica y con una doble moral entre el conservacionismo y los monocultivos. En la época del Conflicto Armado Interno, miles de familias huyeron de Guatemala y su Estado represor; huían de la violencia armada, ahora uno de los desalojados en Petén dice “huimos de la violencia económica”.

Este trópico y su gente enamorada...

      Este trópico está lleno de gente enamorada desmemoriada un día subimos a las nubes sobre el mar y al día siguiente nos hacemos...