sábado, 25 de diciembre de 2010

Los tres reyes magos se equivocan de pesebre!!!

En la época del Rey Herodes, mucha gente pobre no podía pagar un lugar donde dormir cuando viajaba a la ciudad de Belén, entonces simplemente dormían en los pesebres o establos.  No solo la familia de Jesús dormía en pesebre en aquel diciembre de hace 2010 años, eran muchas las familias que lo hacían, así quela posibilidad de que los tres reyes magos se equivocaran de pesebre era algo muy probable…




lunes, 20 de diciembre de 2010

Vaivén


Vaivén.  Ese movimiento de ir y venir.  El de las olas debajo de nosotros, de nosotros sobre una barca.  Vaivén.  El de las caderas, sinuosas, saladas, tus caderas, debajo de mí.  Vaivén.  El de la vida.  Despaciosa se va moviendo de la orilla del abismo al abismo mismo.  Vaivén.  El de los quereres.  Amigos. Sangre. Que te quieren y no. Ay, ay, ay, el vaivén, me tiene mareado y deseando parar y morir un poquito, debajo de ti.

Intelectuales apolíticos

Un día,
los intelectuales
apolíticos
de mi país
serán interrogados
por el hombre
sencillo
de nuestro pueblo.
Se les preguntará
sobre lo que hicieron
cuando
la patria se apagaba
lentamente,
como una hoguera dulce,
pequeña y sola.
No serán interrogados
sobre sus trajes,
ni sobre sus largas
siestas
después de la merienda,
tampoco sobre sus estériles
combates con la nada,
ni sobre su ontológica
manera
de llegar a las monedas.
No se les interrogará
sobre la mitología griega,
ni sobre el asco
que sintieron de sí,
cuando alguien, en su fondo,
se disponía a morir cobardemente.
Nada se les preguntará
sobre sus justificaciones
absurdas,
crecidas a la sombra
de una mentira rotunda.
Ese día vendrán
los hombres sencillos.
Los que nunca cupieron
en los libros y versos
de los intelectuales apolíticos,
pero que llegaban todos los días
a dejarles la leche y el pan,
los huevos y las tortillas,
los que les cosían la ropa,
los que le manejaban los carros,
les cuidaban sus perros y jardines,
y trabajaban para ellos,
y preguntarán,
"¿Qué hicisteis cuando los pobres
sufrían, y se quemaba en ellos,
gravemente, la ternura y la vida?"
Intelectuales apolíticos
de mi dulce país,
no podréis responder nada.
Os devorará un buitre de silencio
las entrañas.
Os roerá el alma
vuestra propia miseria.
Y callaréis,
avergonzados de vosotros
.

Otto René Castillo

lunes, 13 de diciembre de 2010

frank delgado Carta a santi clos

Niños, Santa NO EXISTE




Ese señor gordito que viene en un trineo halado por renos de nariz roja, es una invención gringa. En 1823, el escritor inglés Clement Moore escribió el poema "Una visita de San Nicolás", imaginando que Papá Noel surcaba los cielos en un trineo llevado por, al menos, nueve renos -Rudolph, Donner, Blitcher, Cometa, Cupido, Brillante, Danzante, Centella y Zorro.
Moore escribió el poema inspirado en la historia de San Nicolas, un tipo que llegó a ser Obispo, luego que desde niño fue generoso, especialmente con los más pobres, a sus 19 años decidió dar toda su riqueza a los más necesitados y dedicarse al sacerdocio. San Nicolás falleció el 6 de diciembre del año 345. Puesto que esa fecha está muy próxima a la Navidad, se decidió que este santo era la figura perfecta para repartir regalos y golosinas a los niños el Día de Navidad.
El trajecito rojo también es yankee. En 1931 una conocida marca de refrescos encargó al caricaturista Thomas Nast que dibujara un Papá Noel humanizado y cuya imagen fuera más cercana a las personas para su campaña navideña. Así surgió el Papá Noel vestido de rojo, con cinturón y botas negras que permanece hasta hoy en el imaginario popular.
Así que, niños, Santa Claus NO EXISTE, ahora, intenten explicárselo a sus hijos.  Ojalá el tal San Nicolas se apiade de todos los que no tienen pisto pa los regalos de sus hijos y les eche una manita consiguiendo un préstamo en algún bondadoso banco, o con algún bondadoso prestamista.
Ojalá el santo gordito toque la conciencia de los dueños de colegios y librerías, sastres y vendedores de zapatos, porque en enero no quedan ni rescoldos de pistío. Que desde su celestial morada, Santa nos ayude a pagar la factura planetaria de energía que consumimos este mes.
Por cierto, a los que dan por lástima, a los que dan lo que les sobra, a los que creen que este mes borran toda la jodidez del año, a los que piensan que mientras más caro el regalo, más quieren a quien se lo dan, a los que no son capaces de ser sensatos en y con la vida, recuerden que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Vamos bien, vamos bien…

A la Mierda - Ska-p

jueves, 9 de diciembre de 2010

América voz antigua que clama.avi

Consejos para pirómanos



El primero, cuidado, mucho cuidado con los que hablan de apagar fuegos. Andan por el mundo como almas benevolentes que se empeñan en mantenerlo todo en calma, al final pasan los siglos y todo sigue igual, que se jodan estos bonachones, hay que encender fuegos por doquier, de lo contrario nos convertimos en recalcitrantes hacedores de la nada.
El segundo, hay que ser pirómanos de corazón, si uno enciende un fuego hay que cuidarlo.  Es menester buscar con qué alimentarlo, y por sobre todas las cosas, hay que cuidar mucho ese combustible, esto para garantizar la lumbre por largo rato.
El tercero, no se queje de que no encuentra con qué encender fuego, sobra, basta con mirar detenidamente y hay material por todos lados. Puede utilizar la rabia acumulada por siglos en el corazón de los vilipendiados, agarra un poco y la frota contra algún báculo patriarcal y verá como enseguida prende la cosa.  Si se es mujer, la combustión es más rápida.  Otra manera sencilla de dar candela consiste en chocar las palabras dignidad y hartazgo , las chispas saltan y encienden alegremente las razones de cualquier paisano con conciencia social o de clase. En fin, maneras las hay…
Cuarto, si ve a alguien haciendo fuego, aléjese, encienda el propio, si es Chapín, peor, no vaya a ser que se agarren a tizonazos y acaben por apagarse los leños mutuamente.  Encendido su fuego, lleve como ofrenda sus brazas, súmelas al fuego del otro y pídale que haga lo mismo con el suyo.
Quinto y último, nunca, pero nunca, tenga una manguera o balde cerca, luego de tanto escuchar a los apagafuegos, que son muchos más que los pirómanos, de pronto le entra a uno la duda…

lunes, 6 de diciembre de 2010

Las mil y una historias de la Radio Venceremos

La Radio Venceremos fue una radioemisora clandestina del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, de El Salvador.  La radio guerrillera pasó por una y mil peripecias para salir al aire y transmitir durante la guerra.  

La radio se creó con la intención de ser un referente informativo para el pueblo salvadoreño y la comunidad internacional, sobre el desarrollo de la guerra.  El periodista José Ignacio López Vigil a través de su libro "Las mil y una historias de la Radio Venceremos" nos acercó de manera detallada y entretenida a la cotidianidad de los compas de la Venceremos.

Me pregunto si en Guatemala habrá que crear una radio clandestina en estos momentos para informar al pueblo de lo que realmente pasa en el país.  Las mil y una historias ya las tenemos, ya las vivimos, y no paran los llamados todos los días para que salgamos a escena a participar en una nueva.

Pasó la épica de la Guerra en nuestro país, pero la épica de la Democracia apenas inicia.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Alí Babá, los 40 ladrones y Los Peludos mandándolos a chingar a su madre.


En esta sociedad tan acostumbrada por la cultura dominante al maniqueísmo, hablar de buenos y malos es casi ineludible.  La historia de Alí Babá nos cuenta como un suertudo, inocentemente, se topa con la cueva donde 40 ladrones ocultaban lo que robaban.
Ábrete sésamo decía el capitán de los mañosos, y la gran piedra de la entrada se movía, Alí Babá escuchó las palabras mágicas y entró a la cueva cuando los caquitos no se encontraban.  La quijada se la cayó al suelo y cargó con todo lo que pudo.  Como suele suceder, su secreto no permaneció mucho tiempo oculto, y su “hermano” se avorazó sobre los chelines mal habidos.  Recordó las palabras que abrían la caverna, pero al querer “salir” no dio pie con bola, llegaron los 40 y allí mismo terminaron con su pasajera dicha y fortuna.
Los 40 se dieron a la tarea de cazar a Alí Babá, los 40 murieron, su capitán al último.  Alí se quedó con todito.  Que suertudo el Babá ese.
La cosa es que pareciera que el tal Alí se salió con la suya y la historia lo deja bien parado.  Hoy día en nuestro “bello y horrendo país”, andan muchos “Babás” por ahí, navegando con bandera de inocentes por no decir de pendejos, considerándose suertudos por apropiarse del botín de los ladrones, dispuestos a deshacerse cándidamente de quien se interponga en su camino.  Y por si fuera poco, intentan quedar bien parados ante la historia.
Qué tienen que ver los Peludos en todo esto, pues que nuestro deber es mentarle la madre a los buenazos de los “Babás” y a los 40 ladrones.  El botín acumulado de los mañosos está amasado con el sudor del pueblo, a fuerza de embrutecerlo y obligarlo a producir y cuasi regalar su fuerza de trabajo, su vida.  El tal Alí Babá, para el caso de esta analogía, simplemente quiere lo que no es de él, ni de los ladrones.  Los Peludos tienen que ver en todo esto, porque son los llamados a no quedarse callados, son los llamados a dinamitar la fuking piedra de la cueva, devolver a sus legítimos dueños lo robado y poner en su lugar al tal señor Babá.
Los jóvenes, impetuosos como son, con ideales y dispuestos a todo, esos jóvenes con alma de peludos deben ser los buenos de la historia contemporánea de nuestro país.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Un tipo, una moneda y dos viejitas...




Una señora mayor empuja la silla de ruedas de otra más grande aún, la que empuja tiene un semblante blanquecino, de esos que solo sobresalen en las sombras pero no a la luz de la calle.  La que va en la silla de ruedas raya en lo mortecino ya, su tez es pálida, como si su sangre estuviera tan cansada como ella, se hubiera detenido y no corriera más por su cuerpo hecho pasa.
La que va sobre sus piernas, discute con un taxista sobre cómo entrar montura y jinete, el taxista plantea soluciones prácticas, la una al baúl, la otra al asiento de atrás.  Las manos huesudas aprietan los mangos con rabia y la placa, ya desgastada y fuera de lugar, imprime dramatismo en las palabras y labios de la anciana.
La que va sobre sus posaderas, ya no está, yace sin control de sus extremidades, de su cuello, de sus funciones corporales.  Sus ojos se mueven vertiginosamente cuando las palabras suben de tono y se quedan quietos cuando las pequeñas escaramuzas a su alrededor se apagan. 
Mientras tanto, un tipo moreno, más bien prieto de tanto sol, viene caminando en dirección hacia el lugar donde se desarrollan las negociaciones entre taxista y septuagenaria, trae puesta una gorra que alguna vez fue blanca, una camisa gastada y unos pantalones de lona.  Hace frío y lleva las manos entre las bolsas, desde lejos observa el cuadro de las dos señoras, no pone atención al taxista, que a todo esto ya se ha marchado, y cuando pasa justo al lado, saca su mano derecha de la bolsa y arroja tímidamente una moneda sobre el regazo de la señora en la silla de ruedas.
La que está de pie lo ve con odio mientras la moneda rebota en la mantita que cubre las piernas de la que está sentada, el tipo prieto trata de decir algo con la mirada pero es reprimido por unos ojos encendidos en dolor, impotencia y frustración.  El hombre hace ademán de saludo sobre la marcha inclinando un tanto la cabeza y los hombros, sigue su camino, mientras la moneda se ha quedado quieta.  Pronto lo hará la señora que está de pie, la otra, ya no mueve los ojos.
El pueblo en su profunda humildad, es sencillo y muy humano, da lo que tiene, no lo que le sobra.  Y por si fuera poco, no mira a quién.  Lástima que algunas viejas y viejos hoy jóvenes, se aprovechen de esa nobleza.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Rápido, intenso y aterrador




El otro día con mi sobrino nos subimos a una montaña rusa, los dos estábamos ansiosos porque nunca antes habíamos experimentado algo así.  Nos sentamos, bajamos la barra de seguridad y nos consideramos listos.  Lo primero que notamos fue que íbamos en un carrito individual, no en una serie unida de carritos o en un solo “tren” de carros, el efecto fue de soledad y miedo, pero también de goce particular, nadie más que nosotros disfrutaría.
Lo segundo fue el movimiento, inició lento, lento, pero desde el principio se sintió la potencia del mecanismo que impulsaba al dichoso carrito, otra vez miedo y ya nadita de goce.  Iniciamos la subida a tirones, subimos y subimos, la vista era estupenda, la parte de la ciudad que veíamos lucia extrañamente en calma y las luces silenciosas transmitían paz, y de pronto, zas que inicia el primer descenso, una fuerza contraria nos estampó contra el respaldo de nuestros individuales y solitarios asientos y la caída no nos dejaba ver hacia dónde íbamos, solo sabíamos que nos desplomábamos velozmente y lo peor, sin ningún tipo de control, sin nada que pudiéramos hacer.
En ese punto, apenas inicial, tanto mi sobrino como yo queríamos simplemente bajarnos, que parara esa condenada cosa, carrito, tren o lo que coño sea y es, y bajarnos, pero claro, no se puede una vez iniciado el trayecto.  He de confesar que esa primera bajada la hice con los ojos abiertos, el resto del recorrido fue con los ojos cerrados.  Para saber qué hacía con nosotros el endemoniado cacharro ese, tenía que sentir de qué lado o en qué posición estaba mi estomago.

Fue rápido, intenso y aterrador.  Cuando por fin paró el puto carrito, no sé quién salto más raudo y veloz fuera, pero al segundo siguiente de detenernos ya estábamos a diez metros de todas las costillas de hierro por las que corre endemoniadamente esa maquinita del infierno.  Nos reíamos de los puros nervios, nos mirábamos el susto mutuamente, los dos maldecíamos y jurábamos nunca más subirnos a una cosa de esas. Teníamos una sensación de compañerismo, de que juntos habíamos enfrentado y sorteado un peligro mayúsculo, sin un solo rasguño, nos sabíamos valientes y a los pobres incautos que estaban en la cola para probar su suerte, les mirábamos con cierto aire de superioridad y excesiva autoestima.
En ocasiones nuestras vidas son una como una montaña rusa, rápida, intensa y a veces aterradora, la diferencia es que podemos parar el condenado carrito y ponerlo en los rieles que queramos.

domingo, 21 de noviembre de 2010

"Los prejuiciosos con poder"


Prejuzgar consiste en establecer conclusiones antes de poseer un conocimiento cabal o fundado del asunto que se juzga, y en mantenerlas además obstinadamente frente a posibles pruebas en contra”.
El primer elemento del prejuicio es la precipitación, el segundo la “antirazón”, y el tercero es una manifestación psicológica de rechazo.  El autentico prejuicio aflora cuando la estructura de creencias que se tiene es cerrada, conservadora, y en consecuencia la concepción del mundo es pequeña y obturada.  El prejuicio sirve para conservar los intereses individuales y de grupo, por eso la ferocidad en mantenerlos.
Los prejuiciosos economizan neuronas porque no se dan a la tarea de entender su entorno y a los demás, normalmente tienen una misma respuesta para todo, y claro, en dicha respuesta la razón es propiedad de ellos, de nadie más.
Los prejuiciosos son gente “simple”, desabrida y sin recursos, sin creatividad, pero con mucho pragmatismo.  Entonces ¡oh! paradoja, conocen pobremente la realidad pero el prejuicio les facilita su manejo.
El conocimiento es un lujo peligroso, porque el prejuicioso sabe todo de todo, y “conocer” puede cambiar todo su mundo, por lo que no hay que esforzarse en comprender o razonar.  El prejuicioso es un sabiondo de pacotilla.
Los prejuiciosos tienen vocación, son adictos a ver la paja en el ojo ajeno, inmediatamente atribuye rasgos “hiper” negativos al adversario para “justificar” la hostilidad hacia él.  Al final, vencido el oponente, la aparente hostilidad se transforma en magnánima justicia imperiosa.
Sin embargo, lo que realmente alimenta al prejuicioso, su obstinación, abuso, control y hostilidad, es la legitimación de sus privilegios o sus delirios.
Ay, ay, ay, entonces que el Ajau nos libre de un prejuicioso con poder, porque no compartir la razón del poderoso prejuicioso resulta incomodo para nosotros, nos pone en la mira, nos hace incómodos y rebeldes.  Compartir los prejuicios del poderoso nos hace ser parte de las opiniones “sabias”, “fuertes”, “correctas”.  Compartir los prejuicios del poderoso nos acerca, nos afilia, y nos da una sensación de seguridad y respaldo. 
Pero si el Ajau no nos libra sino que nos pone al tiro, ni modo, habrá que afilar las ideas y aceitar la cintura.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Tengamos el coraje de decir NO


“En tiempos oscuros llegó un agente de los gobernantes a casa de un hombre que había aprendido a decir no.  El agente reclamó como suyas la casa y la comida del hombre y le planteó: ¿me servirás de criado? El hombre lo acostó en la cama, lo cubrió con una manta, lo vigiló durante el sueño y le obedeció durante siete años.  Jamás dijo una palabra.  Una vez que pasaron los siete años, el agente, que había engordado a fuerza de comer, dormir y dar órdenes, murió.  El hombre lo envolvió en la manta raída, lo arrojó fuera de la casa, limpió la cama, pintó las paredes, suspiró de alivio y respondió: “NO”.  (Las historias del señor Kremer, Berthol Brecht)

sábado, 13 de noviembre de 2010

¿Revolución hoy?



Al pensar en este y otros tiempos, la nostalgia es inevitable.  El corazón me agarra a dentelladas el alma cuando hoy cumplo tareas estúpidas o tupidas de pragmatismo.  Un tal doctor De La Cerna me taladra la cabeza todo el tiempo, se pasea por mi conciencia con las manos en la espalda, listo para darme patadas en las espinillas cada vez que desperdicio mi disciplina y entrega.
Cuando está menos encabronado me gusta escucharlo, de jefe pasa a amigo, cómplice, compañero.  Le gusta recordarme con cariño que los ideales son todo, son primero; que cuando hay que ser pragmático pues no hay remedio, pero que no puede ser todo el tiempo de esa manera, porque se nos seca la sangre, se nos hiela el fervor revolucionario.
Y bueno, pasando por lo que pasamos ahora, es inevitable pensar en otros tiempos.  Pasados tiempos.  Épicos.  Radicales.  Románticos.  Tiempos de darlo todo y no esperar a mañana.  Hoy, pareciera que el Sistema ha triunfado otro poquito, convenciéndonos de que las Revoluciones son cosa del pasado.  De que no hay cambios posibles sin el concurso del mercado, del capital.  De que lo idealistas son unos trasnochados y que lo único que importa es “triunfar” acumulando riqueza sin que nos importe nada ni nadie más.
¡Cómo carajo no voy a ponerme nostálgico!, ¡Cómo diantres no voy a delirar hablando con el Ché!

jueves, 11 de noviembre de 2010

Entre tanta carrera y quijotada...


En tanta carrera y quijotada contra el Sistema, a uno se le olvida de dónde le nace la rabia y las ganas de cambiarlo todo.  Pero cuando sucede que el ser más sencillo y dulce sobre la tierra cariñosamente te hace detenerte y te mete las manos en el alma, puff, que rico, la ternura se riega por todititos lados dentro de uno y se puede sentir paz.
Gracias Mamá.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Peludés, rebeldía y egoísmo...


Paremos por un segundo y pensemos, ¿cuándo deja uno de ser peludo?. Si podemos usar como sinónimo de peludo la rebeldía, pues entonces es fácil concluir que el pelo no tiene nada que ver en todo esto, sino mas bien la actitud.

Ahora bien, cómo saber si la rebeldía que profesamos es genuina, es rebeldía para abonar al proyecto común de la transformación, de la “construcción de una vida hermosa” de la “construcción de un hermoso planeta”, y no simple e insolente rebeldía egoísta y ensimismada. 

Los egoístas disfrazados de rebeldes se mueven en las arenas del sofismo, del sofismo “leontinesco”, donde la  “verdad para cada uno de nosotros es aquello que nos persuade como tal”, y su verdad es esa que debe persuadirnos.

Ya no tengo el pelo largo, soy rebelde, pero le tengo miedo al egoísmo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Para avanzar tenemos la rabia y ternura que haga falta…


Construir y abrir puertas siempre, nos garantizará avanzar, dejar huella en tirios y troyanos.
A los que nos odian o nos temen, normalmente vernos y sentirnos avanzar les causa indignación, porque con nosotros llevamos rebeldía, ideas, irreverencia.  Cuando pasamos por cualquier lugar desacartonándolo todo, dejando ver nuestros ideales; los que nos llevan a la entrega, a la ternura, a la locura, los hacedores de la nada nos ven con desprecio y concluyen en sus pequeñas y frívolas mentes, que les servimos muy poco.  
Cuando pasamos por la trinchera de otros, otros iguales o mejores en sus peludas intenciones, nos reconocemos y hacemos un “nosotros”, un nosotros que aspira a ser sujeto revolucionario, nosotros redentor, nosotros dispuesto a lo que sea necesario, rabia y ternura  incluida para lo que haga falta.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La rebeldía en la era del discurso vacío


Fotografía: Pedro M. Martínez
La rebeldía en la era
del discurso vacío

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Gabriel Cocimano        
          El «mercado» —es decir, el entramado económico y la ideología que sustenta la forma de vida consumista— ha hecho con los discursos y culturas de la «rebeldía» lo que el antiguo conquistador con los territorios que colonizaba: se ha apropiado de ellos. Años atrás, los escritores despreciados por los regímenes conservadores, los artistas de vanguardia, los músicos de rock y ciertos líderes sociales hicieron de la rebeldía una forma de vida, un compromiso. Algunos de ellos han sido perseguidos/desaparecidos por sus militancias contestatarias, en tanto otros fueron exiliados, o silenciados con el olvido definitivo. «Gran parte de la Biblia —afirma Noam Chomsky (2006)— está dedicada a individuos que condenaron los crímenes de Estado y las prácticas inmorales. Son los llamados “profetas”. En términos contemporáneos, eran disidentes intelectuales. No hace falta analizar como fueron tratados: terriblemente mal, la norma para los disidentes».
          Si la Revolución pasó de ser un «sueño eterno» a una «idea minúscula» —tal como postulan los posmodernistas— los actores sociales que expresaban su inconformismo, ¿se quedaron sin discurso? De la persecución a la apropiación, de la marginación al sueño del marketing, la figura del «rebelde» compite hoy en las góndolas y escaparates del mercado, y es funcional a sus estrategias.
          El rock «sufre angustia de hegemonía —afirma Pablo Schanton (Manso 2006)—, está totalmente aceptado. En la era del conformismo y la permisividad, el roquero es el sujeto adecuado porque vive en un estado móvil, sin raíces, haciendo de la marginación una forma de vida, como le conviene al sistema». Los grandes códigos de la contracultura punk han sido fagocitados por la industria cultural. Los míticos Rolling Stones pasaron de ser un emblema de la rebelión sesentista a estrellas del mercado e íconos de la cultura de consumo. Como tantas otras estrellas, su alto perfil y sus proclamas libertarias están auspiciadas por grandes corporaciones de telefonía celular o gaseosas. Hasta los artistas alternativos del pop y del rock contratan hoy a empresas que se dedican a la imposición de marcas para asesorar sus imágenes e instalarlos en el ancho circuito comercial, lo cual no coincide con la conducta de los viejos rebeldes iconoclastas del rock. Muchos consagrados, incluso, utilizan los mundos virtuales —como Second Life— para difundir sus productos.
          Así como la publicidad se ha apropiado de las formas estéticas y discursivas de la contrapublicidad, la industria cultural absorbió el discurso contracultural y licuó su contenido, diluyéndolo para adaptarlo a su propia lógica. De esta manera, en la sociedad se han magnificado los símbolos inútiles y los discursos vacíos. La imagen del Che Guevara sigue siendo utilizada para vender infinidad de productos, e incluso una iglesia británica se valió de su rostro —con una corona de espinas en la cabeza— para atraer a más jóvenes a su congregación.
          Hoy la rebeldía de ciertos artistas de rock, por ejemplo, pasa por reivindicar el estado de millones de seres excluidos, sin críticas ni cuestionamientos, abordando un cierto conformismo que es fagocitado por el mercado. Por otra parte, algunos de los tópicos de la rebeldía —conciencia de género, aceptación de los derechos de las minorías sexuales, despenalización de las drogas blandas— han sido admitidos y asimilados por la conciencia media y la legislación (Ibid).
          ¿Qué define como rebelde a un movimiento social o una conducta individual? Su posicionalidad dentro o fuera del sistema: los valores que se ubican en los márgenes de ese sistema suelen ser considerados como típicamente rebeldes. «Si la rebelión se circunscribe a opciones de mercado (modas y demás consumos “contestatarios”, como la drogadicción suicida) esa rebelión no es tal (…). La dependencia del sistema no puede ser rebeldía porque no subvierte nada, y porque no pasa de ser un vistoso baile de máscaras» (Morales 2005). Los movimientos sociales de marginados y excluidos del sistema, ¿buscan subvertirlo, o reclaman un lugar en él?, ¿utilizan medios alternativos, o abordan los canales propios del poder? Al igual que las izquierdas políticas, que sólo reclaman hoy socializar el capitalismo globalizado. El sistema se ha vuelto, de alguna manera, incuestionable: sólo queda hallar ubicación dentro de él, posicionándose en una situación de mayor o menor sometimiento, pero nunca de ruptura.
         Michel Onfray (1999) aplica el siguiente criterio para referirse a la figura del rebelde: el «sujeto» representa, para él, la síntesis de la sumisión, en tanto el «individuo» se define por su conciencia libre. «Todas las políticas apuntaron a esta transmutación del individuo en sujeto (…); al individuo sólo se lo tolera o celebra cuando pone su vida al servicio de la causa que lo supera y a la cual todos consagran un culto (…); el individuo debe ser destruido, luego reciclado e integrado en una comunidad proveedora de sentido (…); el juez, el político, el docente, el prelado, el moralista, el ideólogo, todos aman tanto a los sujetos sometidos que temen o detestan al individuo, insumiso». Desde su filosofía —acaso elitista y extrema— Onfray postula que ser rebelde es el arte de decir «no» a su tiempo, y de ser individuo en un mundo de masas.
          La rebeldía que contenían los movimientos sesentistas ha sido privatizada —pasó de las conciencias y de las calles a la esfera privada— y el aumento de la economía de servicios, la proliferación e incidencia de los medios masivos de comunicación y la complejización socio-laboral han sepultado definitivamente las utopías. El hombre de hoy, asiduo a las nuevas tendencias y tecnologías, ya no pretende cambiar el mundo —al igual que el «sujeto» de Onfray— sino que sólo reclama un lugar en él.
          En una sociedad tan mediatizada, es difícil subvertir un sistema desde una posición alternativa y no fracasar en el intento. Los rebeldes contemporáneos utilizan los soportes mediáticos del sistema —el subcomandante Marcos ejerce su rebeldía a través de Internet, Fidel Castro pasó a ser un mito entronizado por la televisión, y cientos de artistas e intelectuales contestatarios embolsan sin culpa las regalías por las ventas de sus productos culturales (cds, dvds o libros)—.
          Asistimos al fin de la rebeldía como estado de insumisión e independencia de los sistemas establecidos. La sociedad contemporánea ha logrado promover un sujeto «sujetado» a los cánones del mercado, sin que ese sujeto tenga conciencia de ello. «El mercado enajena al individuo de sí mismo y simultáneamente le brinda opciones para rebelarse contra eso. El veneno y el antídoto» (Morales 2005).
          La rebeldía de la modernidad era rupturista, sanguínea, visceral, idealista. La rebeldía contemporánea, en cambio, es
edulcorada y conformista. Esta rebeldía hoy parece más una estrategia de marketing, una postura intelectual, una práctica esnob. ¿Qué hacen hoy los grandes íconos rebeldes de la contracultura atrapados en un sistema que financia sus propios valores? «No es que yo rompa las reglas: es que las reglas no existen», ha dicho el viejo rebelde Bob Dylan, en un mundo en el que los excluidos luchan por «incluirse» como usufructuarios de las ventajas del modelo hegemónico, inclusive a partir de sus mismas «reglas». Frente al discurso pálido y políticamente correcto de quienes se adaptan a las exigencias del mercado, la frase del viejo Bob suena como un arresto de intacta intensidad rebelde. Sin embargo, acaso sea el discurso mismo el que haya muerto, sepultado bajo los escombros de la modernidad.
          ¿Es que no pasó a ser la palabra un signo inútil en estos tiempos?
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Fuentes:
-CHOMSKY, Noam: Pocos intelectuales se enfrentan con el poder, en Clarín, Suplemento «Zona», Buenos Aires, 06/08/2006. 
-MANSO, Diego: Toda la noche hasta que salga el sol, en Revista de Cultura Ñ, Nº 166, Buenos Aires, Clarín Ediciones, 02/12/2006. 
-MORALES, Mario Roberto: Corrección política y rebeldía sesentera, en La Insignia, Guatemala, abril 2005. 
-ONFRAY, Michel: Política del rebelde. Tratado de la resistencia y la insumisión, Perfil Libros/Básicos, 1999.



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GABRIEL COCIMANO nació en Buenos Aires el 10 de diciembre de 1961. Licenciado en Periodismo (Universidad Nacional de Lomas de Zamora), ensayista e investigador en áreas culturales, ha publicado numerosos artículos en medios gráficos nacionales e internacionales (Todo es Historia, Sumario, Gaceta de Antropología de España, entre otros) y expuesto algunas teorías en eventos educativos (VI Congreso Latinoamericano de Folklore del Mercosur). Productor de radio, participó en espacios independientes (Radio Cultura FM 97.9 y FM 95.5 Patricios) abordando diversas temáticas: arte, salud, música ciudadana y espectáculos. En abril de 2003 publicó El Fin del Secreto. Ensayos sobre la privacidad contemporánea (Editorial Dunken).
 

domingo, 31 de octubre de 2010

"No me dan trabajo por peludo"

Confesiones: Ak’abal
“No me daban trabajo por peludo”

Mis abuelos del lado de mi madre tenían el cabello largo, lejanamente recuerdo al bisabuelo: su cabello blanco se lo enrollaba alrededor de la coronilla y ponía su sombrero sobre aquel manojo canado.

Mi madre quería que yo siguiera con la tradición de los abuelos. Había algunas razones para tener el cabello largo: evitaba que uno fuera tartamudo y los espantos no lo molestaban. Mi mamá me trenzaba, dos trenzas porque mi cabello era abundante, esto duró hasta que cumplí siete años.

Por aquel entonces los maestros salían de casa en casa reclutando niños de edad escolar y quienes se rehusaran llevar a sus hijos a la escuela los ponían en la cárcel.

A pesar de esa advertencia muchos padres escondían a sus hijos en pozos secos, en ollas grandes o en la copa de los árboles.

La escuela no era bien vista por los ancianos, temían que fuera un lugar “donde les abrirían los ojos y los oídos a los niños y que poco a poco irían perdiendo el respeto a sus mayores...” (Al paso de cómo van las cosas me pregunto si no tendría algo de profético el temor de los abuelos).

En fin, los maestros aparecieron detrás de la casa y me echaron el ojo, así que no hubo escapatoria, yo tenía mucho miedo pero mi padre me dio ánimos para ir.

Y me llevaron para inscribirme, y aquí el primer problema: el director de la escuela dijo que no me inscribirían en la escuela de varones sino en la de niñas, mis padres insistían en que yo era varón, pero la dirección dijo que no inscribirían a alguien que no parecía hombre, por lo que por primera vez me cortaron el pelo.

Mi madre lloró mucho y guardó mis trenzas entre su almohada.

Pasaron los años de la escuela primaria, cuando yo andaba por los diez y siete años mi cabello era ya bastante largo, mi madre estaba contenta porque según ella me parecía mucho al abuelo.

Por ese entonces el ejército reclutaba a los muchachos de mi edad para llevárselos al cuartel, se llamaba sarcásticamente “servicio voluntario de milicia” (aquello era una cacería criminal), y todo aquel que tuviera el cabello largo era seña de que no había prestado servicio militar; y aunque yo no debía hacerlo por impedimento físico, los militares me obligaron a cortármelo porque según ellos yo era un “amujerado”, y que si no me lo cortaba por mi cuenta que ellos lo harían “porque los machos tienen que parecer hombres”. Muy en contra de mi voluntad tuve que visitar otra vez al barbero.

Pasaron seis u ocho años y el pelo inevitablemente me volvió a crecer. Por esos años la guerra interna del país se intensificó y yo tuve que abandonar mi pueblo e ir a la ciudad en busca de trabajo, lo que fuera: barrendero, sirviente, cargador; cualquier trabajo porque yo no era (ni soy) calificado en nada.

No me daban trabajo “por peludo”, que así parecía vago, charamilero, y que tenía cara de baboso. No tuve más remedio que cortármelo.

Después de trabajar diez años en la ciudad, dejé de ser obrero y regresé a mi pueblo y volví a dejarme crecer el pelo. Por esos días se publicó mi primer libro de poemas y aparecieron por primeras vez fotografías mías en los periódicos y, aunque parezca broma, algunos “críticos” de literatura guatemalteca saltaron de su sillón, dijeron que yo me había dejado crecer el pelo “para caerles bien a los europeos”, para venderme como apache, como siux, que parecía hippie, etc. (la prensa guarda en sus páginas esos insólitos artículos).

Y hoy que finalmente puedo disfrutar de mi cabello y tenerlo como me dé la gana, no sólo ya no me crece sino que se me comienza a caer.
 
(Gracias por compartirlo Oscar)

viernes, 29 de octubre de 2010

Sanatevergueador

Los cambios revolucionarios, o más simplemente: los cambios culturales en las grandes masas humanas, son procesos lentísimos. Hay que tener una peluda paciencia y una más peluda determinación...

Este trópico y su gente enamorada...

      Este trópico está lleno de gente enamorada desmemoriada un día subimos a las nubes sobre el mar y al día siguiente nos hacemos...