viernes, 3 de diciembre de 2010

Alí Babá, los 40 ladrones y Los Peludos mandándolos a chingar a su madre.


En esta sociedad tan acostumbrada por la cultura dominante al maniqueísmo, hablar de buenos y malos es casi ineludible.  La historia de Alí Babá nos cuenta como un suertudo, inocentemente, se topa con la cueva donde 40 ladrones ocultaban lo que robaban.
Ábrete sésamo decía el capitán de los mañosos, y la gran piedra de la entrada se movía, Alí Babá escuchó las palabras mágicas y entró a la cueva cuando los caquitos no se encontraban.  La quijada se la cayó al suelo y cargó con todo lo que pudo.  Como suele suceder, su secreto no permaneció mucho tiempo oculto, y su “hermano” se avorazó sobre los chelines mal habidos.  Recordó las palabras que abrían la caverna, pero al querer “salir” no dio pie con bola, llegaron los 40 y allí mismo terminaron con su pasajera dicha y fortuna.
Los 40 se dieron a la tarea de cazar a Alí Babá, los 40 murieron, su capitán al último.  Alí se quedó con todito.  Que suertudo el Babá ese.
La cosa es que pareciera que el tal Alí se salió con la suya y la historia lo deja bien parado.  Hoy día en nuestro “bello y horrendo país”, andan muchos “Babás” por ahí, navegando con bandera de inocentes por no decir de pendejos, considerándose suertudos por apropiarse del botín de los ladrones, dispuestos a deshacerse cándidamente de quien se interponga en su camino.  Y por si fuera poco, intentan quedar bien parados ante la historia.
Qué tienen que ver los Peludos en todo esto, pues que nuestro deber es mentarle la madre a los buenazos de los “Babás” y a los 40 ladrones.  El botín acumulado de los mañosos está amasado con el sudor del pueblo, a fuerza de embrutecerlo y obligarlo a producir y cuasi regalar su fuerza de trabajo, su vida.  El tal Alí Babá, para el caso de esta analogía, simplemente quiere lo que no es de él, ni de los ladrones.  Los Peludos tienen que ver en todo esto, porque son los llamados a no quedarse callados, son los llamados a dinamitar la fuking piedra de la cueva, devolver a sus legítimos dueños lo robado y poner en su lugar al tal señor Babá.
Los jóvenes, impetuosos como son, con ideales y dispuestos a todo, esos jóvenes con alma de peludos deben ser los buenos de la historia contemporánea de nuestro país.

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