lunes, 29 de noviembre de 2010

Un tipo, una moneda y dos viejitas...




Una señora mayor empuja la silla de ruedas de otra más grande aún, la que empuja tiene un semblante blanquecino, de esos que solo sobresalen en las sombras pero no a la luz de la calle.  La que va en la silla de ruedas raya en lo mortecino ya, su tez es pálida, como si su sangre estuviera tan cansada como ella, se hubiera detenido y no corriera más por su cuerpo hecho pasa.
La que va sobre sus piernas, discute con un taxista sobre cómo entrar montura y jinete, el taxista plantea soluciones prácticas, la una al baúl, la otra al asiento de atrás.  Las manos huesudas aprietan los mangos con rabia y la placa, ya desgastada y fuera de lugar, imprime dramatismo en las palabras y labios de la anciana.
La que va sobre sus posaderas, ya no está, yace sin control de sus extremidades, de su cuello, de sus funciones corporales.  Sus ojos se mueven vertiginosamente cuando las palabras suben de tono y se quedan quietos cuando las pequeñas escaramuzas a su alrededor se apagan. 
Mientras tanto, un tipo moreno, más bien prieto de tanto sol, viene caminando en dirección hacia el lugar donde se desarrollan las negociaciones entre taxista y septuagenaria, trae puesta una gorra que alguna vez fue blanca, una camisa gastada y unos pantalones de lona.  Hace frío y lleva las manos entre las bolsas, desde lejos observa el cuadro de las dos señoras, no pone atención al taxista, que a todo esto ya se ha marchado, y cuando pasa justo al lado, saca su mano derecha de la bolsa y arroja tímidamente una moneda sobre el regazo de la señora en la silla de ruedas.
La que está de pie lo ve con odio mientras la moneda rebota en la mantita que cubre las piernas de la que está sentada, el tipo prieto trata de decir algo con la mirada pero es reprimido por unos ojos encendidos en dolor, impotencia y frustración.  El hombre hace ademán de saludo sobre la marcha inclinando un tanto la cabeza y los hombros, sigue su camino, mientras la moneda se ha quedado quieta.  Pronto lo hará la señora que está de pie, la otra, ya no mueve los ojos.
El pueblo en su profunda humildad, es sencillo y muy humano, da lo que tiene, no lo que le sobra.  Y por si fuera poco, no mira a quién.  Lástima que algunas viejas y viejos hoy jóvenes, se aprovechen de esa nobleza.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Rápido, intenso y aterrador




El otro día con mi sobrino nos subimos a una montaña rusa, los dos estábamos ansiosos porque nunca antes habíamos experimentado algo así.  Nos sentamos, bajamos la barra de seguridad y nos consideramos listos.  Lo primero que notamos fue que íbamos en un carrito individual, no en una serie unida de carritos o en un solo “tren” de carros, el efecto fue de soledad y miedo, pero también de goce particular, nadie más que nosotros disfrutaría.
Lo segundo fue el movimiento, inició lento, lento, pero desde el principio se sintió la potencia del mecanismo que impulsaba al dichoso carrito, otra vez miedo y ya nadita de goce.  Iniciamos la subida a tirones, subimos y subimos, la vista era estupenda, la parte de la ciudad que veíamos lucia extrañamente en calma y las luces silenciosas transmitían paz, y de pronto, zas que inicia el primer descenso, una fuerza contraria nos estampó contra el respaldo de nuestros individuales y solitarios asientos y la caída no nos dejaba ver hacia dónde íbamos, solo sabíamos que nos desplomábamos velozmente y lo peor, sin ningún tipo de control, sin nada que pudiéramos hacer.
En ese punto, apenas inicial, tanto mi sobrino como yo queríamos simplemente bajarnos, que parara esa condenada cosa, carrito, tren o lo que coño sea y es, y bajarnos, pero claro, no se puede una vez iniciado el trayecto.  He de confesar que esa primera bajada la hice con los ojos abiertos, el resto del recorrido fue con los ojos cerrados.  Para saber qué hacía con nosotros el endemoniado cacharro ese, tenía que sentir de qué lado o en qué posición estaba mi estomago.

Fue rápido, intenso y aterrador.  Cuando por fin paró el puto carrito, no sé quién salto más raudo y veloz fuera, pero al segundo siguiente de detenernos ya estábamos a diez metros de todas las costillas de hierro por las que corre endemoniadamente esa maquinita del infierno.  Nos reíamos de los puros nervios, nos mirábamos el susto mutuamente, los dos maldecíamos y jurábamos nunca más subirnos a una cosa de esas. Teníamos una sensación de compañerismo, de que juntos habíamos enfrentado y sorteado un peligro mayúsculo, sin un solo rasguño, nos sabíamos valientes y a los pobres incautos que estaban en la cola para probar su suerte, les mirábamos con cierto aire de superioridad y excesiva autoestima.
En ocasiones nuestras vidas son una como una montaña rusa, rápida, intensa y a veces aterradora, la diferencia es que podemos parar el condenado carrito y ponerlo en los rieles que queramos.

domingo, 21 de noviembre de 2010

"Los prejuiciosos con poder"


Prejuzgar consiste en establecer conclusiones antes de poseer un conocimiento cabal o fundado del asunto que se juzga, y en mantenerlas además obstinadamente frente a posibles pruebas en contra”.
El primer elemento del prejuicio es la precipitación, el segundo la “antirazón”, y el tercero es una manifestación psicológica de rechazo.  El autentico prejuicio aflora cuando la estructura de creencias que se tiene es cerrada, conservadora, y en consecuencia la concepción del mundo es pequeña y obturada.  El prejuicio sirve para conservar los intereses individuales y de grupo, por eso la ferocidad en mantenerlos.
Los prejuiciosos economizan neuronas porque no se dan a la tarea de entender su entorno y a los demás, normalmente tienen una misma respuesta para todo, y claro, en dicha respuesta la razón es propiedad de ellos, de nadie más.
Los prejuiciosos son gente “simple”, desabrida y sin recursos, sin creatividad, pero con mucho pragmatismo.  Entonces ¡oh! paradoja, conocen pobremente la realidad pero el prejuicio les facilita su manejo.
El conocimiento es un lujo peligroso, porque el prejuicioso sabe todo de todo, y “conocer” puede cambiar todo su mundo, por lo que no hay que esforzarse en comprender o razonar.  El prejuicioso es un sabiondo de pacotilla.
Los prejuiciosos tienen vocación, son adictos a ver la paja en el ojo ajeno, inmediatamente atribuye rasgos “hiper” negativos al adversario para “justificar” la hostilidad hacia él.  Al final, vencido el oponente, la aparente hostilidad se transforma en magnánima justicia imperiosa.
Sin embargo, lo que realmente alimenta al prejuicioso, su obstinación, abuso, control y hostilidad, es la legitimación de sus privilegios o sus delirios.
Ay, ay, ay, entonces que el Ajau nos libre de un prejuicioso con poder, porque no compartir la razón del poderoso prejuicioso resulta incomodo para nosotros, nos pone en la mira, nos hace incómodos y rebeldes.  Compartir los prejuicios del poderoso nos hace ser parte de las opiniones “sabias”, “fuertes”, “correctas”.  Compartir los prejuicios del poderoso nos acerca, nos afilia, y nos da una sensación de seguridad y respaldo. 
Pero si el Ajau no nos libra sino que nos pone al tiro, ni modo, habrá que afilar las ideas y aceitar la cintura.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Tengamos el coraje de decir NO


“En tiempos oscuros llegó un agente de los gobernantes a casa de un hombre que había aprendido a decir no.  El agente reclamó como suyas la casa y la comida del hombre y le planteó: ¿me servirás de criado? El hombre lo acostó en la cama, lo cubrió con una manta, lo vigiló durante el sueño y le obedeció durante siete años.  Jamás dijo una palabra.  Una vez que pasaron los siete años, el agente, que había engordado a fuerza de comer, dormir y dar órdenes, murió.  El hombre lo envolvió en la manta raída, lo arrojó fuera de la casa, limpió la cama, pintó las paredes, suspiró de alivio y respondió: “NO”.  (Las historias del señor Kremer, Berthol Brecht)

sábado, 13 de noviembre de 2010

¿Revolución hoy?



Al pensar en este y otros tiempos, la nostalgia es inevitable.  El corazón me agarra a dentelladas el alma cuando hoy cumplo tareas estúpidas o tupidas de pragmatismo.  Un tal doctor De La Cerna me taladra la cabeza todo el tiempo, se pasea por mi conciencia con las manos en la espalda, listo para darme patadas en las espinillas cada vez que desperdicio mi disciplina y entrega.
Cuando está menos encabronado me gusta escucharlo, de jefe pasa a amigo, cómplice, compañero.  Le gusta recordarme con cariño que los ideales son todo, son primero; que cuando hay que ser pragmático pues no hay remedio, pero que no puede ser todo el tiempo de esa manera, porque se nos seca la sangre, se nos hiela el fervor revolucionario.
Y bueno, pasando por lo que pasamos ahora, es inevitable pensar en otros tiempos.  Pasados tiempos.  Épicos.  Radicales.  Románticos.  Tiempos de darlo todo y no esperar a mañana.  Hoy, pareciera que el Sistema ha triunfado otro poquito, convenciéndonos de que las Revoluciones son cosa del pasado.  De que no hay cambios posibles sin el concurso del mercado, del capital.  De que lo idealistas son unos trasnochados y que lo único que importa es “triunfar” acumulando riqueza sin que nos importe nada ni nadie más.
¡Cómo carajo no voy a ponerme nostálgico!, ¡Cómo diantres no voy a delirar hablando con el Ché!

jueves, 11 de noviembre de 2010

Entre tanta carrera y quijotada...


En tanta carrera y quijotada contra el Sistema, a uno se le olvida de dónde le nace la rabia y las ganas de cambiarlo todo.  Pero cuando sucede que el ser más sencillo y dulce sobre la tierra cariñosamente te hace detenerte y te mete las manos en el alma, puff, que rico, la ternura se riega por todititos lados dentro de uno y se puede sentir paz.
Gracias Mamá.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Peludés, rebeldía y egoísmo...


Paremos por un segundo y pensemos, ¿cuándo deja uno de ser peludo?. Si podemos usar como sinónimo de peludo la rebeldía, pues entonces es fácil concluir que el pelo no tiene nada que ver en todo esto, sino mas bien la actitud.

Ahora bien, cómo saber si la rebeldía que profesamos es genuina, es rebeldía para abonar al proyecto común de la transformación, de la “construcción de una vida hermosa” de la “construcción de un hermoso planeta”, y no simple e insolente rebeldía egoísta y ensimismada. 

Los egoístas disfrazados de rebeldes se mueven en las arenas del sofismo, del sofismo “leontinesco”, donde la  “verdad para cada uno de nosotros es aquello que nos persuade como tal”, y su verdad es esa que debe persuadirnos.

Ya no tengo el pelo largo, soy rebelde, pero le tengo miedo al egoísmo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Para avanzar tenemos la rabia y ternura que haga falta…


Construir y abrir puertas siempre, nos garantizará avanzar, dejar huella en tirios y troyanos.
A los que nos odian o nos temen, normalmente vernos y sentirnos avanzar les causa indignación, porque con nosotros llevamos rebeldía, ideas, irreverencia.  Cuando pasamos por cualquier lugar desacartonándolo todo, dejando ver nuestros ideales; los que nos llevan a la entrega, a la ternura, a la locura, los hacedores de la nada nos ven con desprecio y concluyen en sus pequeñas y frívolas mentes, que les servimos muy poco.  
Cuando pasamos por la trinchera de otros, otros iguales o mejores en sus peludas intenciones, nos reconocemos y hacemos un “nosotros”, un nosotros que aspira a ser sujeto revolucionario, nosotros redentor, nosotros dispuesto a lo que sea necesario, rabia y ternura  incluida para lo que haga falta.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La rebeldía en la era del discurso vacío


Fotografía: Pedro M. Martínez
La rebeldía en la era
del discurso vacío

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Gabriel Cocimano        
          El «mercado» —es decir, el entramado económico y la ideología que sustenta la forma de vida consumista— ha hecho con los discursos y culturas de la «rebeldía» lo que el antiguo conquistador con los territorios que colonizaba: se ha apropiado de ellos. Años atrás, los escritores despreciados por los regímenes conservadores, los artistas de vanguardia, los músicos de rock y ciertos líderes sociales hicieron de la rebeldía una forma de vida, un compromiso. Algunos de ellos han sido perseguidos/desaparecidos por sus militancias contestatarias, en tanto otros fueron exiliados, o silenciados con el olvido definitivo. «Gran parte de la Biblia —afirma Noam Chomsky (2006)— está dedicada a individuos que condenaron los crímenes de Estado y las prácticas inmorales. Son los llamados “profetas”. En términos contemporáneos, eran disidentes intelectuales. No hace falta analizar como fueron tratados: terriblemente mal, la norma para los disidentes».
          Si la Revolución pasó de ser un «sueño eterno» a una «idea minúscula» —tal como postulan los posmodernistas— los actores sociales que expresaban su inconformismo, ¿se quedaron sin discurso? De la persecución a la apropiación, de la marginación al sueño del marketing, la figura del «rebelde» compite hoy en las góndolas y escaparates del mercado, y es funcional a sus estrategias.
          El rock «sufre angustia de hegemonía —afirma Pablo Schanton (Manso 2006)—, está totalmente aceptado. En la era del conformismo y la permisividad, el roquero es el sujeto adecuado porque vive en un estado móvil, sin raíces, haciendo de la marginación una forma de vida, como le conviene al sistema». Los grandes códigos de la contracultura punk han sido fagocitados por la industria cultural. Los míticos Rolling Stones pasaron de ser un emblema de la rebelión sesentista a estrellas del mercado e íconos de la cultura de consumo. Como tantas otras estrellas, su alto perfil y sus proclamas libertarias están auspiciadas por grandes corporaciones de telefonía celular o gaseosas. Hasta los artistas alternativos del pop y del rock contratan hoy a empresas que se dedican a la imposición de marcas para asesorar sus imágenes e instalarlos en el ancho circuito comercial, lo cual no coincide con la conducta de los viejos rebeldes iconoclastas del rock. Muchos consagrados, incluso, utilizan los mundos virtuales —como Second Life— para difundir sus productos.
          Así como la publicidad se ha apropiado de las formas estéticas y discursivas de la contrapublicidad, la industria cultural absorbió el discurso contracultural y licuó su contenido, diluyéndolo para adaptarlo a su propia lógica. De esta manera, en la sociedad se han magnificado los símbolos inútiles y los discursos vacíos. La imagen del Che Guevara sigue siendo utilizada para vender infinidad de productos, e incluso una iglesia británica se valió de su rostro —con una corona de espinas en la cabeza— para atraer a más jóvenes a su congregación.
          Hoy la rebeldía de ciertos artistas de rock, por ejemplo, pasa por reivindicar el estado de millones de seres excluidos, sin críticas ni cuestionamientos, abordando un cierto conformismo que es fagocitado por el mercado. Por otra parte, algunos de los tópicos de la rebeldía —conciencia de género, aceptación de los derechos de las minorías sexuales, despenalización de las drogas blandas— han sido admitidos y asimilados por la conciencia media y la legislación (Ibid).
          ¿Qué define como rebelde a un movimiento social o una conducta individual? Su posicionalidad dentro o fuera del sistema: los valores que se ubican en los márgenes de ese sistema suelen ser considerados como típicamente rebeldes. «Si la rebelión se circunscribe a opciones de mercado (modas y demás consumos “contestatarios”, como la drogadicción suicida) esa rebelión no es tal (…). La dependencia del sistema no puede ser rebeldía porque no subvierte nada, y porque no pasa de ser un vistoso baile de máscaras» (Morales 2005). Los movimientos sociales de marginados y excluidos del sistema, ¿buscan subvertirlo, o reclaman un lugar en él?, ¿utilizan medios alternativos, o abordan los canales propios del poder? Al igual que las izquierdas políticas, que sólo reclaman hoy socializar el capitalismo globalizado. El sistema se ha vuelto, de alguna manera, incuestionable: sólo queda hallar ubicación dentro de él, posicionándose en una situación de mayor o menor sometimiento, pero nunca de ruptura.
         Michel Onfray (1999) aplica el siguiente criterio para referirse a la figura del rebelde: el «sujeto» representa, para él, la síntesis de la sumisión, en tanto el «individuo» se define por su conciencia libre. «Todas las políticas apuntaron a esta transmutación del individuo en sujeto (…); al individuo sólo se lo tolera o celebra cuando pone su vida al servicio de la causa que lo supera y a la cual todos consagran un culto (…); el individuo debe ser destruido, luego reciclado e integrado en una comunidad proveedora de sentido (…); el juez, el político, el docente, el prelado, el moralista, el ideólogo, todos aman tanto a los sujetos sometidos que temen o detestan al individuo, insumiso». Desde su filosofía —acaso elitista y extrema— Onfray postula que ser rebelde es el arte de decir «no» a su tiempo, y de ser individuo en un mundo de masas.
          La rebeldía que contenían los movimientos sesentistas ha sido privatizada —pasó de las conciencias y de las calles a la esfera privada— y el aumento de la economía de servicios, la proliferación e incidencia de los medios masivos de comunicación y la complejización socio-laboral han sepultado definitivamente las utopías. El hombre de hoy, asiduo a las nuevas tendencias y tecnologías, ya no pretende cambiar el mundo —al igual que el «sujeto» de Onfray— sino que sólo reclama un lugar en él.
          En una sociedad tan mediatizada, es difícil subvertir un sistema desde una posición alternativa y no fracasar en el intento. Los rebeldes contemporáneos utilizan los soportes mediáticos del sistema —el subcomandante Marcos ejerce su rebeldía a través de Internet, Fidel Castro pasó a ser un mito entronizado por la televisión, y cientos de artistas e intelectuales contestatarios embolsan sin culpa las regalías por las ventas de sus productos culturales (cds, dvds o libros)—.
          Asistimos al fin de la rebeldía como estado de insumisión e independencia de los sistemas establecidos. La sociedad contemporánea ha logrado promover un sujeto «sujetado» a los cánones del mercado, sin que ese sujeto tenga conciencia de ello. «El mercado enajena al individuo de sí mismo y simultáneamente le brinda opciones para rebelarse contra eso. El veneno y el antídoto» (Morales 2005).
          La rebeldía de la modernidad era rupturista, sanguínea, visceral, idealista. La rebeldía contemporánea, en cambio, es
edulcorada y conformista. Esta rebeldía hoy parece más una estrategia de marketing, una postura intelectual, una práctica esnob. ¿Qué hacen hoy los grandes íconos rebeldes de la contracultura atrapados en un sistema que financia sus propios valores? «No es que yo rompa las reglas: es que las reglas no existen», ha dicho el viejo rebelde Bob Dylan, en un mundo en el que los excluidos luchan por «incluirse» como usufructuarios de las ventajas del modelo hegemónico, inclusive a partir de sus mismas «reglas». Frente al discurso pálido y políticamente correcto de quienes se adaptan a las exigencias del mercado, la frase del viejo Bob suena como un arresto de intacta intensidad rebelde. Sin embargo, acaso sea el discurso mismo el que haya muerto, sepultado bajo los escombros de la modernidad.
          ¿Es que no pasó a ser la palabra un signo inútil en estos tiempos?
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Fuentes:
-CHOMSKY, Noam: Pocos intelectuales se enfrentan con el poder, en Clarín, Suplemento «Zona», Buenos Aires, 06/08/2006. 
-MANSO, Diego: Toda la noche hasta que salga el sol, en Revista de Cultura Ñ, Nº 166, Buenos Aires, Clarín Ediciones, 02/12/2006. 
-MORALES, Mario Roberto: Corrección política y rebeldía sesentera, en La Insignia, Guatemala, abril 2005. 
-ONFRAY, Michel: Política del rebelde. Tratado de la resistencia y la insumisión, Perfil Libros/Básicos, 1999.



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GABRIEL COCIMANO nació en Buenos Aires el 10 de diciembre de 1961. Licenciado en Periodismo (Universidad Nacional de Lomas de Zamora), ensayista e investigador en áreas culturales, ha publicado numerosos artículos en medios gráficos nacionales e internacionales (Todo es Historia, Sumario, Gaceta de Antropología de España, entre otros) y expuesto algunas teorías en eventos educativos (VI Congreso Latinoamericano de Folklore del Mercosur). Productor de radio, participó en espacios independientes (Radio Cultura FM 97.9 y FM 95.5 Patricios) abordando diversas temáticas: arte, salud, música ciudadana y espectáculos. En abril de 2003 publicó El Fin del Secreto. Ensayos sobre la privacidad contemporánea (Editorial Dunken).
 

Este trópico y su gente enamorada...

      Este trópico está lleno de gente enamorada desmemoriada un día subimos a las nubes sobre el mar y al día siguiente nos hacemos...