viernes, 28 de enero de 2011

EL PATOJO Y EL CHÉ GUEVARA


Julio Roberto Cáceres, “El Patojo”, compañero militante del Partido Guatemalteco del Trabajo en la época de la Revolución del 44 y la posterior contrarrevolución, en palabras del Ché  El Patojo buscaba algo distinto, buscaba la liberación de su país; como en todos nosotros, una profunda transformación se había producido en él”...
Continua el Ché  “De aquel muchacho sensible y concentrado, todavía hoy no puedo saber si fue inmensamente tímido o demasiado orgulloso para reconocer algunas debilidades y sus problemas más íntimos, para acercarse al amigo a solicitar la ayuda requerida. El Patojo era un espíritu introvertido, de una gran inteligencia, dueño de una cultura amplia y en constante desarrollo, de una profunda sensibilidad que estaba puesta, en los últimos tiempos, al servicio de su pueblo hombre de partido ya, pertenecía al PGT, se había disciplinado en el trabajo y estaba madurando como un gran cuadro revolucionario. De su susceptibilidad, de las manifestaciones de orgullo de antaño, poco quedaba. La revolución limpia a los hombres, los mejora como el agricultor experimentado corrige los defectos de la planta e intensifica las buenas cualidades”.
El Ché conoció  a Julio Roberto Cáceres en México, y luego de que Fidel no aceptó más extranjeros en la expedición revolucionaria hacia Cuba, el Patojo llegó a la isla a pocos días de triunfar la Revolución.  Trabajó por un tiempo en el Ministerio de Industrias y llegado el momento le dijo al Ché que volvía a Guatemala, a pelear, a hacer la Revolución en tierras chapinas.
Los consejos del Ché fueron tres:  Movilidad constante. desconfianza constante, vigilancia constante. Movilidad, es decir, no estar nunca en el mismo lugar, no pasar dos noches en el mismo sitio, no dejar de caminar de un lugar para otro. Desconfianza, desconfiar al principio hasta de la propia sombra, de los campesinos amigos, de los informantes, de los guías, de los contactos; desconfiar de todo, hasta tener una zona liberada. Vigilancia; postas constantes, exploraciones constantes, establecimiento del campamento en lugar seguro y, por sobre todas estas cosas, nunca dormir bajo techo, nunca dormir en una casa donde se pueda ser cercado. Era lo más sintético de nuestra experiencia guerrillera, lo único, junto con un apretón de manos, que podía dar al amigo. ¿Aconsejarle que no lo hiciera?, ¿con qué derecho, si nosotros habíamos intentado algo cuando se creía que no se podía, y ahora, él sabía que era posible?”
Y nos dice el Ché “Se fue El Patojo y, al tiempo, llegó la noticia de su muerte. Como siempre, al principio había esperanzas de que dieran un nombre cambiado, de que hubiera alguna equivocación, pero ya, desgraciadamente, está reconocido el cadáver por su propia madre; no hay dudas de que murió. Y no él solo, sino un grupo de compañeros con él, tan valiosos, tan sacrificados, tan inteligentes quizás, pero no conocidos personalmente por nosotros.  Todavía no se sabe muy bien lo ocurrido, pero se puede decir que la zona fue mal escogida, que no tenían preparación física los combatientes, que no se tuvo la suficiente desconfianza, que no se tuvo, por supuesto, la suficiente vigilancia. El ejército represivo los sorprendió, mató unos cuantos, los dispersó, los volvió a perseguir y, prácticamente, los aniquiló; algunos tomándolos prisioneros, otros, como El Patojo, muertos en el combate.
Son los últimos versos de un revolucionario pero, además, un canto de amor a la Revolución, a la Patria y a una mujer. A esa mujer que El Patojo conoció y quiso aquí en Cuba, vale la recomendación final de sus versos como un imperativo:

Toma, es sólo un corazón
tenlo en tu mano
y cuando llegue el día,
Abre tu mano para que el Sol lo caliente...

El corazón de El Patojo ha quedado entre nosotros y espera qua la mano amada y la mano amiga de todo un pueblo lo caliente bajo el sol del nuevo día que alumbrará sin duda para Guatemala y para toda América…”

Julio Roberto Cáceres, El Patojo, fue como cualquiera de nosotros, hizo lo que tenía que hacer en su época.  Sufrió la derrota de la Revolución de Octubre, estuvo con los revolucionarios de ese tiempo, aprendiendo, creciendo, siendo rebelde.  Amó, peleó, murió por lo que creía.  Que viva El Patojo que vive dentro de cada uno de nosotros. 

2 comentarios:

  1. El Patojo... esperando a que el sol caliente mi corazón hermano, mientras tanto, bajo el sol a seguir en la lucha por la justicia social y la honestidad de los hombres, otro mundo es posible, que hermoso su texto compañero.

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  2. Hermoso lo que ustedes hacen compañero, sigan, sigan dándonos el ejemplo. Un abrazo compa.

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