lunes, 10 de enero de 2011

El arte de tragar sapos


Soy nuevo en esta práctica, y todavía me cuesta un poco.  Hay sapos de sapos.  Algunos se presentan bonitos, pequeñitos y con colores vivos, hasta se los traga uno con alegría; pero después, se da uno cuenta que el color solo es una artimaña para engañar e invitar a engullirlos.  Rápido empiezan los dolores, fuertes, secos, en la boca del estomago.  También se presentan sudoraciones y como es menester en el arte de tragar sapos, solo se puede aguantar el efecto del sapo tragado.
Los hay gordos, grandes, rugosos, esos cuesta tragarlos, mucho, mucho.  Te dan ganas de vomitar cuando se meten a tu boca, cuando se siente su rugosidad y las ligas que supuran.  Casi te ahogan cuando ya es un hecho que van bajando por la garganta, y cuando al fin llegan al estomago se inflan y causan una sensación de una llenura asquerosa.
Están los exóticos, de esos que solo se tragan una vez, con ellos nunca se sabe cómo será la cosa.  También los hay sicodélicos, esos son alucinógenos y se los traga uno fundamentalmente en cuestiones de amores.  Están los sapos retro, son aquellos que nos proporcionan los compas viejos en sus conversas.  Los plásticos,  esos no solo se tragan sino que encima hay que comprarlos, normalmente para quedar bien con alguien o siguiendo alguna estúpida moda.  Los sapos pirruris, pedantes, descerebrados y siempre chic, esos nos los tragamos cada vez que no podemos eliminarlos (tal cual debería ser, pirruris visto, pirruris muerto).
Existen los sapos de cuarto, los sapos mañaneros, los sapos del zapping, los sapos extranjeros, los sapos académicos, en fin, hay muchas clases de sapos y mientras nos vamos volviendo viejos, aprendemos el arte de tragar sapos.  
NOTA:  De los sapos de la política es mejor no hablar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Este trópico y su gente enamorada...

      Este trópico está lleno de gente enamorada desmemoriada un día subimos a las nubes sobre el mar y al día siguiente nos hacemos...