viernes, 10 de septiembre de 2021

Víctor Hugo



Lo primero que recuerdo es que no me quería reclutar, me lo confesó muchos años después, cuando ya nos queríamos profundamente. Sucede que ya me había hecho un perfil y no lo convencía, pensaba que era muy impulsivo y que me costaba seguir ordenes, que podría ser un dolor de cabeza permanente. No se equivocaba. Sin embargo, otro compañero, sin mayor rango, pero con mucha autoridad moral, le recomendó que me reclutara, que mis partes romas se podían pulir, al parecer no tuvo opción y “me echo el lazo”. Sinceramente, yo esperaba tal suceso, y no pasaba, quizá por eso me sobre esforzaba en todo lo que hacía, feliz, corrí a darle la buena noticia a quien en esa época era mi compañera, y a decirle que creía que ella también podía formar parte de la organización: sonrió con picardía y me soltó, a mí me reclutaron hace rato. No cabe duda que era muy malcabresto y les preocupaba eso.
Víctor Hugo era su pseudónimo, se veía que le caía mal, me miraba con sus ojos claros con particular filo, sinceramente yo no imaginaba su estatura política, y bueno, lo trataba con el desdén de un joven que cree poderlo todo. Llegado el día, me lo topé en las gradas del edificio donde trabajábamos y me dijo, tenés tiempo para ir a almorzar, bueno, le conteste. Fuimos a un restaurante chino que quedaba como a una cuadra, había mucho silencio, y él hablaba sereno, me parecía que todo iba muy lento, intuía la razón de la reunión, pero no llegaba el momento que deseaba. Como buen gato cazador, me iba arrinconando, criticando mis errores de manera paternal, haciéndome ver el potencial que tenía, hablándome sobre la situación del país, de la lucha, de la Revolución. Sí dije, sí, que yo quiero ser parte, qué tengo que hacer, solo decíme qué tengo que hacer. Formarte respondió. Y me dio un rimero de libros. Va, le dije, pero qué hay que hacer, volví a preguntar, formarte, volvió a responder. Debo confesar que fue un poco frustrante al principio, mi naturaleza aventurera quería más, pero luego me invadió una felicidad que nunca había sentido.
Fui leyendo libro a libro y cuando hube terminado, volví para devolverlos y preguntar nuevamente, y ahora qué, la respuesta fue una sonrisa socarrona. Me puse bravo. Antes de alejarse me soltó, yo te aviso cuándo nos reuniremos nuevamente y te daré más tareas. Ya se me bajó el mosh un poco y me fui mascullando: cómo chingados va a cambiar esta vaina si solo lee uno libros y le hablan de reuniones. Me moría por comerme el mundo.
Luego, fui entrando en la disciplina, en el entendimiento profundo de las causas estructurales de la situación en Guatemala y, me fue entrando cierta calma rabiosa, cierta contención del animal que corcoveaba en mis adentros. La formación fue lo primero, mucha, mucha lectura, mucha orientación y prácticamente clases magistrales, nada de reuniones con otras personas, durante meses, solo con él. Sentí como iba cambiando mis fieras internas y se volvían pacientes. Así fue el inicio de una vida entregada a lo que me enseñaron era la lucha revolucionaria, siempre asomaban ansiedades y la inmadurez propia de la juventud, pero lo aprendido de mi responsable político, luego mi compañero, luego mi amigo y al final mi hermano y figura paternal, fue una guía en la vida, porque la revolución se hace callado, cuando nadie te ve, en los espacios más íntimos, si es verdadera la lucha, se muere en ella, siendo congruente en espacios amplios. Eso fue lo que me dejó Víctor Hugo, una traza que ahora transmito a mi hijo. Hoy, mi amigo y mentor, mi padre político, se ha ido.
Aunque suene a añoranza anacrónica: QUE VIVA LA REVOLUCIÓN. HASTA LA VICTORIA SIEMPRE. Hasta siempre querido David Edmundo Arias.

sábado, 4 de septiembre de 2021

Motivos para incendiarlo todo

 


 

Hace doscientos años quizá hubiese escrito sobre la rebeldía. Hace quinientos años, también. Hoy, no sé, hoy, toca escribir sobre la memoria y hacer recuento de las veces que debimos ser rebeldes. Mañana, si nos enamoramos en serio de la tierra que nos nutre y la sangre que nos une, quizá podamos escribir sobre otra cosa que no sean motivos para incendiarlo todo.

viernes, 3 de septiembre de 2021

La textura de tu olor

 


 

 

Sin marquesina ni neón

ni abrazos perennes

o vocación,

en tiempos raros

un fugaz roce es suficiente para un certero pinchazo a medio pecho de cuando en cuando,

inesperadamente rocambolesco

y sin virreinatos en el vasto territorio de los quereres,

en la escala del amor

me trepo a lo más alto de tu inasequible compañía

y me lanzo tras la textura de tu olor.

 

Los charlatanes y el eco de la rebeldía

 

 

Iba tan rápido y fuerte que se escuchó explotar su corazón 

antes de chocar contra los límites acartonados de los gurús del egoísmo y el engaño: 

un segundo después su palpitar sólo era eco de rebeldía.  

Buscándonos entre gritos y banderas

 

 


 

Reñidas son las batallas

de las fuerzas que nos redimen

y bruñidas

en nuestra breve existencia

las caricias de lo sublime.

Ciegos de plumas

gritos y banderas

aunque se derramen, no encontramos tinteros,

gaznates, ni a los rebeldes de esta era.

En la hora buena,

estaremos

con nuestros ruidosos fantasmas,

como siempre

buscándonos entre las multitudes.

 

Disonancia amorosa

 


 

eres nido

yo

ave que vuela y vuela...

Este trópico y su gente enamorada...

      Este trópico está lleno de gente enamorada desmemoriada un día subimos a las nubes sobre el mar y al día siguiente nos hacemos...