http://www.mundiario.com/articulo/a-fondo/guatebuena-pequeno-pais-tropico-gobernado-prieta-linda-y-general/20150919194640033921.html
La historia recordará en libros y
cátedras los sucesos que llevaron a la caída de la pareja más poderosa
que ha existido en la vida política de Guatemala, pronostica este autor.
Cuenta la historia que en un pequeño país del trópico, un audaz
hombre de armas luchaba en las montañas contra los “demonios” ixiles,
tomaba de los pies a sus crías y les estallaba la cabeza contra las
piedras, cuando aún las madres no habían parido, les rajaba la panza y
sobre un comal derretía sus entrañas, se paraba con las manos en jarras
frente a los cuerpos del “enemigo” muerto en combate y tranquilamente
contaba a los presentes sobre lo maligno de aquellos hombres descalzos y
desnutridos, sin instrucción y sin más oficio que cultivar la tierra:
eran malos, decía, terriblemente malos y peligrosos con su idioma y su
azada.
Aquel mozuelo brillaba con la sangre ajena, la boina roja y la barba
rala del Comandante Tito era terroríficamente reconocida en el pueblo de
Quiché. Fue creciendo en estrellas y laureles, paradójica como es la
vida, llegó a ser el general de la paz para “su” pueblo. Sentóse en la
misma mesa con aquellos que combatió y juntos, olvidados ambos de sus
muertes y sus muertos, firmaron papeles que auguraban paz y concordia.
ADVERTISEMENT
En
otro lado, en una populosa colonia de la ciudad, una humilde muchacha,
prieta, linda, crecía normalmente en sus voluptuosidades, quiso ser
reina, quiso ser diosa, y al tiempo lo lograría. Aprendió las artes
“estéticas”, esas de mantener los pelos coloridos y bonitos para las
señoronas, se especializó en las palabras para luego guillotinarlas
desde el tronco mismo de cualquier lengua viperina. Subida en un
“caballito de palo”, junto con el general de la paz que antes fue el
Comandante Tito, recorrieron los mismos lugares donde las botas
militares puercas de sangre y lodo pasaban sobre los cadáveres jateados,
ahora sus dos pares de limpios zapatos caminaban entres vallas que les
hacían los hijos de aquellos difuntos. A la prieta se le sumaron los
años y las sinuosidades, el general la ungió, el general la coronó.
Juntos se vistieron con el color del sol y las masas que siempre adoran
una buena historia de amor y lucha, se rindieron a sus pies.
Uno al lado del otro no tuvieron rival, ni antiguos ni nuevos
enemigos pudieron contra ellos, en hombros llegaron hasta la plaza mayor
y gobernaron aquellas pobres y diminutas existencias que los alzaban.
Luego de un tiempo largo para los sufrientes y corto para los
esquilmadores, todo cambió, la pareja no se entendía bien, sus decires
no eran los mismos, ella cada vez más furibunda, él cada vez más
circunspecto; mientras tanto, los recién nacidos en los hospitales,
esperaban en cajas de cartón a que alguien se apiadara y les estallaran
la cabeza. No había “manzanas”, tampoco “pan”, solo escasas tortillas y
frijoles: de fusiles estaban empachados. Sus cortes descuidadas y
briagas de poder, juntaban monedas a pesar del hambre y la miseria de
los demás.
El pueblo se cansó y también se cansaron los extranjeros, unos se
arrebolaban gritando recuerdos, gritando de nuevas llagas, otros se
apresuraban a dignificar tal accionar y hacían gesto de negación dentro y
fuera de las fronteras que la prieta linda y el general dominaban. Ya
no fue negocio para nadie que permanecieran campantes en su
-trono-nido-, un rey mago venido del norte les quitó sus regalos y un
hidalgo caballero se lo comunicó al vulgo, los engranajes se movieron y
cayeron en desgracia mientras la masa hambrienta les buscaba sustitutos.
La noche de la sustitución las velas permanecieron encendidas hasta
que no quedó más que el cabo, aunque lo prohibieron, se libó
abundantemente, poco a poco salían vocecitas goebbelianas hipnotizando
con sus destrezas a montones de gente, tanto que cuando despuntó el alba
nuevamente, ya era aceptada la nueva comedia. Alrededor de una mesa
comían y bebían el mago venido del norte y el hidalgo caballero de
nombre Iván, su plan completo había sido ejecutado. Las mazmorras
guardaban a la prieta linda y al general. Un nuevo capítulo de aquel
pequeño país del trópico estaba por escribirse. El más bello de todos
fue aquel donde sus moradores lo reinventaron. Guatebuena lo llamaron.