A los que nos odian o nos temen, normalmente vernos y sentirnos avanzar les causa indignación, porque con nosotros llevamos rebeldía, ideas, irreverencia. Cuando pasamos por cualquier lugar desacartonándolo todo, dejando ver nuestros ideales; los que nos llevan a la entrega, a la ternura, a la locura, los hacedores de la nada nos ven con desprecio y concluyen en sus pequeñas y frívolas mentes, que les servimos muy poco.
Cuando pasamos por la trinchera de otros, otros iguales o mejores en sus peludas intenciones, nos reconocemos y hacemos un “nosotros”, un nosotros que aspira a ser sujeto revolucionario, nosotros redentor, nosotros dispuesto a lo que sea necesario, rabia y ternura incluida para lo que haga falta.
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