Paremos por un segundo y pensemos, ¿cuándo deja uno de ser
peludo?. Si podemos usar como sinónimo de peludo la rebeldía, pues
entonces es fácil concluir que el pelo no tiene nada que ver en todo esto, sino
mas bien la actitud.
Ahora bien, cómo saber si la rebeldía que profesamos es
genuina, es rebeldía para abonar al proyecto común de la transformación, de la
“construcción de una vida hermosa” de la “construcción de un hermoso planeta”,
y no simple e insolente rebeldía egoísta y ensimismada.
Los egoístas disfrazados de rebeldes se mueven en las arenas
del sofismo, del sofismo “leontinesco”, donde la “verdad para cada uno de nosotros es aquello
que nos persuade como tal”, y su verdad es esa que debe persuadirnos.
Ya no tengo el pelo largo, soy rebelde, pero le tengo miedo
al egoísmo.
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