martes, 9 de octubre de 2018
El lugar que habito
Sentado en un largo corredor me entrego al frío de la lluvia mientras le silbo a las aves que me devuelven los parabienes. Tiemblo. Me quedo sintiendo estertores. Los nubarrones no paran. No me refugio. Permanezco tiritando, esperando la noche y disfrutando los orquestales sonidos de una tarde que se extingue con un encanto que no logro explicarme. Quizá el interior sea cálido pero está vacío. Acá afuera, la vida continúa sin importar el gélido anochecer que se avecina. Al final entro al lugar que habito, habitado de cantos, chasquidos, sombras, susurros y estallidos.
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