viernes, 7 de septiembre de 2012

Barrilete sin cola




Da gusto ver a los patojos disfrutando de elevar un barrilete, luchar y luchar al principio, correr, lograr darle un poco de altura, un poco de viento, pita y listo, se encarama en el cielo ese juguetito maravilloso.
Luego viene toda la aventura aeronáutica, que si cabecea, que si la cola es muy pequeña, que si es muy larga, que si tiene muy pocas varillas, que si está muy grande o pequeño; variables todas que hay que resolver a puro jalón de hilo o resignarse llegado el momento a que se venga al suelo.
Que sabroso cuando se termina el hilo, te das cuenta que ya no puede subir más, que lo encumbraste al máximo, recuperarlo intacto se vuelve el reto entonces.
Pero concentrémonos en el “cabeceo”, parece ser que esto sucede cuando la cola del barrilete no es proporcional al tamaño del mismo; inicia pegando jalones hacia los lados y queriendo bajar en picada lateral.  Si está muy alto, la fuerza que se siente en el hilo es grande, quema a veces, y es toda una odisea mantener estable al bichito volador.  Normalmente, si uno se da cuenta que la cosa es grave, es mejor bajarlo, lo más rápido posible, para que no se baje solito en caída libre.
La vida a veces es así, parece barrilete sin cola.  Por más que le jalemos al hilito y pensemos que tenemos contralada la situación, mejor sería bajar la “flecuda” vida a ras de suelo y corregirle la cola.
Hay vidas y barriletes, de diferentes diseños, colorido, tamaños. Los que son elevados para llamar la atención, los que tienen como objetivo llegar más y más alto, los que van donde están los demás barriletes, vidas, para compararse y salir deprimido o exaltado. Y están los simples y sencillos, los que se concentran simplemente en volar: volar y disfrutar en paz de la soledad del cielo.

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