Encontrar la ruta de salida a la actual situación no es fácil, hemos
llegado hasta aquí macerando en instituciones y cultura, el caciquismo,
la violencia y la descomposición de lo político y la clase política. Hay
los que se decantan por la participación en los partidos, otros por
realizar reformas jurídicas, y existen los que no creen ni en los
partidos ni en la ley: desconfían de sus orígenes y creadores. El asunto
es que cualquiera sea la salida, no se trata de lenitivos para esta
crisis sino de reventar la sólida roca que encierra a la sociedad y al
país en una prisión normativa que, ante la mínima crítica, espanta con
totalitarismos y el trasnochado discurso anticomunista.
No estar de acuerdo y criticar a la clase política, al sistema, a las
leyes, no significa poseer preclaridad revolucionaria sobre qué hacer
para darle la vuelta a la tortilla. “Criticar es reconocer que somos un
ser escindido”, arremeter contra lo que nos agobia contiene la
conciencia de nuestra complicidad en la reproducción del orden
establecido.
Ese “murmullo inarticulado” del descontento social puede ser la
energía necesaria para avanzar hacia un nuevo contrato social, no
inmediato, no abrupto. La opinión disidente debe continuar, así como
este renovado ejercicio activo de la ciudadanía en contraposición con la
sociedad y Estado anacrónicos.
Pensar que las reformas serán suficientes es limitado, son el primer
paso de muchos que hay que dar. Uno de los problemas de las reformas son
los propios políticos, es como amarrar chuchos con longanizas,
confiarle los cambios a los que se han aprovechado denodadamente del
sistema político y de las leyes, es un tanto iluso: de momento no hay
otro camino.
Es hora de preguntarnos qué queremos, hacia dónde vamos: los partidos
políticos no lo han sabido interpretar. Responden con violencia a la
justicia, se aprovechan del hambre para reclutar gente que solo quiere
llevar un plato a su mesa, y también de los que quieren atiborrarse.
Tuercen la ley a su conveniencia. ¿De qué institucionalidad hablamos?
¿De la copada por esas mafias electorales y redes de corrupción? A veces
hay más honor en el incumplimiento de algo que en su observación…