viernes, 24 de julio de 2015
La vuelta a la tortilla
Encontrar la ruta de salida a la actual situación no es fácil, hemos llegado hasta aquí macerando en instituciones y cultura, el caciquismo, la violencia y la descomposición de lo político y la clase política. Hay los que se decantan por la participación en los partidos, otros por realizar reformas jurídicas, y existen los que no creen ni en los partidos ni en la ley: desconfían de sus orígenes y creadores. El asunto es que cualquiera sea la salida, no se trata de lenitivos para esta crisis sino de reventar la sólida roca que encierra a la sociedad y al país en una prisión normativa que, ante la mínima crítica, espanta con totalitarismos y el trasnochado discurso anticomunista.
No estar de acuerdo y criticar a la clase política, al sistema, a las leyes, no significa poseer preclaridad revolucionaria sobre qué hacer para darle la vuelta a la tortilla. “Criticar es reconocer que somos un ser escindido”, arremeter contra lo que nos agobia contiene la conciencia de nuestra complicidad en la reproducción del orden establecido.
Ese “murmullo inarticulado” del descontento social puede ser la energía necesaria para avanzar hacia un nuevo contrato social, no inmediato, no abrupto. La opinión disidente debe continuar, así como este renovado ejercicio activo de la ciudadanía en contraposición con la sociedad y Estado anacrónicos.
Pensar que las reformas serán suficientes es limitado, son el primer paso de muchos que hay que dar. Uno de los problemas de las reformas son los propios políticos, es como amarrar chuchos con longanizas, confiarle los cambios a los que se han aprovechado denodadamente del sistema político y de las leyes, es un tanto iluso: de momento no hay otro camino.
Es hora de preguntarnos qué queremos, hacia dónde vamos: los partidos políticos no lo han sabido interpretar. Responden con violencia a la justicia, se aprovechan del hambre para reclutar gente que solo quiere llevar un plato a su mesa, y también de los que quieren atiborrarse. Tuercen la ley a su conveniencia. ¿De qué institucionalidad hablamos? ¿De la copada por esas mafias electorales y redes de corrupción? A veces hay más honor en el incumplimiento de algo que en su observación…
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