Aquí todos somos nadie,
cualquier imbécil tiene pico de
oro
y la vida vale menos de un
centavo.
Aquí, estamos y no en el nuevo
siglo,
consumimos como en cualquier
parte del mundo
y pocas partes del mundo se nos
parecen en tragedia humana y desvergüenza.
Aquí nos callamos todo lo que nos
gritan nuestros hermanos;
las tripas vacías,
las tripas vaciadas,
las tripas de fuera,
las tripas rebosantes de mierda
cara.
Aquí, el que disiente no es
minoría
es porquería,
y hay que hundirlo en la
marginalidad
no vaya a ser que los “nadie”
también quieran disentir.
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