Colaboración para Mundiario.com
No importa dónde, los que mueren por frivolidades políticas, fanatismo o abandono: duelen
Vagabundos de todas las esquinas, la de libar, la de amar, la de las fuentes prístinas, así vivimos: llorando por Siria, Francia o Palestina, ciegos de la Chácara, Ixcán o La Florida.
Guatemala: tierra del malinchismo y la tragedia ajena, del servilismo
y la pepena, nos alborota Francia, Siria y Palestina, y no somos
capaces de acabar con la hambruna, la pobreza y nuestra propia inquina.
La muerte nos acompaña diariamente, en cuerpos que aún no saben que han
dejado de estar vivos, en cadáveres que se pudren en los barrancos,
calles y alcantarillas. En cada esquina nos encontramos con ánimas
penantes tratando de llamar nuestra atención para que “nos” los
rescatemos de la (infra) vida, las edades suelen ser las mínimas, las
del juego, la sonrisa y la felicidad: en cambio, adormecidos
forzosamente por algún áspid disfrazado de congénere, limpian parabrisas
para ver nuestras sucias muecas del otro lado del vidrio.
Familias campesinas enteras sobreviviendo, en el mejor de los casos,
con menos de 6.12 euros diarios. Madres y niñas condenadas a la pobreza,
más que los propios hombres por el machismo. Gastando dinero en
remodelar cuarteles como prisiones para los que han robado como
funcionarios, mientras en los hospitales la gente literalmente, no en
sentido figurado, literalmente se muere.
Sumados los dos primeros semestres del 2014 y 2015 en Guatemala se
contabilizan 5.692 homicidios. ¿Quiénes fueron esos miles de muertos,
por qué murieron, por qué nos acostumbramos a que sean solo un dato del
que no queremos formar parte pero que estamos en la cola para serlo?
¿Por qué la indolencia: es antídoto ante la impotencia o solo cínica
desidia?
Luchamos, diletamos, perdemos el tiempo atascados en mentiras en las
que se nos va la vida, mientras la muerte nos avanza nutriéndose con los
desnutridos, hartándose con los que nada comen, fortaleciéndose con los
débiles, rapiñando a nuestros viejos para rejuvenecer sus instintos
antropófagos.
Lo macerado en décadas y siglos está apenas en la víspera, lo que se
viene será el embebecimiento en un realismo -no- mágico, jamás visto.
Entonces seremos noticia en tiempo real, compitiendo con los sombríos
sucesos del Medio Oriente, los rubores de Europa y el estupor de sí
mismos de los estadounidenses.
La crisis en el sistema de salud es una vergüenza, y nos tocarán otros
bochornos en educación, agro, transporte, seguridad, justicia y el tema
fiscal; por mencionar algunos.
Tenemos una sola esperanza: nosotros mismos.