martes, 16 de enero de 2018
Ojos que saben a vida
Convexos riachuelos arden
en su rojo camino hasta los pozos
que me guían. No llegarán, hoy no
llegarán.
Les cierro los pliegues y escucho un manantial
brotar /poco a poco /llenar
la mirada cansada
borrosa
silente. Estos ojos
saben a vida,
a almíbar y aceitunas con queso
vino
y labios que saben estar juntos
hablar
protestar y besarle la frente a la noche.
viernes, 12 de enero de 2018
Dignidad
La vida
es un regalo que nos dan para seguir poniéndole oropeles
y regalárselo a alguien más
a veces viene descompuesto
y lo estropeamos más
a veces
con una chapuza basta y es capaz de dar felicidad
otras
hay que desarmarlo, pieza a pieza
y construir otra cosa
que sea más que un cachivache que se amontona en el olvido
y sea capaz de dar dignidad.
martes, 9 de enero de 2018
Mujeres sin diablos ni patriarcas
Todo inició en un país vecino, con una campesina negra y sus ocho hijos, tres mujeres y cuatro hombres. El patriarca, cuenta la historia, esperó al mismísimo Diablo en lo alto de un árbol, porque éste todas las noches llegaba a destruirle la milpa. Llegado el momento, Enrique, que así se llamaba aquel valiente que estaba dispuesto a enfrentarse al Demonio con tal de defender su siembra; saltó hasta caer de pie frente, nada más y nada menos que Lucifer. Y vos sos el Diablo le espetó, el que tanto miedo le mete a la gente; pues yo soy Enrique Salazar y vengo a partirte los cachos hijueputa.
Enrique sacó el machete y el Diablo se encendió por completo. Al día siguiente Enrique apareció de madrugada con la ropa hecha trizas, los brazos quemados y el sombrero chamuscado. Desde ese día, nunca más hubo problemas con la milpa. La historia corrió por las montañas y guamiles, por los ríos y senderos, por los trabajaderos y parcelas entre Honduras y Guatemala.
Aquel hombre fue temido, nadie se metía con él. La verdad de aquella noche era más profana. Enrique sospechaba de un negro cobrizo, fuerte y bello, ojos pardos y fama de galán. Sospechaba que cortejaba a doña Lina, su esposa. Lo de la milpa fue una excusa, él mismo pasaba por las tardes aplastándola y así poder justificar el salir a “vigiar” al Diablo (que él invento); hay que enfrentarlo y defender lo que es de uno, decía.
Aquella noche, Enrique, machete afilado y con un tambo de gasolina en mano, llegó al jacal del negro Chirino; somataba el corbo en la entrada de la casa, somataba y daba tajos en la puerta. Chirino salió por una ventana y parado en el patio, lo enfrentó. Aquí estoy le dijo, sé a qué venís y no te voy a dar explicaciones, así que prepárate a morir o matarme. Se enzarzaron a machetazos, el metal cimbraba el silencio de la noche mientras sombras y cuerpos se devanaban; fue Enrique el primero en causar un daño mortal, le partió la cabeza a “su” Diablo y el machete se le quedó atorado en el cráneo de Chirino que apenas alcanzó a dar un tajo mientras caía moribundo.
Enrique se veía inmenso y su sombra más, el pecho herido sangraba y los ojos abyectos de ira miraban morir a su demonio personal morir. Lo arrastró hacia dentro del jacal, roció todo con gasolina y luego de encender un cigarro tiró el fosforo sobre la manaca, mientras fumaba miraba sentado en un troco cómo se encendía su “Diablo” en la pira hecha con su propia casa. Permaneció ahí hasta el amanecer.
Entre los matorrales, unos ojos pequeñitos lo observaron todo, era Cirilo, hijo de seis años de Chirino. Al momento de los primeros filazos en la puerta, su padre lo sacó a él primero por la ventana y le dijo que corriera a casa de su tía, como a dos leguas; Cirilo no hizo caso, se escondió y observó todo. Enrique pasó a su lado cuando se marchaba, el niño estaba petrificado, apenas y se atrevía a respirar, pero en una débil inhalación logró sentir el olor mezclado de sangre, combustible y hollín.
La vida, como suele suceder, siguió su curso. Doña Lina crío a sus ocho hijos y don Enrique se convirtió en el tipo más temido de aquellos montes. Hasta que un día, de visita en el pueblo, caminando paradójicamente frente al cementerio, un vendedor de helados se acercaba en sentido contrario de sus pasos tocando su campanita y empujando su carreta; era un muchacho de unos quince años, se llamaba Cirilo, huérfano desde los seis años tuvo que ganarse la vida ayudando a su tía, hermana de Chirino. Cargó leña y carbón, vendió cocos y lo que fuera para sobrevivir. Hasta que alguien le ofreció vender helados en el pueblo con una carreta. Fue feliz porque después del trabajo duro que hacía diariamente, aquello de empujar una carreta y vender helados era fácil. Además, se podía atragantar cuanto quisiera de helado de vainilla con esencia de fresa.
Aquella noche frente al cementerio, la tarea era otra. Sabía que don Enrique pasaría por el lugar; estaba cerca de la estación del Tren donde bajaba el asesino de su padre y que lo hacía el mismo día, a la misma hora, una vez cada dos meses.
El filo de su pequeño machete era producto de años de odio. Al fin, cuando estuvo al lado de don Enrique, el sonido de la campanita que tocaba se detuvo; sin pensarlo sacó el cuto de entre las paredes de madera de la carreta y el cilindro de metal donde llevaba el helado, de un solo tajo cortó el cuello del que se había peleado con el Diablo. Igual que Enrique, se quedó parado frente al cuerpo mientras se desangraba. Todo quedó en silencio hasta que la campanita de la carreta sonó frenéticamente mientras Cirilo se alejaba del lugar.
Fue entonces que empezó una de las muchas historias de las mujeres que luego de que los hombres cerca de ellas se matan entre sí, van y enfrentan la vida sin “diablos” ni “patriarcas”
viernes, 22 de diciembre de 2017
martes, 19 de diciembre de 2017
Sospechas
Sospecho que andamos girando y volviendo al mismo sitio pensando que es el mundo el que da vueltas alrededor nuestro. Dejo de respirar por un momento y parece que los pálpitos se detienen: la noria sigue sin mí. Despierto. El carrusel sigue igual. Acepto jugar el juego y desato en el lugar adecuado los nudos que até en las vísceras. Rendido ante el universo, sigo con mi órbita alrededor de lo que vale la pena amar.
Besos de poeta
"Los besos son alegría, felicidad y diversión: todo junto" recita el poeta y se queda dormido luego besar su frente.
sábado, 16 de diciembre de 2017
domingo, 10 de diciembre de 2017
Desenterrado
Lahares de miedo me recorren en infames oleadas cuando frente a mi se desnuda el vacío; frívolo y egoísta. Habrá que desenterrar el corazón y aceptar aquello que se perdió crujiendo entre las piedras lubricadas por el lodo.
sábado, 2 de diciembre de 2017
Momo
Saber escuchar es una fórmula efectiva y sencilla para resolver problemas, sin embargo, pareciera ser toda una alquimia difícil de dominar por estos días. Momo, personaje principal del libro del mismo nombre de Michael Ende, nos da una lección de cómo una niña, que prácticamente no posee nada y vive sola en las ruinas de un anfiteatro; tiene la capacidad de escuchar y hacer que los demás se escuchen entre sí.
La principal amenaza de aquel idílico lugar que la pequeña ha logrado construir socialmente con las personas que habitan el pueblo, es amenazado por los “Hombres Grises”, que no podían ser otros que parásitos que viven del tiempo de los demás y logran convencer a los habitantes de la ciudad de que se los entreguen.
Y claro, Momo, heroína de la historia, se convierte en la gran enemiga para aquellos seres, acto siguiendo, intentan deshacerse de ella a toda costa. Casiopea, una tortuga amiga y el extraño “señor Hora”, son los aliados que ayudarán a la pequeña a salvar a sus amigos (entre ellos Gigi y Beppo) y que todo vuelva a la normalidad, derrotando para siempre a los ladrones del tiempo.
Este libro publicado en 1973 es más que una historia para niños, es una invitación a reflexionar sobre lo que nos ocupa y consume la vida, el tiempo que utilizamos como esclavos del Sistema, nuestro afán por trabajar más y así ganar más, endeudarnos, consumir lo que realmente no necesitamos pero que de todos lados nos llegan mensajes convenciéndonos para comprar cualquier chuchería que nos haga sentir “felices y exitosos”.
Actualmente, las relaciones solidarias entre las personas son tan extrañas como los políticos honrados. La bondad, la ingenuidad y la tolerancia de Momo; fundamento de su capacidad de escuchar, choca con el interés de los “Hombres Grises”; que todo lo ven en función de aprovechar el tiempo de los demás para su propio beneficio, aunque disfrazado este de genuinos valores del mercado y el “progreso”. En la historia, (y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia) quienes más recienten que las personas sacrifiquen su tiempo, son los niños y las niñas.
Frente a ese dulce ser humano, los demás se descubren valiosos luego de ser escuchados y escucharse. Quién fuera como ella. Qué suerte sería encontrarse por estos vulgares tiempos de la superficialidad y la frivolidad, con alguien así. Qué estúpido sería darse cuenta de nuestra esclavitud y no ser capaces de ser dulces seres humanos que lo damos todo para librarsnos de lo que nos causa pena y dolor. ¿Sería o es?
Es hermoso leer la respuesta de Momo cuando sus amigos le preguntan cuándo ha nacido… se queda callada un momento y contesta “solo puedo recordar que siempre he existido”. Ojalá eso signifique que siempre existirá. Que cuando ese niño o niña que llevamos dentro los “Hombres Grises” nos hable, escuchemos con especial cuidado porque seguramente nos dirá lo que está mal, de manera limpia, sin saña, ni dobleces.
Yo, de escuchar opinólogos y políticos transas, sabios de pacotilla deificados, hombres y mujeres grises; estoy hasta el gorro. No dejan que la flor del tiempo alegre nuestras vidas. “Nunca se sabe lo que va a pasar, pero si ya pasó, ya lo puedes anotar…” me dice un pequeño de seis años e inmediatamente la reconozco a ella en él. Callo, y lo escucho…
martes, 28 de noviembre de 2017
Sin pausa...
Amar por abonos y con hambre desmesurada de tu presencia, no es amar. Cierro los ojos y te miro, me acaricia el sol de la tarde y te siento, silbo como tú y disimulo suspiros. Estás en cada paso. Cada vez más fuerte y feliz. Crezco contigo y cada beso y abrazo que te doy, me das, y más. Cuando la aguja más delgada se mueve, y la más grande, y la más pequeña: te amo. Es decir. Siempre.
sábado, 25 de noviembre de 2017
La tierra y el sol que la gobierna
He descubierto cómo mover la tierra de su centro y acercarla al sol si es necesario
he aprendido la alquimia en la cocina de los pucheros
la utilidad correcta de la sal
a vivir sin azúcar
he destruido dolorosamente lo que me hacía feliz y
parece que se acerca algo tan grande como ese lugar infinito lleno de pequeñeces
como la tierra que aprendí a mover o el sol que la gobierna.
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