lunes, 24 de noviembre de 2014

Revolución egoísta...


Dedico mucho tiempo a desarmar la realidad, a negarla y descomponerla en tantos pedacitos como pueda, para poder masticarla aunque no alcance a tragármela, aunque luego tenga que volver a armarla casi intacta: lo he intentado y póngala como la ponga, a riesgo de ser pesimista, negativo y demás calificaciones de los porfiados y conformistas, Guatemala se derrumba.

Cómo creer en la justicia, cómo creer en lo que se legisla, cómo creer en lo que se ejecuta desde las instituciones, carajo, cómo creer en este Estado; incluida la sociedad como elemento indispensable.  El “bluff”, la guapearía, el ser “vivo”; no tener memoria, moral, ni vergüenza, son todos requisitos indispensables para dirigir vida y hacienda de los que no tienen vida ni hacienda, pero sí son dirigidos, al despeñadero claro está.

Hasta dónde llegará la tolerancia, el aguante, o la burrada de aguantar tanta mierda en este país.  Pasa todo y no pasa nada.  La chapinada lo critica todo y no hace nada, quizá yo incluido; se cumplen todos los ciclos programados, se cumplen todas las cuotas (de muertos diarios, de pobreza, de falta de respuesta sistémica, etc., etc., etc.), “zafarranchitos”, y vuelta a empezar: toda vez cada quien cuente los lenes que le caen porque los guatemaltecos mueren de un lado y del otro, pos hay que cobrar…

Antes, cuando los muchachos hacían la Revolución, me sentía parte de algo; ahora, me siento parte de nada, y mi Revolución es muy egoísta y reducida… aunque no menos amorosa.

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