“Peck está demasiado muerto, así
no quiero”. Por supuesto lloré. No sé
cuan presente tenga este muchachito de 3 años a su abuelo, fueron pocas las
ocasiones que mi padre y él pudieron compartir, sin embargo la poderosa presencia
de Peck parece haber marcado a un pequeño que para el momento de su muerte
apenas tenía dos años, y hoy que tiene tres de pronto lo recuerda y me hace llorar.
En una de las pocas veces que
pudieron convivir, cuando Kamilo tenía año y poquito, se miraron directamente a
los ojos, a cierta distancia, y mi padre soltó “tiene una mirada altiva”, y
claro, eso le encantaba, porque la altivez viene de sus primeros años;
cuando le tocó sobrevivir, defenderse, aprender a ser agresivo y detener con
la mirada cualquier amenaza, o con los puños si la amenaza no entendía el
mensaje de sus ojos. (Eran tiempos de gavilla, vender chucherías en las camionetas, andar descalzo, dormir entre perros, ir y venir de donde encontrara calor y abrigo)
Se vio reflejado, le encantó.
“Dónde está” pregunta el pequeño,
está en tu imaginación y en la mía contesto, “no me gusta en mi imaginación”,
mi hijo no quiere que mi padre esté solo en nuestra imaginación; lloro nuevamente, quiero quedarme con el cariño, inocencia y ternura con que mi hijo
recuerda a mi padre.
Mientras tanto, me quedo con mis
ojos nubladitos de llanto…
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