Cómo sería un día sin políticos, sería como cualquier día
porque no tenemos políticos. Mucho
despotricamos en contra de lo que creemos es la política o los políticos, lejos
estamos de una ciencia y de que quienes gobiernan ayuden a la convivencia
colectiva resolviendo necesidades o demandas de la población.
Pareciera ser entonces que el reto es hacer de la política
lo que debe ser y a los políticos, hacerlos hacer lo que deben hacer.
Por muchas buenas intenciones que se tengan, en el actual
estado de cosas nada cambiará. Más allá
del llamado de un caudillo o de los que buscan un loteriazo electoral, hacer
valer la ciudadanía es un paso obligado para transitar hacía la política real y
políticos de verdad. Lo de refundar el
Estado es un discurso político dirigido hacía la reorganización de la cosa
pública, pero nadie habla de refundar uno de los elementos de ese “Estado”: la población
(entendida esta como sociedad multilingüe y pluriétnica para el caso Guatemala).
Cualquier elucubración calenturienta de cómo debe
organizarse el Estado sin la opinión de los que formamos el elemento “población”,
será nuevamente la imposición de quienes ya cuentan con poder político para
hacer avanzar sus intereses y no quieren perder ese privilegio. Un verdadero político propondría reunir la
representación de los pueblos para escuchar y operativizar sus propuestas, una
propuesta bicameral por ejemplo, una de pueblos y otra legislativa; una de
consulta y otra de producción de legislación.
La primera sin más cortapisa que la elección misma y la segunda con un
perfil a llenar para poder ser candidato y luego ser electo claro está.
Un político de verdad no le tendría miedo a “perder poder”,
poniendo el territorio bajo el gobierno central sí, pero también bajo el
gobierno departamental; porque la cultura de ese elemento “población” varía
muchísimo de un departamento a otro: denominadores comunes nacionales y
aspectos particulares departamentales podría ser la línea a seguir.
Las municipalidades no deberían ser el feudo que son, a un
político de verdad no le preocuparía tener una asamblea municipal con
representación organizada de su municipio, además del concejo municipal; se
apoyaría en la información pública como uno de sus mayores recursos. El político que esconde información no es político de
verdad.
En Guatemala no estamos acostumbrados a escuchar, sino a
imponer, y los que se dicen políticos son especialistas en imponer a través del
marketing político aquello que los votantes quieren escuchar, aunque suene a
paradoja lo de imponer lo que se quiere escuchar. En Guatemala no estamos acostumbrados a decir
la verdad, a ir de frente, a no escabullirse a la realidad objetiva o despejar
las taras de la “realidad subjetiva”; creada con base en la percepción del
marketing o de los intereses de los medios de comunicación, sus dueños o
quienes paguen por circo.
Al que le gusta la política, le gusta la discusión, la
propuesta, el éxito colectivo; al que le gusta el poder no le gusta que le
discutan, le propongan y le da igual la suerte de los demás. Un día sin políticos entonces no es lo que
deberíamos desear en el país, sino un Estado con verdaderos políticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario