miércoles, 9 de diciembre de 2015

Peck: corazón colocho de guayaba





Diciembre 17.  El día inició como los anteriores, como una batalla ganada a la muerte.  El equilibrio al caminar era malo pero imperceptible, los desvelos y el ensimismamiento hacía olvidar el derredor y las ánimas que también llevaban consigo su propia pena.  La lucha de la noche anterior fue colosal, ambos sabíamos que el final había llegado.  El cuerpo desnutrido, cadavérico, cansado, hacía que la lucidez entre morfina y morfina, fuera realmente colérica.  Aceptar lo inexorable con sensatez, no es fácil; menos para quien no se ha vencido nunca ante nada, aunque haya perdido muchas veces: el orgullo dolía más que la muerte.  Se rió en su cara, la retó, la toreó años y principalmente los últimos días.  La muerte no la tuvo fácil, y se fue con ella, cuando él quiso.

Me tocó llegar cuando el pulso ya era muy débil y ver cómo llegó hasta su punto más plano y constante. La piel eriza, la de mi padre y la mía, aún tibio y sudoroso: había librado su última batalla.  Escuché el aire acumulado en su tráquea al quitarle el tubo que le mantenía con el oxígeno que por sí solo no podía hacer llegar a sus pulmones, fue lo más parecido al último aliento, aunque seguro estoy que la doctora que lo atendía en el intensivo tuvo el detalle de conservar ese momento hasta las 11:13 minutos de la noche del 17 de diciembre de 2013.  

Esteban Danilo Santos Peck fue lustrador, vendedor de chucherías en las camionetas de Chimaltenango, , infante de marina, marinero, comerciante, amante, adultero, esposo, padre, líder, analfabeta emocional, bondadoso hasta ser esplendido, solidario, luchador, idealista, díscolo inveterado y sobre todo, orgulloso de ser Peck.

Sesenta y dos años duró su historia, desde Mixco a Chimaltenango, de la Alameda a Puerto Barrios y Sto. Tomás de Castilla (Matías de Gálvez en ese entonces), forjó sobre todo su nombre, lo demás fue accesorio, de la nada surgió como problema y solución al mismo tiempo, si no había problema lo hacía, sino había solución la encontraba.  Fue ingeniero, mariscal, general, comandante, sargento: Peck.

Nos dejó ese orgullo tan jodido y rebelde, ese carácter que rápido se encachimba con lo que no está bien, esas ganas de arreglarlo todo, la cabeza más dura que un wiscoyol: acompañado de un corazón hecho de colocho de guayaba.

No sé dónde está ahora pero lo siento conmigo más que nunca.  Donde esté, estoy seguro que es feliz. 

Besos en alguna comisura...







Si los hilos de la vida se te escurren de las manos
y los albedríos atropellan tus sempiternas costumbres
si una mirada de odio te seca la ternura
no desesperes, todos los controles son vanos
las puertas, las cierras o las abres.
A la vida, un beso pequeño y hermoso en alguna comisura…

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Tres corazones





Si me escupes lo bueno
si me manchas el blanco
si me tronchas el empeño
mejor de una vez suéltame el trueno
esta es la cienmilésima vez que te lo desembarranco
solo falta que abras la boca y dejes de fruncir el ceño.
Tengo más de lo que tenía,
extrañando lo que tengo demás
me iré feliz
lejos de esta monotonía
dejate vivir y dejémonos de tonterias.

El mundo seguirá en su rotación y traslación
aunque no coincidan tres corazones.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Vida de anatema






Tiempo glacial en tierra de volcanes
rocío ardiente
gotas que queman
noches iluminadas por la lumbre
vida de anatema
hagamos una pira con sus quejas
incendiemos las condenas
reservemos el frío
para cuando se nos apague la incertidumbre
y ya nada duela.

martes, 24 de noviembre de 2015

Sirenas y venenos

De las musas escojo la sirena
que con su canto
me envenena
me deja sin paz 
entre los harapos y la pena
de un amor desenfrenado
a veces chato
otras rapaz
pero siempre condenado,
a sobrevivir en los montes habitados
por colibríes 
búhos
y seres alados
aunque se muerdan en soledades
las flores sin sus néctares 
animales de muchos ojos 
y puertas sin candados.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Transmutación





Tu amor es el refugio que prefiero
cuando los rostros, la calle y el cielo plomizo
no se cansan
no se vencen,
tu abrazo alharaquero
le quita al sol lo espantadizo
y hace que mis días comiencen.
Unos lo llaman bendición
otros ventura,
yo prefiero llamarle transmutación
de la barbarie a la ternura.

Pequeña muerte...

Cada vez que así muero renazco limpio, en paz: pleno. Y para seguir viendo a los ojos a enemigos, traidores y estultos, escojo morir un ...