No fue usted contemporáneo mío, y
tampoco de muchos otros compañeros que hoy día se mantienen en pie de lucha en
las organizaciones sociales o en su sola vida; y sin embargo compañero, le era
fácil escuchar, entender, comunicarse, enseñar, y llegado el momento gozar con
las metidas de pata de uno.
Usted, como diría el Ché: “fue un
hombre producto de su época”. Gracias
por su sencillez, gracias porque siempre, siempre, estuvo cuando uno lo
necesitaba. A los idiotas que solamente
lo creen posible como hermano de alguien o por su apellido, pues hay que
ignorarlos, así como ellos ignoran crasamente su trayectoria revolucionaria,
sus tamaños como laborista, sus tamaños como compañero.
Nosotros seguiremos acá Quique,
sobreviviendo, alcanzándolo poco a poco.
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