Cuando dos soñadores se encuentran, empieza todo, cuando los sueños quedan lejos, todo termina en un incomodo silencio. Se parece a las eternas historias de encuentros y desencuentros, de amores y desamores en la izquierda guatemalteca. Nos encontramos, nos enamoramos, no sabemos pelear juntos, nos peleamos, nos distanciamos, nos reencontramos y vuelta a empezar.
Mientras dura siempre es hermoso, las buenas intenciones, las consignas y los sueños revolotean en cada paso, en cada idea, en cada mesa y sobremesa. Luego nos vamos perdiendo en pequeñitas batallas, que son las únicas en las que salimos victoriosos, en pequeñitas batallas que nos alimentan diariamente: aunque el límite sea el cielo.
Silencio no significa estatismo, estar callado pensando en los otros no significa dejar de respirar, pero igual se siente como si todo se hubiera parado por un momento largo, el dolor duele más, los sollozos son más limpios y la estúpida reincidencia está rondando siempre el corazón.
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