No puedo verte a los ojos sin sentir vergüenza, me falló el cálculo, me están quedando grandes los sueños, que vil y bajo me siento, y si sonríes es peor, me mata tu inocencia, tu pureza, tu libertad.
Perdóname hijo por no encajar en este mundo, por estar equivocado, por no ser como todos, por no hacer lo que todos. Te pido perdón porque son momentos difíciles y serán peores, y yo, yo seguiré siendo el mismo terco y obcecado que quiere cambiar el mundo, darte lo mejor de manera honrada y hacer que valga más la ternura que la vileza.
Perdón porque no entiendo eso de la deuda política, no entiendo por qué se ensañan, no entiendo por queé no dicen la verdad, por qué muchos sonríen y traicionan, extienden la mano para halarte y clavarte un puñal en la sien, se arrastran como reptiles y te muerden en lo oscuro de sus posiciones, hacen la pantomima del sacrificado, abnegado y autentico salvador del pueblo, y no son más que hipócritas y cretinos hombres grises, mujeres grises.
Me apena mi suerte, tu hambre y tu frío, pero aún con el llanto en los ojos y un nudo en la garganta, no puedo dejar de pensar en los más, en los que votan, en los que votarán, en los que pagan, en los que pagarán, en los que engañaron en los que engañaran. Los “más” con hambre de siempre, con ojos como los tuyos viéndolos desde siempre; y casi seguro estoy, para siempre.
Perdón hijo, perdón.
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