Vida, estamos bien lejos de estar en paz. Y sí, se cosecha lo que se siembra, sobre todo cuando se siembran buenas intenciones y lo que se recoge son realidades.
Falta mucho todavía, pero la incertidumbre, la puta y “acicateante” incertidumbre de las cosechas futuras, de las siembras de ahora. De saber si las semillas que tenemos entre manos son las mejores. La incertidumbre de lo inexorable, de la noria en la que suelen venir los minutos y las horas, los días y la propia vida.
No estoy cerca de mi ocaso, de mi final, eso nunca se sabe en este país; la cosa es que no te bendigo, pero tampoco te maldigo, la vida es lo que es y vos, pues me has dejado calzarte de la forma que yo he querido. De esperanzas ni hablemos, menos de unidades o cuestiones nacionales, esas esperanzas nacieron muertas, las parieron mentes obtusas, pequeñitas y sin paz.
Trabajos, variados y tupidos, siempre edificantes, siempre aventuras extraordinarias. Aunque se les antojó entrar en receso por estas fechas. Penas, pos merecidas unas y otras también. Este rudo camino que suele ser el de la mayoría de los chapines, ha sido lindo, jodido, bravo, grande, colorido, crudo, emocionante, pero el mayor esfuerzo se ha invertido en andar haciendo trochas por no ser nosotros los arquitectos de nuestro destino.
Amando estoy, amando estaré, amando me iré. Vida, estamos bien lejos de estar en paz.
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