Da igual quién nos gobierna, “cuervo
o bambi”, son pasajeros. Por crápulas o
santos que sean, se alimentan de nuestra podredumbre o “elevados” valores; van,
llegan, les creemos o no lo que dicen y hacen, y luego se van para dar paso a
nuestra nueva “elección”. Al final ese
ser ciudadano democrático que no existe, es el que más falta nos hace, y no los
mesías vestidos de salvadores infalibles: probado está que no nos han salvado
de nada.
Luego, las tramas novelescas
entre “mefistos” o “arcángeles”, y nosotros, los simples mortales, pues nos han
hecho creer que es parte del folklore; expresiones como “así es”, “no se puede”,
“ni modo”, y muchas otras, son nuestras muletillas para decir: “soy cobarde”, “soy
egoísta”, “me la pela mi país”.
Cuando observo, escucho y leo la
trama de Lima Oliva, me da nausea tanta mentira, tanto “culebrón” armado con
restos de verdad, vomito ante el morbo de los medios queriendo sorprender al
público con la noticia, con la primicia, como si esa realidad no los tocara, no
fuera parte de su mundo: aquí, cuando el país se vaya a la mierda, nos vamos
todos con él. Habría que preocuparse más
por la sociedad, el Estado, que por el “rating”.
Y bueno, el público, qué decir
del público, nos persignamos, condenamos, creemos lo que suena, le echamos la
culpa a los “mesías”, nos parapetamos en nuestros dogmas y seguimos tan frescos,
hasta que venga otro “Miculax” a sorprendernos con nuevos vuelos de sinrazón,
salvajismo y realismo “no” mágico.
Entre Lima Oliva y yo, casi que
hay algo personal, él representa TODO lo que me jode todos los días; impunidad,
violencia, abuso, categorización de ciudadanía de acuerdo a la capacidad de coerción,
la ridiculez de institucionalidad que tenemos, muerte, despojo, cinismo e
indolencia. La pregunta es si entre Lima
Oliva y todos los Chapines hay algo personal.
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