miércoles, 10 de septiembre de 2014

"Esto es un asalto señores..."






"Esto es un asalto señores, saquen todos sus celulares y billeteras". "Veinte pesos vieja serota (cachazo en la cabeza), te querés morir por un celular hijuelagranputa ("cerrojando" la 9 milímetros)".  Esto sucedió ayer a 20 personas en un comedor muy sencillo, de esos que uno busca porque el almuerzo es más barato, los comensales vestían de oficinistas asalariados, ropas sencillas, uniformes de empresas y demás atuendos básicos.  Los celulares sobre las mesas no eran iPhones, las billeteras a estas alturas del mes ya estaban flacas, pero igual les tocó vivir un momento más de la cotidiana violencia, impunidad y salvajismo de este bello y horrendo país.

No puedo más que sumar rabia.

Tres tipos, uno comiendo, otro parado entre las mesas y el último parado en la puerta; no fue una cosa improvisada.  El operativo debe estar bien planificado, con vigilancia, información, planificación de salidas, apoyo vehicular, etc.  Lo único que planifica un oficinista al salir a almorzar, son los poco más de 15 pesos que se puede gastar para el almuerzo, y la ruta para ir y venir de su trabajo.  Saciar el hambre, recobrar energía, volver a la faena, eso ya ni se planifica, se hace de manera rutinaria.  En cambio, estos gamberros, sin obligaciones, sin responsabilidades, sin aporte, sesudamente han de estudiar el teatro de operaciones, a sus víctimas, la logística, la seguridad, la zona.  Pareciera, pero solo es “percepción”, que del otro lado no se hace lo mismo…

No puedo más que sumar rabia.

La gente se levantó, algunos ya habían comido a otros se les fue el hambre detrás de los mañosos, el hambre de venganza, de justicia, hasta de catarsis; regresaron a sus trabajos a contar la “anécdota” “puta serote, no vez que nos huevearon pues, tres pisados, bien vestidos, ja, nos desplumaron, que metida de verga, yo acababa de comprar esa mierda de celular, ala que huevos, hora sí que me trabaron”.  “No ve pues chula que unos tipos, ay que susto, nos robaron en el comedor, en el que está allí abajito, el sotanito ese, a una pobre señora le dieron un gran cuentazo en la cabeza, y los policías ahí cerca usted, para mí que están apalabrados”.  “Jóvenes, les aviso que hay una nueva modalidad de robo en los alrededores, en los comedores, un tipo se pone en la puerta, dos más que están comiendo en una mesa se encargan de asaltar a la gente, tengan cuidado, a mí me pasó ayer”.   Y siguen las historias de un mismo hecho, ninguna va más allá de la catarsis y del compartir con los demás que tengan cuidado; es decir, damos por sentado que seguirá ocurriendo y que no podemos hacer nada.

No puedo más que sumar rabia.

Llámenme pesimista si quieren, pero insisto una y mil veces: “estamos pasando de la barbarie a la decadencia sin pasar por la civilización”, tres o cuatro años tengo de repetir esto, y no hay gobierno, organización social, pensador, cacique, periodista, obispo, futbolista, cantante, ministro, pastor, columnista, selección, medallista, chafa, subversivo, oligarca, retrogrado recalcitrante de derecha, fundamentalista fosilizado de izquierda, erudito no orgánico, analista, rector, diputado, bancada, junta directiva, corte, policía, ministro, fuerza de tarea, chonte en moto o bicicleta, patrulla conjunta, alcalde, artista, macho ibérico “autoimportado”,  macho pistolero, ni nadie, que hasta ahora haya logrado siquiera decir cómo combatir la violencia de manera seria y empática, no digamos hacer algo lo suficientemente significativo para la percepción y la realidad que vivimos todos los jodidos días.

No puedo más que sumar rabia.

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