http://www.mundiario.com/articulo/politica/desfiles-militares-guatemala-simbolo-dominacion-y-sojuzgamiento/20160701204849062597.html
Los desfiles militares en Guatemala, símbolo de dominación y sojuzgamiento
Los cínicos conservadores alegan
que el desfile militar del 30 de junio conmemora la revolución liberal
de 1871, en realidad conmemora el genocidio y el más cruel fratricidio
devenido desde la colonia.
Los desfiles militares en Guatemala han sido
símbolo de dominación y poder de quienes han mantenido al pueblo en la
miseria y el sojuzgamiento.
Desfilan las mujeres cosificadas en pasarelas, los niños con lombrices en las veredas, las opiniones, las “verdades verdaderas”; desfilan los necesitados frente a los “Monzones”, en las tarimas, en las sedes, frente a los “señorones”. Desfilan los fieles, los mundanos, los judas, los pilatos, los jovieles. Desfilan los intelectuales, los vendedores, los periodistas y los que solo van en busca de amores. Aquí todos desfilan, en Semana Santa, en época de elecciones, o todo el tiempo que redoblen los tambores.
Desfilan las niñas frente a sus padres orgullosos y esperanzados de que sean reinas, desfilan los niños sudados y asoleados mientras aprenden orden y disciplina, desfilan con ropas nuevas, prestadas, usadas. Desfila el graduando, el futbolista, los bomberos, los “Hallistas”, los caballos, los legos y las masas aguambadas…
Aquí todos desfilan menos sus mercedes, ellos observan y disfrutan lo bien que ha resultado el adiestramiento. Desde el palco. Desde su falso patriotismo. Desde su banda amarrada con vacieses y desatinos. Aquí todos desfilan, por las buenas o a “morongazos”.
Desfilan la ignorancia, el hambre y la pobreza agarradas de la mano. Desfilan el miedo, la sangre y la costumbre, en silencio y con la cabeza gacha. Desfilan la soberbia, los asesinos seriales y los sepulcros blanqueados. En Guatemala todos desfilan menos los dueños, los comandantes, los generales y los altos funcionarios que no les han comprobado lo robado.
Desfilan los descalzos, los que tienen hoyos en los zapatos, a los que les truena la panza con redoble militar. Desfilan las madres junto a sus hijos. Desfilan los orgullosos padres en las cantinas. Desfilamos todos menos los que descienden del adelantado y los poderosos “igualados”.
Desfilan presos en los cuarteles, los que están libres y hasta los rebeldes tienen su contradesfile. Y el desfile más grande quizás sea el de las cicatrices en la memoria. Ya no caben ni se aguantan más desfiles.
Desfilan las mujeres cosificadas en pasarelas, los niños con lombrices en las veredas, las opiniones, las “verdades verdaderas”; desfilan los necesitados frente a los “Monzones”, en las tarimas, en las sedes, frente a los “señorones”. Desfilan los fieles, los mundanos, los judas, los pilatos, los jovieles. Desfilan los intelectuales, los vendedores, los periodistas y los que solo van en busca de amores. Aquí todos desfilan, en Semana Santa, en época de elecciones, o todo el tiempo que redoblen los tambores.
Desfilan las niñas frente a sus padres orgullosos y esperanzados de que sean reinas, desfilan los niños sudados y asoleados mientras aprenden orden y disciplina, desfilan con ropas nuevas, prestadas, usadas. Desfila el graduando, el futbolista, los bomberos, los “Hallistas”, los caballos, los legos y las masas aguambadas…
Aquí todos desfilan menos sus mercedes, ellos observan y disfrutan lo bien que ha resultado el adiestramiento. Desde el palco. Desde su falso patriotismo. Desde su banda amarrada con vacieses y desatinos. Aquí todos desfilan, por las buenas o a “morongazos”.
Desfilan la ignorancia, el hambre y la pobreza agarradas de la mano. Desfilan el miedo, la sangre y la costumbre, en silencio y con la cabeza gacha. Desfilan la soberbia, los asesinos seriales y los sepulcros blanqueados. En Guatemala todos desfilan menos los dueños, los comandantes, los generales y los altos funcionarios que no les han comprobado lo robado.
Desfilan los descalzos, los que tienen hoyos en los zapatos, a los que les truena la panza con redoble militar. Desfilan las madres junto a sus hijos. Desfilan los orgullosos padres en las cantinas. Desfilamos todos menos los que descienden del adelantado y los poderosos “igualados”.
Desfilan presos en los cuarteles, los que están libres y hasta los rebeldes tienen su contradesfile. Y el desfile más grande quizás sea el de las cicatrices en la memoria. Ya no caben ni se aguantan más desfiles.
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