lunes, 11 de enero de 2016

Te propongo que juguemos…





Escapo por un momento,
tu “Lycaste virginalis” no me embelesa
tu pecho manchado de rojo no me engaña,
descarga tus rifles
guarda tus espadas
que no me adorne tu laurel,
juguemos a que no existes
a que no existo
empecemos de nuevo,
desde la tierra misma hasta volver a ella
que nuestra corteza sea roja
marrón
blanca,
no vistas uniforme
yo no vestiré de inconforme,
nos encontraremos en el mismo delta
ante la inmensidad
naceremos juntos
en las montañas,
moriremos juntos, sin quitarnos peces
disfrutando cada salto
cada piedra
cada color fuera de nosotros,
llegaremos juntos hasta el final, dando vida con nuestra muerte.
Juguemos a que no me matas porque puedes,
ya moriré, ya moriré…
y tu también.

jueves, 7 de enero de 2016

Tu tiara y mi cordura






No me midas con tu vara
ni me juzgues
deja de intentar coronarme con tu tiara
deja en paz mi cordura
pero si quieres,
toma mi sangre y mi corazón
aunque asceta sin cura
daré todas mis sonrisas a cambio
de la libertad de tu senil locura:
Así somos los vagos,
a veces damos ternura…

lunes, 4 de enero de 2016

La mierda que dejan






Que dicha
que fortuna,
inicia el día y sueño con lo mínimo:
haré con una piedra un santo
en esta realidad montuna
y le pondré por nombre Alejandro,
a sus pies podrán rezar los que no alcancen a lamer las monedas que nos tiran
podrán pedir por su patrón
para que no los eche, que Dios lo guarde, lo haga próspero y nuestros hijos vivan.
Que dicha
que fortuna,
que en tiempos modernos
sesenta den la vida por cuarenta
el cielo me librará del averno, los impuros y sus cuernos
que feliz soy con la mierda que me dejan: mi prole se alimenta.

Seis de cada diez






Un poquito para vos, vos y vos
repártanse el hambre
uno, dos, tres,
cuatro, cinco, seis
y así cada diez…

sábado, 26 de diciembre de 2015

Ascenso de una rama

Hasta el viento se espanta entre estos pinos,
llega corriendo sobre las copas,
escurriéndose, se marcha entre los
troncos buscando su camino,
tiene miedo que lo asciendan a vendaval:
en estas tierras nunca se sabe dice,
el otro día a una rama que tiré, la ascendieron a general.

martes, 15 de diciembre de 2015

Un niño grande y Santa





Desde siempre vi árbol de navidad en casa, regalos y figuras de Santa en las tarjetas navideñas (que en aquellos tiempos de mi niñez se mandaban por correo y servían para adornar), me acostumbré a creer que era él quien me daba regalos; incluso llegué a quedarme despierto hasta muy tarde queriéndolo ver al momento de llevar los regalos, fue entonces cuando un día ya muy tarde, vi a mi madre envolviendo “blocks” de cemento y trozos de madera con papel de regalo y  poniéndoles el nombre de ella y el de mi padre, luego, encima, puso mis regalos y los de mis hermanos.  

Otra de tantas navidades vi salir a Santa del mar, al fin dije, hoy le preguntaré por qué a mí sí me trae regalos y a mis padres no.  Se acercaba poco a poco con una campanita y un costal, fue mágico ese momento, llegó hasta la orilla donde un tumulto de niños lo esperábamos, bajó del guardacostas con su traje rojo, hermoso, y su barba blanca maravillosa, sus botas negras altas y el jo, jo, jo que me encantaba escuchar; luego de hacer una larga fila, cuando al fin me dio mi regalo, esa vez recibido directamente de sus manos, yo estaba loco de contento.  Me recompuse un poco y a punto de preguntarle lo de los regalos de mis padres noté algo familiar en sus ojos, usted se dio cuenta y pidió rápidamente que otro niño pasara por su obsequio; algo pasaba con sus ojos, yo lo conocía, ya no pregunté nada.

Más tarde ese mismo día, lo vi descansando y claro, tomándose una coca cola, se encerró en una habitación cercana al lugar donde los niños jugábamos con toda clase de juguetes nuevos.  Cansado ya de jugar, correr, comer y ser feliz… fui al cuarto donde había entrado Santa, que dicho sea de paso era una tiendita que mis papás administraban, fue cuando supe porque sus ojos me eran familiares, entré sin más, sin la intención de descubrirlo, pero lo encontré sin barba, sin la parte superior del traje: los dos nos quedamos mirándonos en silencio, ese momento no lo olvidaré jamás.  Sonrió y pasó a mi lado mesándome la colochera, “ya estás grande, ahora ya sabés quién es Santa”.  Corrí buscando a mi padre para contarle quién era Santa, mi madre se dio cuenta del asunto y también sonrió  diciéndome casi lo mismo “ya sos grande, ya sabes quién es Santa”, mi padre se limitó a pedirme que no fuera a contarle a los demás niños de mi descubrimiento.

Ha pasado mucho tiempo, y claro, ahora le tengo un especial cariño a “Cobar”, el Santa de mi niñez, la última vez que lo vi fue hace dos años, y aquel niño colocho que se deslumbró varios años con él y su perfecta personificación, ahora le explicaba el cuadro de salud de mi padre, su amigo, sus ojos almendrados se llenaron de lágrimas; aclarada la situación y el desenlace, fue a visitar a mi padre y abrazo profundamente a mi madre. Ese día que lloró al terminar de escucharme me dio otro regalo: sensibilidad, humildad, cariño.  Gracias por regalarle a mis padres, siempre, su amistad. 

viernes, 11 de diciembre de 2015

Echarse a volar...



La columna de hoy, para quienes dejan su huella amorosa en la construcción de este "bello y horrendo país".

Echarse a volar...

“Hermosa encuentra la vida quien la construye hermosa”, nos dice Otto René Castillo en su “Arte Poética”, y nos dice más “Por eso amo en ti lo que tú amas en mí: La lucha por la construcción hermosa de nuestro planeta”. A Guatemala, y perdonen la primera persona, yo la quiero hermosa, y eso es lo que día a día trato de construir, con errores y equivocaciones propias de un ser humano imperfecto. Amo a los que luchan, aunque pierdan batallas, porque al final queda una huella amorosa que es imposible ignorar, tal como la baba de la babosa, así se nota el hacer de los que hermosamente intentan construir otro planeta, otro país, aunque se les vea de manera rara, se nota el brillo de su rastro.

Relatar nuestra moralidad no es ser negativo, hablar de nuestras falencias no es ser fatalista, decir las cosas como son no significa estar enfermo, sufriendo y al punto del suicidio; mucho nos hace falta como individuos y sociedad para aceptar que lo que vivimos en el Estado y todos sus organismos, en la calle, en la camioneta, en las banquetas, y por donde sea que palpiten nuestros corazones, lo hemos construido nosotros, y en el mejor de los casos, lo hemos aceptado.

“Porque te tengo y no/porque te pienso/porque la noche está de ojos abiertos/porque la noche pasa y digo amor/porque has venido a recoger tu imagen/y eres mejor que todas tus imágenes/porque eres linda desde el pie hasta el alma/porque eres buena desde el alma a mí/porque te escondes dulce en el orgullo/pequeña y dulce/corazón coraza/porque eres mía/porque no eres mía/porque te miro y muero/y peor que muero/si no te miro amor/si no te miro/porque tú siempre existes dondequiera/pero existes mejor donde te quiero/porque tu boca es sangre/ y tienes frío/tengo que amarte amor/tengo que amarte/aunque esta herida duela como dos/aunque te busque y no te encuentre/y aunque/ la noche pase y yo te tenga/y no” (Mario Benedetti, Corazón coraza). Con estos versos me echo a volar todos los días, los tomo prestados del maestro uruguayo y se los dedico a Guatemala. “Mi bello y horrendo país”.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Peck: corazón colocho de guayaba





Diciembre 17.  El día inició como los anteriores, como una batalla ganada a la muerte.  El equilibrio al caminar era malo pero imperceptible, los desvelos y el ensimismamiento hacía olvidar el derredor y las ánimas que también llevaban consigo su propia pena.  La lucha de la noche anterior fue colosal, ambos sabíamos que el final había llegado.  El cuerpo desnutrido, cadavérico, cansado, hacía que la lucidez entre morfina y morfina, fuera realmente colérica.  Aceptar lo inexorable con sensatez, no es fácil; menos para quien no se ha vencido nunca ante nada, aunque haya perdido muchas veces: el orgullo dolía más que la muerte.  Se rió en su cara, la retó, la toreó años y principalmente los últimos días.  La muerte no la tuvo fácil, y se fue con ella, cuando él quiso.

Me tocó llegar cuando el pulso ya era muy débil y ver cómo llegó hasta su punto más plano y constante. La piel eriza, la de mi padre y la mía, aún tibio y sudoroso: había librado su última batalla.  Escuché el aire acumulado en su tráquea al quitarle el tubo que le mantenía con el oxígeno que por sí solo no podía hacer llegar a sus pulmones, fue lo más parecido al último aliento, aunque seguro estoy que la doctora que lo atendía en el intensivo tuvo el detalle de conservar ese momento hasta las 11:13 minutos de la noche del 17 de diciembre de 2013.  

Esteban Danilo Santos Peck fue lustrador, vendedor de chucherías en las camionetas de Chimaltenango, , infante de marina, marinero, comerciante, amante, adultero, esposo, padre, líder, analfabeta emocional, bondadoso hasta ser esplendido, solidario, luchador, idealista, díscolo inveterado y sobre todo, orgulloso de ser Peck.

Sesenta y dos años duró su historia, desde Mixco a Chimaltenango, de la Alameda a Puerto Barrios y Sto. Tomás de Castilla (Matías de Gálvez en ese entonces), forjó sobre todo su nombre, lo demás fue accesorio, de la nada surgió como problema y solución al mismo tiempo, si no había problema lo hacía, sino había solución la encontraba.  Fue ingeniero, mariscal, general, comandante, sargento: Peck.

Nos dejó ese orgullo tan jodido y rebelde, ese carácter que rápido se encachimba con lo que no está bien, esas ganas de arreglarlo todo, la cabeza más dura que un wiscoyol: acompañado de un corazón hecho de colocho de guayaba.

No sé dónde está ahora pero lo siento conmigo más que nunca.  Donde esté, estoy seguro que es feliz. 

Este trópico y su gente enamorada...

      Este trópico está lleno de gente enamorada desmemoriada un día subimos a las nubes sobre el mar y al día siguiente nos hacemos...