viernes, 28 de enero de 2022

Recuerdos vacíos: futuros abiertos...



En el delta que forman tus riachuelos florece lo que se me antoja para esta esquina: ideas cómplices sonrisas y la certeza de no pertenecernos mientras nos queremos.

La estrella que me enseñó el mundo

 




Aquí, sentado debajo de la inmensidad el viento desnuda el cielo y me deja contemplar esa estrella tiritando, me quedo para observarla, aunque sea un momento, mientras el cuerpo se hiela. Busco refugio en el calor que ha dejado cuando se ha metido por las grietas del alma. Sintiendo el mundo desde su lugar en esta pequeña galaxia la vida es otra. Una que no conozco. Una, que me entrego a vivir.

martes, 25 de enero de 2022

Romper y despreciar luego...






Hay algo roto de esquina a esquina en estas fronteras

la flor es bella si es mía

el río, prístino

si soy yo el que lo dice

la montaña, el camino de tierra

la gente, la lucha

existen si soy yo el que las gobierna y lo relata:

hay algo roto

y serán los que han vivido y sobrevivido a nuestra arrogancia

los que no nos incluirán cuando haya que reparar y transformar eso que esta roto.

domingo, 23 de enero de 2022

Sonrisa guerrillera

 





La paz era un hecho pensado, la rebeldía, esa, nutrida de días y años, de muerte, de victorias, de derrotas, de pasos, de sangre en las botas, de vidas dejadas bajo los árboles y los ríos, de hambre, de entrega, de esperanza, de rabia, de lucha, la rebeldía no era pensada, era sentida.  A pesar de ello, se acercaba cada vez más la hora de la renuncia publicada, de los titulares políticamente correctos, del silencio de las armas que mantenían viva la voz de la gente. Y entonces, disciplinadamente, cada quien se entregaba a su tarea, fuera la que fuera, grande o pequeña, importante o insignificante, cada quien se sentía revolucionario.

Un día de esos, de “la salida al claro”, luego de kilómetros en carretera y luego de más kilómetros tragando polvo en terracería, para finalmente subirse a lanchas y recorrer más kilómetros hasta la nariz del mapa, un grupo variado de gente hubo de caminar unos cuantos kilómetros más en la selva, y entonces, encontrarse cara a cara con la gente que en sin vociferar, hacía de la Revolución: en cada acto, por sencillo que fuera, desde decidir quién comería lo mejor que había en el día, que podía ser unos huevos de gallina o unos aguacates caídos durante la noche. Una anguila recién pescada, o unos bananos que costó horas ir a cosechar. Hasta las cosas más peligrosas y temerarias.  Pues ese día, gente con cámaras, estudiantes, de organizaciones, curiosos, metidos, orejas, traidores, incongruentes y demás nacionales e internacionales, conocieron a las Comunidades de Población en Resistencia de El Petén. Soplaban vientos distintos, los núcleos estaban relajados y las comunidades guerrilleras alrededor de las CPR – P, también. Así que se organizó toda una convivencia con presencia de Naciones Unidas y demás representaciones que verificarían la condición de no combatientes de la comunidad Esmeralda. Entre otras cosas, se organizó una triangular de futbol, dicho sea de paso, que existiera una cancha en condiciones costó tiempo y esfuerzo de los compas, a pesar de ello, todavía había que saltar entre troncos humeantes en la cancha, pero en términos generales los partidos se jugaron decentemente. Se organizaron tres equipos, los locales, que jugaban cuando podían entre comunidades y a veces, con el ejército mexicano que se cruzaba el Usumacinta para una chamusca o con los que llegaban de cuando en cuando desde fuera. La cosa es que los locales jugaban como luchaban. A muerte.  Era importante, era una cuestión de ganar o dejar el pellejo en el intento.  Otro equipo lo conformaron los observadores internacionales, era un salpicón de nacionalidades y habilidades, algunas sorprendentes hablando de futbol, y otras, sorprendentes en cuanto a su capacidad de entretener al público en las orillas del campo con la voluntad más honesta y la torpeza más brutal con la pelota. El último equipo, el de los nacionales visitantes, conformado por una variada mezcla de estudiantes, compas organizados, onegeros y demás. El primer partido de la triangular lo ganaron los locales, les tocaba la final con los nacionales visitantes. El morbo era por demás emocionante, se picaban, algunos se conocían y los que no, se sumaban a embromar a los guerrilleros desarmados y vestidos con uniforme deportivo que casi era andar desnudos se su aura invencible. Un gol de los guerrilleros y los linderos del campo estallaron, había compas, hombres, mujeres y niños, que habían caminados horas para ver la final. Celebraban en medio de la selva a grito limpio, ganaban, vencían. Un gol de los visitantes nacionales, murmullos y una que otra maltratada educada fuera de la cancha. Termina el primer tiempo. Al segundo, se reorganiza el equipo de visitantes nacionales y Huevo Loco sube de la defensa al ataque. El portero, el compa Valentín, también sube en un tiro libre. Huevo Loco le pega con el alma a la pelota, las chispas de un tronco que aún estaba encendido, literalmente vuelan detrás de la pelota y, Valentín, el portero de los visitantes, sigue la pelota por el aire, y al ver que no podía alcanzarla a tiempo para cabecear, en un gesto marrullero, salta en dirección del portero guerrillero para sacarlo de balance y que no pueda alcanzar el balón, Cristo (que así le decían y le dicen a Cristóbal), el portero guerrillero, siente el peso de Valentín desplazándolo, aquel compa flaco, fuerte, pero flaco, en el aire era liviano, y Valentín, flaco, pero mañoso, y más grande que Cristo, pues simplemente lo tumbó sin problemas, la pelota le quedó a modo y solo tuvo que empujarla. El marcador final, dos a uno a favor de los visitantes.

Se armó el alegato con el árbitro, Cristo que conocía a Valentín, de manera exageradamente educada, le reclamaba la falta, Huevo Loco celebraba y Valentín disfrutaba su picardía. Cinco comunidades estaban descontentas, en cuenta una guerrillera, los acompañantes nacionales no sabían que la consecuencia de su triunfo sería quedarse sin cenar. Y bueno, qué decir de la sanción moral en privado al compañero Valentín por su marrullería. Cristo tuvo que cargar con la crítica de no ser más agresivo en aquella jugada y ser el “responsable” de perder el partido. Ese día ha sido el único que he visto a un guerrillero vencido. Ahora, cada vez que nos vemos, sonreímos sin decir nada, porque recordamos ese momento con cariño y picardía.


sábado, 15 de enero de 2022

El ocaso...

 


Eso que se siente sin tocarse, que te hela o hace hervir la sangre

que te hace brotar humedad de cualquier comisura

con la sola presencia en derredor

eso

no lo sustituye nada,

ni la razón, ni la corrección

ni lo que conocemos como amor.

Se llama pasión.

No se detiene

no la detiene nadie

nada

y si no se siente

no se puede provocar

no se puede hacer que brote

no se puede hacer que exista.

 

Cuando está viva, es un permiso para pasarla bien

si no

es una despedida larga

a veces educada

a veces vulgar

pero despedida al fin.

 

Hay que saber cuando aún la provocamos… hay que saber

cuando saborear la vida de pasiones que hemos tenido.

viernes, 17 de diciembre de 2021

Sensibilidad

 




Eso de percibir a través de los sentidos está devaluado de una forma, e hipermercantilizado de otra, si llorás porque tocaste por primera vez el envés de la mano de tu hijo, sos un sensible. Pero si llorás porque fuiste el primero en la fila del nuevo teléfono más inteligente que vos, no sos sensible, sos normal, es normal emocionarse ante tal privilegio; pero no emocionarse cuando te salen tres palabras del alma, las escribes y las mandás, menos emocionarse cuando te das cuenta se perdieron entre tu corazón y la “conexión” hacia donde las enviaste. Eso no es normal.  Ser sensible, emocionarse con el amor, sentir ternura, podría salvarnos la vida, no a nosotros en particular, a los demás. Lo efímero, no toma en cuenta el después, no importa qué pase mañana.. Lo sensible sí toma en cuenta el mañana. Por ejemplo, me arrepiento rabiosamente de no haber hablado con mi padre lo suficiente, decirle que a pesar de todo lo vivido y mi desacuerdo con muchas cosas, mi amor por él permanecía intacto, sobándole los pies, lleno de morfina, lo hice, balbuceó algo que no logré entender pero que quiero creer fue un “tranquilo”.  O la vez que haciendo el amor me dijeron el nombre de otra persona en el clímax del placer, soy sordo, pero no tanto, no paré, era más lo que sentía que la indagación insensible que el orgullo de macho me exigía. Creo que fui sensible esa vez, raramente sensible. O cuando mi madre baja la cabeza cuando se la va a dar un beso en la mejilla, creo que soy sensible a que no estuvo nunca acostumbrada a que la besaran con cariño, y entonces pone posición de chivo y te da una cornada. Hay que ser sensibles creo, de lo contrario consideraríamos normal tanta mierda a nuestro alrededor, y cuando digo mierda es mierda eh, mucha, desde la política hasta el más encumbrado de los dioses con el mejor asesor de marketing. Llorar, por ejemplo, cuando a veces, un recuerdo nos llama a una lágrima, y puede ser por algo alegre que hemos vivido, o por algo muy duro que hemos vivido pero que ahora nos causa risa. Me partí el brazo en tres partes cuando era muy pequeñito, y eso fue lo más doloroso físicamente que experimentado en la vida (andaba impresionando a una niña, por cierto), pues ahora, cuando recuerdo el acordeón de brazo que me quedó, sonrío, o me acuerdo la fregadera (que ahora le dicen bullyng) me hacía mi propia familia porque luego de sanado el brazo me quedó torcido y no podía ni puedo pegarlo al cuerpo: qué hijos de puta pienso sonriendo. En fin, devaluar la sensibilidad es condenarnos a la frivolidad, a la falta de escrúpulos, y eso, está muy cerca del autoritarismo y el desapego por los demás, principalmente por los que más nos amán. Ahora si que como dijo la canción "déjenme si estoy llorando" ya pasara.




jueves, 16 de diciembre de 2021

Nadar o ahogarse




Recuerdo la primera vez que sentí algo que me dominaba por completo, que era superior a mí y me controlaba, al punto de no dejarme respirar. Tenía 6 o 7 años, jugaba, con el único juguete que tenía y quería, una Poza Azul en Sto. Tomás de Castilla: se veía su fondo, el agua era cristalina y había toda clase de vida en ella. En la orilla, la profundidad era de poco más de un metro, de puntillas era seguro, jugar, sumergirse y perseguir pececitos, buscar camarones, jutes, buscar fichas perdidas por los bañeantes, para después limpiarlas con el carcañal del pie, dándoles vueltas y vueltas en la arenilla, hasta que quedaban sin sarro y las aceptaban en la tienda. Era un mundo distinto, pasaba horas metido en el agua hasta entumecerme, no importaba si era época de verano o lluvia, cuando llovía era mejor, nadie más que yo disfrutaba de todo aquello.  Un buen día, se me ocurrió ir más allá de la profundidad de un metro en la orilla, lo hice, con un pie todavía tocando el fondo, estiré el otro y no sentí nada debajo, bajé el otro y no sentí el fondo, de hecho, el agua era más helada, sentí miedo y retrocedí. Me fui a la orilla y me acosté al sol hasta quedar tostado de seco. Pensaba en qué había más allá de ese paso que no di, me metí nuevamente, con miedo, pero con una curiosidad inmensa. Afirmé un pie, di el paso con el otro, y esta vez, el peso de mi cuerpo me hundió, conocí qué tan profundo era aquello. Intenté chapotear de vuelta, pero no podía, el aíre me faltaba, sentía cómo mis ojos se abrían inmensamente buscando la superficie, daba vueltas a mi alrededor buscando algún lugar donde pararme, encontré uno, lo alcancé con la punta de los pies y me impulsé, fue suficiente para sacarme a tomar aire. Tomé una bocanada mezclada con agua y de vuelta al fondo, estaba muy lejos de la orilla, muy lejos. Esa segunda vez, con miedo, pero sabiendo de qué se trataba la situación, intenté impulsarme yo mismo hacia arriba, con mis patadas “de casi ahogado”, sentía que subía, pataleaba más, sentía que se acercaba la superficie, pataleaba más, y nuevamente una bocanada de aire y otra de agua. La tercera vez, ya solo tenía que repetir el plan con más fuerza, así lo hice, y esta vez solo tome aire y no agua. Al llenarme de aire y chapotear como desquiciado, pude flotar y dirigir mi cuerpo hacia la orilla, hasta que toqué el suelo con mis pies nuevamente.  Ese día, pude ahogarme y nadie se habría dado cuenta, sentí mucho miedo. La Poza Azul mide aproximadamente 75 metros de largo, a partir de ese día, todos los días chapoteaba un poco más lejos sin tenerle miedo al fondo, a no tener los pies firmes mi fuerza, a mi respiración, hasta que logré alcanzar la otra orilla.  Cuando en la vida siento que me ahogo, que no doy más, que seguro todo ha terminado, viene a mi ese recuerdo, y gracias a la Poza Azul y sus lecciones, siempre llego a la otra orilla.


miércoles, 15 de diciembre de 2021

El alacrán en mis sábanas y el ave muerta al pie de la cama



En un sueño en el que permanecía despierto, un alacrán caminaba plácidamente sobre mis sabanas, le miraba y no era capaz de reaccionar, no sabía sus intenciones, si solo estaba de paso y se marcharía, si vendría hacía a mí y me clavaria su aguijón.  Tontamente quise acercarme en son de paz, me pareció bello, pequeño pero poderoso, quise acercarme lo más que pude, y sí, es bello; de pronto se dio cuenta que intentaba tocarlo, como acariciarlo, y eso fue el principio del fin, se colocó en posición de batalla, lo curioso es que intentaba salir del terreno en disputa, pero yo quería acariciarlo, él se escurría mostrando en alto su cola y con la capacidad de tomar cualquier dirección rápidamente, hasta que no pudo más que enfrentarme: no pude acariciarle, tampoco él pudo inyectarme dolor. Al levantarme de la cama la escena era aún más perversa: un ave había sido sacrificada y sus plumas pequeñas y suaves flotaban por la habitación y se alfombraban el piso.  Hay días hermosamente extraños.

miércoles, 8 de diciembre de 2021

Si los porteños lo supieran...







Puerto Barrios fue y es un motor en el país, aunque no figure en las grandes decisiones económicas y políticas, mucho de lo que pasa a nivel nacional tiene que ver con lo que pasa por su mar y su tierra.  Uno de los mayores responsables de que esto sea así, es Jacobo Arbenz Guzmán, quien, con visión de estadista, desarrolló la carretera de la ciudad capital hasta Puerto Barrios, quitándose de encima el monopolio de la empresa de ferrocarriles de la época: floreció el comercio como nunca.  El mercado central se llama mercado REVOLUCIÓN, pero no sé si alguien se recuerda de ello.  En el cruce entre Puerto Barrios y Sto. Tomas de Castilla existe un Busto de Arbenz, tampoco sé si la gente lo sabe a la fecha.  En algún libro, que no recuerdo el nombre, leí que un estibador afrodescendiente, en una ocasión, se reveló ante las condiciones de trabajo y el trato que se les daba: la columna guerrillera que John Sosa implantó en Izabal, llevaba el nombre de ese hombre. Y así, existen detalles invaluables que no se conocen por parte de barrioporteños y santo tomasinos, pero, sin la Revolución, la vida que tienen ahora no sería tal.

martes, 7 de diciembre de 2021

Planta tu beso y verás lo que germina



Algunas semillas parecen espinas, esa es su estrategia para viajar, se entierran en el animal que pase a su lado para llegar a algún lugar e intentar germinar. Otras, son llevadas por el viento y parecen una romántica diáspora que se esparce grácilmente en busca de su lugar sobre la tierra. Algunas, simplemente caen desde muy alto y quedan enterradas, esperando la lluvia. Están las que son tomadas por manos callosas, gentiles, cuidadosas, y son puestas en su lugar después de mucho trabajar esperando que tengan las mayores oportunidades de germinar. Hay las que se abren paso entre la basura, en el entresijo de las banquetas, a la vera del camino, sobre los tejados, y lugares inimaginables a veces. Mi corazón, ya fue surco, espina clavada en el lomo de alguien, detrito de banqueta, caminos y caminos, techo, y cualquier cosa inimaginable en busca de una semilla. No importa qué semilla sea tu beso, ten, ven, toma mi pecho, plántalo: germinará un cariño sin dobleces. 


domingo, 5 de diciembre de 2021

La curiosidad y la buena memoria...




Quizá haya que asumir que la sorpresa se apaga y la certeza, aburre a morir. Cuando se ha andado curioso por la vida y te vas dando cuenta que poco hay nuevo bajo el sol, la sorpresa se convierte en un vicio, es autocomplacencia disfrazada de libertad.  Es conquista, autoafirmación, egoísmo puro y duro. Dejarla es imposible, la hipocresía se disfraza de cinismo y nos vamos elevando sobre los demás sin importar el reguero de corazones y dignidades mutiladas a lo largo de nuestro camino. Para ser verdaderamente curioso, hay que ser brutalmente sincero, y no siempre se tiene ese valor, muchas veces, casi siempre, es mejor mentir y ocultar, que escondernos en no hacer daño a los demás mientras libamos lo que nos apetezca. Quizá haya que asumir que la belleza se escapa y entonces la curiosidad se acrecienta, se vuelve más descarada y desapegada. Quizá, haya que entender que, si a través de la vida no hemos saciado nuestros instintos, el vértigo de último momento tampoco lo hará. Quizá, simplemente haya que aceptar que el amor no existe, que solo existe el latir, la sangre bullendo, la inconsciencia, y claro, al final, la soledad. Ese es el costo. Karma le llaman. Consecuencia creo. Entonces ya se buscan asideros, pero todo mundo escapa a nuestra presencia, porque ya saben que vamos a saciarnos sin sentir ni la más mínima pena por el envés del corazón, por el surco que se deja: abierto y estéril. Cuando llega la soledad hay que tener buena memoria de cuando se fue curioso.


Este trópico y su gente enamorada...

      Este trópico está lleno de gente enamorada desmemoriada un día subimos a las nubes sobre el mar y al día siguiente nos hacemos...