Para ser un déspota, hay que pasar el primer año de adulación a los poderosos, el segundo de liquidación de las viejas amistades que nos hacen recordar nuestro pasado humilde y, la creación de un concejo de lambiscones. Tercer año, perfeccionamiento del delirio de grandeza. Cuarto y último año, arbitrariedades a toda orquesta. Esa es la receta que nos da Germán Valdés “Tin Tan”, en la adaptación de 1956 de la Novela “La vida inútil de Pito Pérez”.
La novela es “el relato de un ahogado que mira la tristeza de lo que fue su vida”. En uno de los momentos más importantes de la cinta, el personaje principal habla con un poeta, relatándole su vida y experiencias, su aprendizaje y reflexiones. Pito Peréz se ha dado cuenta que de los pobres abusan todos los que tienen autoridad, aunque también reflexiona que el que es tonto, déspota o sinvergüenza, lo mismo lo es de cacique de un pueblo que de ministro en la ciudad, es decir, como decía Rubén Bládes, el poder no corrompe, desenmascara.
Ojalá que la realidad tan ríspida de este país no nos haga ahogarnos y mirar hacia atrás con tristeza dentro de algunos años, lucharemos para que no sea así, donde sea, y ojalá que los que simplemente blanden dedos acusatorios y se dan baños de pureza moral, ética o revolucionaria, no se ahoguen tampoco. Los que critican desde la derecha se pueden ahogar si quieren.
No hay comentarios:
Publicar un comentario