Coactemalán después de las elecciones presidenciales 2015
(Colaboración para Mundiario.com http://www.mundiario.com/articulo/a-fondo/coactemalan-despues-elecciones-presidenciales-2015/20150916193506033789.html)
Guatemala ha tenido 30 años de
democracia y presidencialismo, sin embargo las asimetrías económicas y
políticas no han tenido cambios profundos, seguimos siendo un país
desigual.
Guatemala antes y después de las elecciones
generales de 2015, es más que menos, la misma. El presidencialismo se
instauró a partir de la Constitución Política de 1985 y a la fecha han
desfilado 7 gobiernos distintos, han existido algunas reformas a la
normativa jurídica, avances en derechos humanos y un claro retroceso del
“poder” militar en el Estado. Sin embargo, los lobos han comido muchas
ovejas y tienen montañas de pieles para colarse en el sistema de
partidos políticos y el régimen. La clase dirigente sigue siendo la
misma de hace casi doscientos años o más, y sus alfiles también siguen
siendo los mismos.
Los gobiernos, a través de la historia, han representado claros
intereses de los resabios de la conquista y luego de quienes se fueron
posicionando en los estratos altos de la formación social que el
escarnio y privilegios permitieron. Los militares siempre han sido los
gendarmes del poder ignominioso de los dueños de tierra y hacienda en
Coactemalán, tanto, que aprendieron el oficio de gobernar en distintas
épocas, incluida la actual, pero cuando se hace necesario los dueños del
país se encargan de ponerlos en su lugar, tal es el caso de
Otto Pérez Molina, general venido a menos en tres años y 8 meses.
La cultura de violencia vivida desde siempre, ha hecho sumamente
difícil la participación del pueblo en las decisiones de la “cosa
pública”, esto porque se ha gobernado el país como una finca o por la
precaria realidad de los derechos económicos y sociales del grueso de
guatemaltecos, especialmente de la población indígena y campesina.
Antes de la República la inconformidad o la disidencia simplemente era
castigada con la muerte, y luego, también, hasta entrado el siglo XX,
fue necesario entonces un enfrentamiento armado de más de 30 años para
que los dueños del país se dieran cuenta que no podían ser impunes para
siempre. La coerción se ejerció entonces elegantemente desde la
Constitución y la participación de los sectores poderosos en la
confección de leyes y reglamentos. Salud, educación, desarrollo y
progreso, son cuestiones que claramente compiten con la concentración de
recursos y riqueza, así como con la acumulación de fortuna para unos
pocos. El bienestar de los que hemos devenido como guatemaltecos, no ha
sido nunca lo más importante desde que se fundó el país. Por lo tanto,
nuestra opinión ha valido muy poco.
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Cuatro
meses de protesta ciudadana, no solo en la capital sino también en
muchos de los departamentos, el interés de Washington y la operación
política de su embajada, así como el protagonismo de la Comisión
Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), han sido
elementos que al conjugarse fueron capaces de sacudir a quienes
ostentaban el poder político y desaletargar a los sectores privados.
Además de la renuncia y posterior encarcelamiento de expresidente y
exvicepresidenta, los resultados electorales sorprendieron a muchos, un
conocido comediante pero desconocido político, ganó el favor de los
centros urbanos y pasó en primer lugar a la segunda vuelta para decidir
Presidente de la República.
El segundo lugar fue disputado hasta el último momento entre dos
políticos conocidos, y Manuel Baldizón del partido LÍDER, quien se
ufanaba ganaría en primera vuelta, quedó fuera de la contienda
electoral. Ahora la decisión se tomará entre
Jimmy Morales de FCN Nación y
Sandra Torres de UNE.
A pesar de todo, los problemas que durante los últimos 30 años no se
han podido resolver, producto de las causas estructurales de la
formación de la República, clases sociales y el poder propiamente dicho,
siguen y seguirán vigentes. Ya iniciamos el siglo XXI pero nuestra
manera de organizar el
Estado en Guatemala no supera el poscolonialismo.
El presidencialismo ha devenido en vulgares dictaduras parapetadas en la democracia.
El parlamentarismo como solución a la falta de participación de los
pueblos originarios, el pueblo resultante del mestizaje, y la democracia
como espacio común, pueden darle esperanza al futuro civilizatorio que
nos merecemos. El actual sistema de partidos y régimen político es
excluyente, clientelar y corrupto.