Viene la imbecilidad envueltita
en corazones y mentes pequeñitas, con más morro que sensatez, viven de cuerpos
putrefactos que andan sobre dos patas y tienen dos extremidades pero no
alcanzan a ser humanos. Vienen los
demonios a alimentarse de los imbéciles, se hartan tanto que les es difícil ser ubicuos y muchas veces se quedan a vivir en ese cuerpo inútil, en ese ser
imbécil, lo hacen creer sus propias estupideces y es así hasta el final de sus
días: después de haber hecho mucho daño, luego de no haber aportado más que
podredumbre.
miércoles, 1 de octubre de 2014
martes, 30 de septiembre de 2014
El bueno, el malo y el Chapín...
Esta sociedad se mueve en los extremos insufribles del maniqueísmo, sin caleidoscopios de ideas, sin tonalidades, sin profundidad, sin riqueza: se mueve entre lo malo y lo bueno. Cualquier nicho espiritual, político, económico, ideológico, tiene el maniqueísmo de lo bueno y lo malo como base fundamentalista de sus ideas, opiniones y acciones.
Es difícil pensar a Guatebala
como Guatemala sin trascender esto, en lugar del bueno y el malo, pensar en el
Chapín; que acepte su genealogía e historia, que somos violentos por herencia,
que somos en buena medida corruptos, que la cosa no cambia a menos que la
cambiemos, que cada quien puede creer en lo que quiera sin querer conquistar
para sus huestes a los demás, y menos aniquilar económica y políticamente a
aquellos que no doblan sus rodillas frente al dios que otros han escogido.
El esfuerzo civilizatorio de la
construcción del Chapín debió empezar hace más de 500 años, cuánto más lo
postergaremos. Cuáles son los rasgos
distintivos del Chapín: ¿la violencia, el machismo, la exclusión social, la
concentración, el racismo, la corrupción, el fundamentalismo religioso? La
respuesta inmediata es no, la respuesta sensata asusta. ¿Qué es lo que define
el pensamiento del Chapín? ¿Es la hipocresía el modo de comportamiento que nos
diferencia? ¿Qué valores privilegiamos en los diferentes espacios de
socialización? ¿Es distinta la cultura de unos y otros, gobernantes y
gobernados, políticos y ciudadanía: Los buenos siempre somos los de abajo y los
malos los de arriba? Otra vez la respuesta asusta. Lo cultural nos atraviesa a
todos, no hay buenos ni malos, solo Chapines a medio hacer…
Muchos de los males que nos
aquejan y de los que nos quejamos cotidianamente, tienen como fundamento
nuestra falta de identidad cultural, entendida esta en su más amplio espectro.
jueves, 18 de septiembre de 2014
Río arriba...
Suavecito, empezando el día antes de que se levante el sol, pensando en lo que hay que enfrentar; me levanto y me niego a no salir, a atrincherarme, a apertrecharme y atrincherarme. Lo normal, un hombre muerto; el torso en la banqueta, las piernas en la calle. Lo normal, “movimientos” geniales en el tablero de ajedrez de la política nacional: demostraciones de fuerza, grandes obras a construir, oídos sordos al kaibilito, necios con vocación de cobardes, cobardes con vocación de estrategas, no hay buses por acá, un herido por allá, la radio y sus letanías, farolitos sonoros que truenan suceso tras suceso, como dicen los patojos/as: como el salmón, siempre contra corriente, así vive el guatemalteco en esta GUATEBALA.
En oriente se le dice "río arriba" a los que van contra corriente. Hacen falta muchos salmónes río arriba en este país, muchos, pero que naden, que se descojonen luchando por llegar, no importa si es solo a poner huvecillos y después morir; llegar y multiplicarse, esa debería ser la consigna. Ir contra corriente y no aceptar la muerte como algo normal; ir río arriba y no aceptar las mentiras y los engaños de quienes se paran desfachatamente frente a las cámaras y micrófonos a dar explicaciones sobre los porques de tanto poder de un preso, sí, un preso que colabrora para rehabilitar a otros presos, por favor, pendejos no somos.
Como el salmón que o llega o se muere en el intento, entonces llegar de una puñetera vez a la democracia, al Estado de Derecho, a la Justicia, o morir en el intento, si es que no vamos muriendo ya un poco, cada vez que que vemos a alguien muerto, tirado en la calle, cuando sufrimos al dejar el hogar y no saber si se volverá o si al volver todo estará bien. O morir construyendo herramientas, partidos, organizaciones, palabras, letras, hablando, diciendo, gritando. Algo hay que hacer para ir río arriba. Morir desenmascarando farsantes que dicen que van río arriba pero no es cierto.
En fin, toca sobrevivir el día, dar un par de coletazos e intentar que no te arrastre la corriente, buscar una piedra y apoyarte en ella, juntar fuerzas y dar un coletazo más, río arriba...
P.D. Otro día hablamos de los que "pescan" salmones...
miércoles, 10 de septiembre de 2014
"Esto es un asalto señores..."
"Esto es un asalto señores, saquen
todos sus celulares y billeteras". "Veinte
pesos vieja serota (cachazo en la cabeza), te querés morir por un celular
hijuelagranputa ("cerrojando" la 9 milímetros)". Esto sucedió ayer a 20 personas en un comedor
muy sencillo, de esos que uno busca porque el almuerzo es más barato, los
comensales vestían de oficinistas asalariados, ropas sencillas, uniformes de
empresas y demás atuendos básicos. Los
celulares sobre las mesas no eran iPhones, las billeteras a estas alturas del
mes ya estaban flacas, pero igual les tocó vivir un momento más de la cotidiana
violencia, impunidad y salvajismo de este bello y horrendo país.
No puedo más que sumar rabia.
Tres tipos, uno comiendo, otro
parado entre las mesas y el último parado en la puerta; no fue una cosa
improvisada. El operativo debe estar
bien planificado, con vigilancia, información, planificación de salidas, apoyo
vehicular, etc. Lo único que planifica
un oficinista al salir a almorzar, son los poco más de 15 pesos que se puede
gastar para el almuerzo, y la ruta para ir y venir de su trabajo. Saciar el hambre, recobrar energía, volver a
la faena, eso ya ni se planifica, se hace de manera rutinaria. En cambio, estos gamberros, sin obligaciones,
sin responsabilidades, sin aporte, sesudamente han de estudiar el teatro de
operaciones, a sus víctimas, la logística, la seguridad, la zona. Pareciera, pero solo es “percepción”, que del
otro lado no se hace lo mismo…
No puedo más que sumar rabia.
La gente se levantó, algunos ya
habían comido a otros se les fue el hambre detrás de los mañosos, el hambre de
venganza, de justicia, hasta de catarsis; regresaron a sus trabajos a contar la
“anécdota” “puta serote, no vez que nos huevearon pues, tres pisados, bien
vestidos, ja, nos desplumaron, que metida de verga, yo acababa de comprar esa
mierda de celular, ala que huevos, hora sí que me trabaron”. “No ve pues chula que unos tipos, ay que
susto, nos robaron en el comedor, en el que está allí abajito, el sotanito ese,
a una pobre señora le dieron un gran cuentazo en la cabeza, y los policías ahí
cerca usted, para mí que están apalabrados”.
“Jóvenes, les aviso que hay una nueva modalidad de robo en los
alrededores, en los comedores, un tipo se pone en la puerta, dos más que están
comiendo en una mesa se encargan de asaltar a la gente, tengan cuidado, a mí me
pasó ayer”. Y siguen las historias de un mismo hecho,
ninguna va más allá de la catarsis y del compartir con los demás que tengan
cuidado; es decir, damos por sentado que seguirá ocurriendo y que no podemos
hacer nada.
No puedo más que sumar rabia.
Llámenme pesimista si quieren,
pero insisto una y mil veces: “estamos pasando de la barbarie a la decadencia
sin pasar por la civilización”, tres o cuatro años tengo de repetir esto, y no
hay gobierno, organización social, pensador, cacique, periodista, obispo,
futbolista, cantante, ministro, pastor, columnista, selección, medallista,
chafa, subversivo, oligarca, retrogrado recalcitrante de derecha,
fundamentalista fosilizado de izquierda, erudito no orgánico, analista, rector,
diputado, bancada, junta directiva, corte, policía, ministro, fuerza de tarea,
chonte en moto o bicicleta, patrulla conjunta, alcalde, artista, macho ibérico “autoimportado”,
macho pistolero, ni nadie, que hasta
ahora haya logrado siquiera decir cómo combatir la violencia de manera seria y
empática, no digamos hacer algo lo suficientemente significativo para la
percepción y la realidad que vivimos todos los jodidos días.
No puedo más que sumar rabia.
viernes, 5 de septiembre de 2014
Lima Oliva y yo…
Da igual quién nos gobierna, “cuervo
o bambi”, son pasajeros. Por crápulas o
santos que sean, se alimentan de nuestra podredumbre o “elevados” valores; van,
llegan, les creemos o no lo que dicen y hacen, y luego se van para dar paso a
nuestra nueva “elección”. Al final ese
ser ciudadano democrático que no existe, es el que más falta nos hace, y no los
mesías vestidos de salvadores infalibles: probado está que no nos han salvado
de nada.
Luego, las tramas novelescas
entre “mefistos” o “arcángeles”, y nosotros, los simples mortales, pues nos han
hecho creer que es parte del folklore; expresiones como “así es”, “no se puede”,
“ni modo”, y muchas otras, son nuestras muletillas para decir: “soy cobarde”, “soy
egoísta”, “me la pela mi país”.
Cuando observo, escucho y leo la
trama de Lima Oliva, me da nausea tanta mentira, tanto “culebrón” armado con
restos de verdad, vomito ante el morbo de los medios queriendo sorprender al
público con la noticia, con la primicia, como si esa realidad no los tocara, no
fuera parte de su mundo: aquí, cuando el país se vaya a la mierda, nos vamos
todos con él. Habría que preocuparse más
por la sociedad, el Estado, que por el “rating”.
Y bueno, el público, qué decir
del público, nos persignamos, condenamos, creemos lo que suena, le echamos la
culpa a los “mesías”, nos parapetamos en nuestros dogmas y seguimos tan frescos,
hasta que venga otro “Miculax” a sorprendernos con nuevos vuelos de sinrazón,
salvajismo y realismo “no” mágico.
Entre Lima Oliva y yo, casi que
hay algo personal, él representa TODO lo que me jode todos los días; impunidad,
violencia, abuso, categorización de ciudadanía de acuerdo a la capacidad de coerción,
la ridiculez de institucionalidad que tenemos, muerte, despojo, cinismo e
indolencia. La pregunta es si entre Lima
Oliva y todos los Chapines hay algo personal.
martes, 2 de septiembre de 2014
CON EL PITO AL AIRE
Hoy cumpliría años mi padre, la
distancia real y emocional solo daba para una llamada, hoy no lo puedo
llamar. Muchas cosas pasaron en 42 años,
muchas. Al final no se valen las quejas
y uno escoge la felicidad o la amargura, las lecciones aprendidas enseñan
procurar la primera y destilar la segunda.
Recuerdo cuando me enseñó a
nadar, tenía apenas 3 años, como los que tiene mi hijo hoy. Sin querer me dio el regalo más grande, bello
y maravilloso que nunca nadie me haya dado, “la Poza Azul”; para ese entonces era
verdaderamente azul, de agua fría y cristalina.
Vas a nadar me dijo, se metió conmigo, me tomo por debajo de los sobacos
y me empujo, no sabía qué hacer, estaba emocionado pero tragar agua fue
inevitable, me sacó a flote y vuelta a empezar, un par de palmaditas en la espalda y otro empujón, una y otra vez hasta que no tragué agua y aprendí a flotar,
luego de eso no hubo quien me sacara de esa esmeralda derretida.
Mi mamá me escondía la ropa para
que no pasara todo el día metido en el agua, no era problema para mí, me iba desnudo, y sin ningún tipo
de pudor pasaba tranquilamente chapoteando con ese tanate de amigos que
descubrí en mis zambullidas; machacas, mojarras, camarones, cangrejos,
dormilones, era feliz, muy feliz con el pito al aire, sin preocupaciones ni
conciencia del mundo real, solo del mundo mágico donde jugaba, nadaba y era el
amo y señor.
Pasaron años antes que alguien me
dijera que si no me daba vergüenza andar desnudo, y entonces fue que conocí la vergüenza,
pasaron años antes de que el chapoteo pasara a competencia feroz, años para
dejar abandonado mi juguete preferido y tener que crecer.
Ahora tengo 43 y estoy nadando
nuevamente, sin competir con nadie, sin peces ni crustáceos, pero la sensación
de felicidad sigue presente, ahora rebozada con el recuerdo de mi padre cada
vez que me meto al agua. Gracias por
enseñarme a nadar Papá, feliz cumpleaños.
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