El fiambre junta, y aunque se come frío, todo el calor que
se usa para hacerlo lo hace estar lejos de la muerte que celebra, cerca del beso
y el abrazo de los que se rebanan los dedos haciéndolo, de quienes llegan con
su fiambre por dentro: cada quien tiene la receta de su propio caldillo.
De los que se fueron se acuerdan cuando alguien ya briago
llora, o en silencio trochando un ejote se suelta un suspiro. Ninguno es igual a otro, como ningún dolor o
amor se parecen. Van y vienen las
historias y los comensales, la tarde soleada se vuelve fría y da paso a la
noche: tal como la vida se vuelve fiambre.
El fiambre es una forma que nos inventamos para celebrar la
muerte y contar las historias que nos llevan a ella.
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