Olor que te abraza al llegar, cosas
viejas, rincones, cariño y cobijo: de esas pequeñas cosas y más, está hecho ese
lugar que se añora y al que se muere por llegar. No se construye solo, no es un simple nido,
antes de eclosionar cualquier huevo en él, ya se ha venido formando, ya se tienen
listas las polaroid que irán en las paredes y las recetas que migrarán de
cocina. Ya se tienen listos los duendes
que halarán lo oscuro de los corazones que lo habiten. Ya la felicidad tendrá su fórmula
dogmática. Casi todo estará listo,
correrá en nuestras venas y los laberintos de nuestros pasajeros internos. A
él vendrán nuevos moradores, con sus propias instantáneas en papel mate, sus
propios enanos, olores, recetas y preceptos,
con su propio pandemónium de ánimas.
Si se le sobrevive, es lo más espléndido que pueda tocarnos jamás el
espíritu. Si no, se aprende a saborear
lo infausto de manera natural. La raíz
de todo está en él. Todo desenlace
encuentra su sosiego en él. No precisa de ser buscado o construido, de cómplices: simplemente vive en nosotros y germina donde plantemos nuestra cepa.
viernes, 2 de octubre de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Pequeña muerte...
Cada vez que así muero renazco limpio, en paz: pleno. Y para seguir viendo a los ojos a enemigos, traidores y estultos, escojo morir un ...

-
Este trópico está lleno de gente enamorada desmemoriada un día subimos a las nubes sobre el mar y al día siguiente nos hacemos...
-
Julio Roberto Cáceres, “El Patojo”, compañero militante del Partido Guatemalteco del Trabajo en la época de la Revolución del 44 y la poste...
No hay comentarios:
Publicar un comentario