lunes, 5 de octubre de 2015

Vivimos en el Infierno: lo sabemos.






Para relatar el infierno Dante tuvo que observarlo.  El  “Ante infierno” tiene más gente de la que podemos imaginar, los inútiles están por todos lados, copulando con los indecisos y pariendo generaciones y generaciones de autómatas incapaces de tomar la decisión de avanzar hacia las profundidades del fuego o elevarse al tan sobrevalorado cielo; malviviendo en el mejor de los lugares.  El “Limbo” es eso mismo, y al final quizá los que ahí permanecen verán lo mismo que los demás…  Los “lujuriosos” mis preferidos, están quizá disfrutando más de lo que se les castiga: ya sin hipocresía ni convencionalismos, el fuego y la tortura son placer, las ataduras no existen al igual que la libertad, paradoja de quienes disfrutan este círculo; esclavos de sí y libres de los demás.  Los golosos revolcándose en el lodo desearían comerse hasta la culpa para terminar con el frío que les moja y lubrica las ganas de seguir y seguir hasta reventar.  Y nada mejor que empujar el peso de lo que nos ancla el alma, ese cuarto círculo también está lleno, no termina de engullir ánimas, llega al útero mismo a esperar su alimento.  Iracundos y perezosos están un poco más allá de la mitad del camino, su hervidero de motivos para la ira o el desgano los tiene donde están, celebrando sus estúpidas batallas o lamiéndose la entrepierna.  El que contradice siempre será castigado y estará más cerca del fuego que atiza sus desacuerdos: el propio belcebú está donde lo puso su rebeldía.  Los violentos, esos que brotan después que les negamos por siglos la condición de humanos, el alimento y la dignidad, esos seres despreciables que son nuestro mejor resumen, se ahogan en la sangre hirviente de sus víctimas, entumecidos por siempre y silenciados, mordidos por la perra y hambrienta vida.  La arena ardiente o la lluvia de fuego, ambas son lo que tenemos en común con ellos aquellos que creemos estar más allá del bien y el mal, pero por dentro la culpa nos carboniza el alma.  Proxenetas y embaucadores, aduladores, los que venden el perdón, charlatanes, funcionarios corruptos, hipócritas, ladrones, malos consejeros, los que siembran discordia y falsificadores.  Por último, los traidores.  De todo hay en nuestro “bello y horrendo país”,  esta Dantesca realidad solo necesita de una buena crónica, no es necesario recurrir al suplicio de los dolientes en Cambray, reproducir un niño cadavérico que muere de hambre o escarbar en la amargura de quien reza a media calle arrodillado frente a un familiar asesinado. 
Vivimos en el infierno: lo sabemos.  Cómo deshacer los círculos que nos engullen, relatar sin morbo y sin malicia, dejar de refocilarse en nuestra realidad y reinventarlo todo, el cielo, el infierno y sobre todo esta “primavera con una esquina rota”, eso es lo que nos debería ocupar.

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